Una familia | Relato corto |

in Cervantes4 years ago

Una familia

   

    —Tranquilo, papá —le dijo, sosteniéndole la mano con fuerza —. Todo saldrá bien.

    Su padre intentó responderle, pero las palabras que salían de su boca no eran más que un ligero sonido ahogado, un susurro suplicante casi inaudible. La misteriosa enfermedad acababa con él con más velocidad que antes y Bruno notaba cómo el fuego de sus ojos se apagaba con el paso de los días.

    Se despidió. Salió de la habitación, preocupado y adolorido en el corazón por el delicado estado de su progenitor, esa mañana en particular lucía en peor estado que en todas las anteriores.

    —¿Se despertó tu padre? —preguntó Bernabela, su madre, quien sostenía un plato de sopa.

    —Sí, mamá. Pero creo que será mejor dejarlo dormir.

    —Oh, pero es hora de almorzar. No puedo dejar que pase el día sin comer, y la sopa se enfriará.

    Amagó con pasar a Bruno y este la sujetó por el brazo. A él le molestaba la pasividad con la que ella se comportaba, parecía no entender que pronto sería una mujer viuda.

    —Mamá, papá morirá —espetó, en su voz denotaba la incredulidad de ver a su madre tan ajena a aquel hecho —. Una maldita sopa no cambiará nada.

    La mujer agachó la cabeza y quedó en silencio por un rato.

    —Tienes razón, cariño. Es solo que toda la vida me he preocupado por tu padre. Es algo que está en mí, ¿sabes? —una ligera y extraña sonrisa saltó del borde de su mejilla izquierda. Bruno no le hizo mayor caso.

    —Claro, madre. Lo sé... tengo que irme.

    Salió de la casa, bajó por los escalones de la entrada y subió a su auto. Antes de partir echó un vistazo a lo que fue su hogar la mayor parte de su vida. Rememoró su infancia, las veces que su padre le reprendió y que le enseñó. «Vivimos en los recuerdos de quienes nos aman» le dijo una vez. No lo entendió entonces, en cambio ahora el significado de esa oración relucía con mayor claridad que nunca.

    —Serás eterno, papá —aseguró a la nada.

    En la noche, acostado en la cama con sus recuerdos como única compañía, esperó recibir esa llamada, la visita, o incluso el correo electrónico en el que le avisaran la noticia que, de seguro, todos los familiares y amigos preveían. Sin embargo el celular no sonó, nadie tocó a la puerta y la bandeja de entrada no reportó mensajes nuevos. La luz del alba apareció por su ventana antes de que pudiera dormir. Previo a que las sombras de la madrugada desaparecieran por completo de las calles ya él estaba regresando a casa de sus padres.

    Desde afuera le pareció que todos los bombillos estaban apagados, sin embargo al entrar, con la copia de la llave que siempre llevaba consigo, comprobó que alguien había alguien en la cocinn. «Mamá —supuso —. Debe estar preparando café» aunque al instante se dio cuenta de que el característico aroma del café recién hecho no impregnaba el pasillo. Caminó hasta allá, no pretendió ser especialmente silencioso, aún así su madre no lo notó acercarse.

    —Madre... ¿Qué estás haciendo?

    Bernabela, claramente sorprendida tras escuchar la voz a sus espaldas, soltó el frasco que sostenía en una mano y el mortero de ajo con el que machacaba el contenido de este. El recipiente cayó al suelo y rodó hasta la mitad de la sala.

    —Bruno... —alcanzó a decir, con la voz ahogada.

    Bruno dio unos pasos hacia adelante, detrás de su madre observó la comida: dos panes tostados con queso, y un vaso de jugo de naranja. En este último un polvillo verdoso flotaba. Él se agachó para recoger el frasco, un par de píldoras verdes cayeron del interior. En la inscripción, grabado en pronunciadas letras rojas, leyó: veneno para ratas.


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Imagen original de Pixabay | Shutterbug75

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¡Gracias por leerme!

   

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Hola @greengalletti, para ese banner tomé algunas de las insignias de Hivebuzz que he ganado y un avatar que creé en Bitmoji, y los combiné en Photoshop.

Gracias por tomarte el tiempo de comentar, y me alegra que te haya gustado el relato. ¡Saludos!

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