Image by Pascal Wiemers from Pixabay
«Rara vez los miembros de una misma familia crecen bajo el mismo techo.»
«Rarely do members of the same family grow up under the same roof.»
— Richard Bach
E S P A Ñ O L
𝔹𝔼ℝ𝔼ℕ𝕀ℂ𝔼
Decían los amigos de aquel hombre, que buscara consuelo en la tumba de su amada; y este así lo hizo, pero nadie se iba a imaginar que la atrocidad que cometería, repercutiría entre las ciénagas de la alta sociedad. No conocía muy bien a Egaeus y a su familia acaudalada, de hecho, de no haber ocurrido aquella crueldad, jamás hubiera sabido de su existencia.
Se le conocía por ser un hombre muy ensimismado, recóndito; oculto entre las sombras. Le huía a la luz del sol como lo hacen las tinieblas al llegar la estrella del alba. Decían que su único talento —o maldición — era el de obsesionarse con objetos tan insignificantes para la concepción humana, pero esta capacidad le permitía desarrollar muchas otras que el propio Egaeus ejecutaba de manera inconsciente, algunas tan irrelevantes como otras muy complejas.
La acaudalada familia de Egaeus había forjado su fortuna a través del ímpetu y de la visión, creando una raza que se codeara con la más alta alcurnia de nuestra sociedad. Por supuesto, la gente vociferaba habladurías sobre el criminal surgimiento de la familia de Egaeus, pero esa es otra historia que no conferiré; y menos si se basa en rumores de inmundicia.
Aunque aquella la familia no era vista con buenos ojos, las personas concordaban en hablar maravillas de la joven Berenice. Yo particularmente la conocía, y la primera vez que la vi, fue el momento más inolvidable de mi memoria. Aquella tarde me asomé por el balcón de mi habitación, admirando el trinar de movimientos que fluían en la colonia. De repente, una manada de cabellos negros y resplandecientes como el azabache robó mi atención.
La joven se deslizó entre la muchedumbre como si danzara sobre un valle, esbozando una sonrisa moviéndose con gracia. Por un instante osó mirarme y sus ojos destellaron interés. Me quedé vislumbrándola completamente embelesado, hasta que su imagen se perdió más allá donde mi vista podía alcanzar. Los vecinos aseveraron de qué se trataba de la señorita Berenice, quien se encontraba comprometida con un miembro de su familia.
En aquel entonces no sabía de quien se trataba pues, como había dicho anteriormente, no conocía la existencia de Egaeus o de su familia. Berenice era una criatura muy particular para deducir sobre su origen, algo que es bastante común en este pueblo. Sin embargo, mi interés consistía en acercarme por lo menos de manera respetuosa a su persona, ya que la señorita profería amor a aquel que algún día la desposaría.
Conocí a Berenice en persona, una semana antes de que fuese atacada por aquella terrible enfermedad, que la abarrotó por completo causando el dolor de su familia. Recuerdo su gracia al entrar en mi local, se presentó con cortesía y compró algunos menesteres y con la misma alborada que desbordaba se marchó. Me asomé por el ojo del cristal hasta que su presencia se perdió, y de ella, solo quedó un aroma que al final se disipó.
Se dice que la enfermedad que la consumió fue la más horrenda de todas, llevándose sus cimientos; su esencia hasta desprenderla por completo de su humanidad. Los criados contaban que la pobre joven deambulaba en la mansión como un fantasma, a expensas de la salud mental de sus habitantes. También aseguraron que cuando esto sucedía, se levantaban exaltados por las noches para volver a meter en su cama a Berenice.
El estado deteriorado de la joven causó tristeza en muchos, y, quizás furor algunos, pero también causó pensamientos de naturaleza caótica y preocupante en otros allegados, mejor dicho en uno en particular, uno que solo pensaría en ultrajarla. Sucedió de manera muy extraña puesto que fue una noche en que lo descubrieron; la sangre, la terrible escena. ¡Una terrible obra de arte del horror! ¿Acaso la belleza solo está destinada a marchitarse o ser ultrajada para la satisfacción de quienes la persiguen? Si la belleza es una joya que debe ser extraída, ¿entonces para quién tocamos las campanas?
Berenice; la bella, ahora después de muerta no podrá sonreírle al cielo, pues se le ha arrebatado sus treinta y dos piezas dentales. Todo por la obsesión de un monomaníaco, que al final, nunca sintió algo real por ella. Yo si la hubiera amado si se hubiera entregado a mis brazos, aunque la vida le hubiera dado un destino tan cruel, ¡la hubiera enterrado junto a las más fieras filomenas para que custodiaran su imagen!
Solo pensaba en el tremendo horror que su demente primo cometió. Me volví obsesivo y distante con la sociedad. Elaboré un plan para saciar esta hambre, este instinto monstruoso que había generado. Tomé algunas herramientas odontológicas y las llevé conmigo a la jefatura de policía de la colonia. Mi victima me estará esperando, aunque seguro reconocerá mi intención con solo proyectarla con mi mirada.
FIN
E N G L I S H
𝔹𝔼ℝ𝔼ℕ𝕀ℂ𝔼
The man's friends told him to seek solace in the grave of his beloved; and he did so, but no one could have imagined that the atrocity he would commit would have repercussions among the swamps of high society. I did not know Egaeus and his wealthy family very well, in fact, if that cruelty had not occurred, I would never have known of his existence.
He was known to be a very self-absorbed, reclusive man, hidden in the shadows. He fled from the sunlight as darkness does when the dawn star arrives. They said that his only talent - or curse - was to be obsessed with objects so insignificant for human conception, but this capacity allowed him to develop many others that Egaeus himself executed unconsciously, some as irrelevant as others very complex.
Egaeus' wealthy family had forged their fortune through impetus and vision, creating a race that rubbed shoulders with the highest echelon of our society. Of course, people would rant and rave about the criminal rise of the family of Egaeus, but that is another story I will not confer; least of all if it is based on rumors of filth.
Although that family was not looked upon with favor, people agreed to speak highly of the young Berenice. I particularly knew her, and the first time I saw her was the most unforgettable moment in my memory. That afternoon I looked out from the balcony of my room, admiring the twittering of movements flowing in the colony. Suddenly, a flock of jet-black, shimmering hair stole my attention.
The young woman glided through the crowd as if dancing over a valley, smiling and moving gracefully. For an instant she dared to look at me and her eyes flashed interest. I stood gazing at her completely spellbound, until her image was lost as far as my eyes could see. The neighbors asserted that it was Miss Bernice, who was engaged to a member of her family.
At the time I did not know who she was, for, as I had said before, I did not know of the existence of Egaeus or his family. Berenice was a very particular creature to deduce about her origin, something that is quite common in this town. However, my interest was to at least approach her person in a respectful manner, as the lady professed love to the one who would one day espouse her.
I met Berenice in person, a week before she was attacked by that terrible disease, which completely overwhelmed her, causing pain to her family. I remember her grace as she entered my shop, politely introduced herself and bought some necessities, and with the same overflowing cheerfulness she left. I peered through the eye of the glass until her presence was lost, and of her, only a scent remained that eventually dissipated.
It is said that the disease that consumed her was the most horrendous of all, taking away her foundations; her essence until she was completely detached from her humanity. The servants recounted that the poor young woman wandered the mansion like a ghost, at the expense of the mental health of its inhabitants. They also claimed that when this happened, they would rise in exultation at night to put Berenice back into her bed.
The deteriorated state of the young woman caused sadness in many, and, perhaps anger in some, but it also caused thoughts of a chaotic and worrying nature in others close to her, better said in one in particular, one who would only think of outraging her. It happened in a very strange way since it was a night when it was discovered; the blood, the terrible scene, a terrible work of art of horror! Is beauty only destined to wither or be outraged for the satisfaction of those who persecute it? If beauty is a jewel to be mined, then for whom do we ring the bells?
Berenice; the beautiful one, now after death will not be able to smile at heaven, for her thirty-two teeth have been taken from her. All because of the obsession of a monomaniac, who in the end, never felt anything real for her. I would have loved her if she had given herself into my arms, even if life had given her such a cruel fate, I would have buried her next to the fiercest philomenas to guard her image!
I thought only of the tremendous horror that her insane cousin committed. I became obsessive and distant from society. I devised a plan to satiate this hunger, this monstrous instinct I had generated. I took some dental tools and brought them with me to the colony's police headquarters. My victim will be waiting for me, although he will surely recognize my intention just by projecting it with my gaze.
THE END
Escrito por @universoperdido. 23 de Junio del 2021
Written by @universoperdido. June 23, 2021.
Relatos anteriores | Previous stories
¿Eres escritor? ¿No encuentras un lugar adecuado para colocar tus trabajos literarios? Unete a Literatos, una comunidad en Hive donde puedes publicar tus cuentos, poemas, ensayos literarios y novelas inéditos de tu propia autoría.
