Fui a la escuela en un tiempo en el que la palabra bullying no existía, o si existía nadie la usaba con la connotación que tiene hoy.
El mundo escolar siempre ha sido una caja de sorpresas, se pueden aprender cosas interesantes, se hacen nuevas amistades, se descubre el atractivo del sexo contrario, pero también se puede uno confrontar con el lado feo de la vida.
Cuando llegué a la escuela yo estaba en franca desventaja, nunca me había apartado de la falda de mi madre; ella me había criado con una sobreprotección desmedida, no me dejaba salir a la calle a jugar con otros niños por lo que no tenía idea cómo era compartir con los demás. Para mí estar en la escuela era quedarme desamparado.
Recuerdo que los primeros días me sentía completamente perdido, me abrumaba el muchachero en el patio, pero en contra de mi voluntad las maestras me obligaban a salir del aula, y aprendí a enfrentarme al terrible miedo que le tenía al patio de recreo.
Paso a paso me fui adaptando gracias al atractivo que tenía para mí el conocimiento que nos dejaban las maestras. Todos los temas me parecían maravillosos, sobre todo los relacionados con biología, geografía e historia. De aquel tiempo no recuerdo ninguna amistad en particular, quizá porque yo vivía en un sector muy distante a donde quedaba el colegio.
Como era muy pequeño y delgado en todos los cursos siempre había alguien que me echaba broma, eso era considerado algo normal. Pero no fue sino hasta el cuarto grado cuando conocí una agresión directa. Había un muchacho de quinto que apodaban “el enano”, tenía muy mal comportamiento, era el terror de la mayoría, quizá equivalente a lo que hoy llamamos malandro, y era por lo menos cuatro años mayor que el resto de los niños.
Por aquel entonces abundaban los álbumes de barajitas, de todos los temas imaginables, hubo unos muy buenos de geografía e historia de Venezuela. Era costumbre intercambiar con los otros niños las barajitas repetidas y todos teníamos un fajo de cromos amarradas con una liga.
Una tarde mi madre se retrasó y llegó mucho después de la hora de salida, ella me llevaba y me buscaba porque teníamos que tomar buses para llegar a nuestra casa. Estaba yo intercambiando barajitas cuando se acercó “el enano”. En tono altanero me pidió las mías, mi reacción fue colocar el paquete detrás del cuerpo pero el enano forcejeo tratando de quitármelas. En eso lo empujé y como respuesta recibí dos certeros golpes, el primero en el estómago me hizo doblar el cuerpo, el segundo me rompió un labio. Caí en el suelo y allí recibí dos patadas en la espalda. No sé quien me quito al enano de encima.
Cuando llegó mi madre ya yo me había recuperado, me había secado las lágrimas, los compañeros me sacudieron la tierra del cuerpo y me devolvieron el paquete de barajitas, “el enano” no se las quiso llevar.
Lo primero que sorprendió a mi madre fue verme con el labio roto. Alarmada preguntó qué me había pasado. Le dije que un muchacho me había dado con el codo mientras jugábamos en el patio. En aquel tiempo había una especie de código de honor en el que ese tipo de cuestiones se asumían en solitario. Nunca le comenté a mi madre o a mi maestra mi problema con "el enano". Quizá por miedo o quizá por vergüenza. Mi padre siempre decía que uno tenía que defenderse en la vida.
No sé si sería por no haberlo delatado pero el enano no se metió más conmigo. Para el nuevo año escolar ya él no estaba en la escuela.
Aquel episodio me dejó mucho malestar durante un buen tiempo. Me daba miedo conseguirme con otro muchacho que me fuese a hacer lo mismo.
En el liceo aprendí a negociar, trataba de conseguir muchachos grandes que fuesen malos alumnos y yo los ayudaba haciéndole las tareas o soplándoles en los exámenes, a cambio ellos me cuidaban de algún abusador. Ya en el cuarto año había alcanzado la confianza suficiente para tratar de defenderme, pero nunca tuve necesidad de hacerlo.
Pasé veinticinco años como profesor de bachillerato, me retiré en el año dos mil. Durante aquel tiempo tampoco se usaba la palabra bullying, no era tema que estuviese en boga de la gente. Los profesores evitábamos en lo posible las peleas y agresiones entre los alumnos. Pero creo que no teníamos suficiente consciencia de los traumas que un acoso continuado pudiera generar en ellos. Es un gran avance que en este tiempo se entienda que esas agresiones y maltratos dejan huellas en la vida de las personas.
Hago esta publicación motivado por la invitación de los amigos de Emotions @Feelings en su tema del mes. Gracias por invitarnos a escribir sobre un tema tan interesante.
Gracias por tu tiempo.
I went to school at a time when the word bullying did not exist, or if it did, no one used it with the connotation it has today.
The school world has always been a box of surprises, you can learn interesting things, make new friends, discover the attractiveness of the opposite sex, but you can also be confronted with the ugly side of life.
When I arrived at school I was at a disadvantage, I had never left my mother's lap; she had raised me with excessive overprotection, she did not let me go outside to play with other children so I had no idea what it was like to share with others. For me, being at school meant being left alone.
I remember that the first few days I felt completely lost, I was overwhelmed by the boys in the playground, but against my will the teachers forced me to leave the classroom, and I learned to face the terrible fear I had of the playground.
Step by step I adapted thanks to the attractiveness of the knowledge the teachers left us with. All subjects seemed wonderful to me, especially those related to biology, geography and history. I don't remember any particular friendship from that time, perhaps because I lived in a very distant area from where the school was located.
As I was very small and thin, in every class there was always someone who teased me, that was considered normal. But it wasn't until the fourth grade that I experienced a direct aggression. There was a boy in the fifth grade who was nicknamed "the dwarf", he had very bad behavior, he was the terror of the majority, perhaps equivalent to what today we call "malandro", and he was at least four years older than the rest of the children.
At that time there was an abundance of albums of playing cards, of all imaginable subjects, there were some very good ones of geography and history of Venezuela. It was customary to exchange repeated cards with the other children and we all had a bundle of cards tied with a rubber band.
One afternoon my mother was late and arrived well after the departure time, she was driving me and looking for me because we had to take buses to get to our house. I was exchanging cards when "the midget" approached me. In a haughty tone he asked me for mine, my reaction was to put the package behind my body but the midget struggled trying to take them from me. In that moment I pushed him and in response I received two accurate blows, the first one in the stomach made me bend my body, the second one broke my lip. I fell to the ground and there I received two kicks in the back. I don't know who took the midget off me.
When my mother arrived I had already recovered, I had dried my tears, my companions shook the dirt off my body and gave me back the pack of cards, "the dwarf" did not want to take them.
The first thing that surprised my mother was to see me with a broken lip. Alarmed, she asked what had happened to me. I told her that a boy had hit me with his elbow while we were playing on the patio. At that time there was a kind of code of honor in which such matters were taken on alone. I never told my mother or my teacher about my problem with the dwarf. Maybe out of fear or maybe out of embarrassment. My father always said that you had to stand up for yourself in life. I don't know if it was because I didn't tell on him, but the midget didn't pick on me anymore. By the new school year he was no longer in school.
That episode left me with a lot of discomfort for a long time. I was afraid of getting another boy who would do the same thing to me.
In high school I learned to negotiate, I tried to get big boys who were bad students and I would help them by doing their homework or blowing on their exams, in exchange they would take care of me from some bully. By the fourth year I had become confident enough to try to defend myself, but I never needed to.
I spent twenty-five years as a high school teacher, retiring in the year two thousand. During that time the word bullying was not used either, it was not a topic that was in vogue among people. We teachers avoided fights and aggressions among students as much as possible. But I don't think we were sufficiently aware of the traumas that continued bullying could generate in them. It is a great advance that in this time it is understood that these aggressions and mistreatments leave traces in people's lives.
I make this publication motivated by the invitation of the friends of Emotions @Feelings in their topic of the month. Thank you for inviting us to write about such an interesting topic.
Thank you for your time.
Translated with www.DeepL.com/Translator (free version)
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Hola amigo @irvinc, fíjate que sin llamarse bullying ya fuiste víctima del acoso. Excelente que el "enano", por el motivo que fuese te dejó en paz. Y te permitió esmerarte y diseñar la estrategia de las negociaciones.
Escribes muy lindo.
Un abrazo
Me alegra que te haya gustado. Sí, creo que el acoso siempre ha estado presente en las escuelas, esos cuentos de los otros echándole bromas a los demás los he escuchado en mi familia toda la vida. Muchas gracias por parar y comenar mi querida @mllg. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.
Igualmente un abrazo afectuoso, para ti, apreciado @irvinc.
Buen dia compañero @irvinc 🙋🏻♀️
Wow! Que enano más terrible 😥 Quien sabe porque dejarían a un joven de esa edad compartir o convivir con niños de menor edad. Ya no tendrían la misma perspectiva educativa y muchas veces logra este tipo de acto hacia los más pequeños, tristemente.
A lo mejor si le dice a su mamá le da un soponcio 😟
Por otro lado, gracias por recordarnos el tiempo de las barajitas 😅 eran una real felicidad 🥳 🤗
Agradecidos por su apoyo al tema del mes 😊
Fue una experiencia muy difícil. Siempre ha sido un problema lidiar con ese tipo de alumnos en las escuelas, ni antes ni ahora era fácil retirar un alumno por problemas de conducta. A veces eso significaba hasta entablar procesos legales. Lo que se acostumbraba era ir corriendo la arruga. Lo de las barajitas era lindo, creaba grandes ilusiones, llegué a tener una gran colección de albumes sin llenar y miles de barajitas repetidas. A lo mejor tú eres de la época de las barajitas Panini, que son más modernas, jajaja. Yo te hablo de los sesenta, cuando los pájaros hablaban, jajaja. Muchas gracias por pasar y comentar. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.
El miedo y la vergüenza, generalmente acompañan al niño acosado, sobre todo cuando se tienen padres que consideran que ante la agresión hay que anotarse puntos de honor.
Fíjate que interesante (visto desde fuera y con el transcurrir de los años, jajaja). Una madre sobreprotectora que no propiciaba la interrelación y un padre que considera que el hijo debe defenderse solo: ¿En qué momento y con cuáles herramientas puede el niño tener una respuesta apropiada ante un acoso escolar?
Hoy en día se hace más evidente que los padres debemos reforzar en nuestros hijos herramientas sociales, tanto de sana convivencia como aquellas, que sin llegar a la agresión, permita que el niño afronte situaciones no deseadas, entre ellas una comunicación que propicie la confianza.
Saludos cariñosos @irvinc
Sí en aquel tiempo uno tenía que echar pa lante, no quedaba otra. Quizá eso hacía que las personas se enfrentaran más a la fragilidad. También era porque no había suficiente conciencia que las malas experiencias se quedan grabadas y hacen daño durante mucho tiempo. Los tiempos cambian para bien. Muchas gracias por pasar y comentar estimada @damarysvibra. Que estés bien. Un fuerte abrazo.
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