Furia de Gorlamth [ES/EN]

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No se puede presenciar mayor horror que no saber de que forma se puede morir. Existen varias maneras, claramente unas más grotescas que otras, que no dependen de nuestra elección ni deseos. Cuando se es acechado por una entidad de tamaño sin igual no parece haber ninguna escapatoria.

Esto lo entendió muy bien Julián, el hijo de un ganadero desafortunado que ya había perdido a su otro hijo a manos de unos bárbaros sin alma que juraban regresar con más violencia de la que presentaban.

Parecía que el tiempo se detenía cuando se intentaba recordar lo buena que fue la vida antes de la llegada de estos endemoniados. Los animales hacían su vida sin siquiera tener en su mente, quizás por falta de consciencia, que serían exterminados solo por diversión con la intención de hacerlos morir de hambre. Lejos de creer en el suicidio, pensaban que podría ser la mejor opción anticiparse a lo inevitable.

Florencio y Edith eran los padres de Julián. Pues lo que los fortalecía era prevalecer como una familia unida, lo cual significaba solo una cosa; esperanza. Más allá de las peleas tenidas por la muerte de su hijo, no podían permitirse derramar lágrimas otra vez, siendo un dolor irreparable y motivo de la propia existencia. ¿Qué sentido tendría seguir si ha de perderse lo más amado del mundo? Para ellos esto no tenía discusión.

Los bárbaros habían emprendido viaje hace tiempo creando caos y cometiendo todo tipo de atrocidades mientras saqueaban las aldeas que rodeaban el bosque de la otra ciudad. Existía un canal por donde fluía el agua el cual les daba acceso inmediato a otras zonas pobladas por los aldeanos.

En las profundidades del bosque de una de esas áreas se podía escuchar la respiración de un ente maligno dotado de un tamaño poco habitual. Se encontraba sujeto a unas cadenas que impedían su libertad. Es de creer que se necesitó de muchas personas para mantenerlo allí durante tanto tiempo.

Pues al parecer, al ser una entidad no podía morir, con lo que representaba una total preocupación para los habitantes cercanos al bosque. Sin embargo, ya había llegado algo más por lo que preocuparse. Aquellos bárbaros violaban y mataban a las mujeres, herían de muerte a sus hijos frente a lo que quedaba de sus familias y profanaban sus cuerpos jugando con ellos.

Julián sabía que si no hacían algo iban a morir por lo que convenció a su padre de liberar al gigante del bosque. Obviamente esto constituía un potencial peligro pero no existía otra manera de acabar con tantos bárbaros que no terminaban de llegar desde sus barcos.

Florencio besó con total pasión a Edith y siguió los pasos de su hijo en la liberación de la entidad. Corrieron lo suficiente como para detenerse a descansar sin saber con exactitud donde se encontraban ni a donde iban. Julián solo recordó que aquel lugar tenía unas raíces de árbol que señalaban donde se ocultaba ese demonio.

Pronto anochecería y volverían sin nada sabiendo que mientras estarían durmiendo, los atacarían y harían con ellos un desastre. En tanto estaban al punto de regresar escucharon un rugido que los orientó hacia allí. Caminaron y esos ruidos se hacían más intensos hasta que vislumbraron la silueta de algo de proporciones épicas.

Claramente no había más opción, es decir, si regresaban los bárbaros estarían allí a la medianoche. Lo que pensó Florencio fue que era una buena idea quitar primero las cadenas que estaban lo suficientemente lejos de la entidad como para hacerles daño, pues las otras cadenas las rompería por su propia fuerza en el intento de liberarse. Además, les daría tiempo de regresa y tomar ventaja para llegar a la aldea e irse al otro lado del canal.

Parecía que Julián tenía más valentía que su padre. Al menos no parecía temblar mientras suplicaba por su vida. Después de minutos luchando con las cadenas ya solo faltaban las demás que las debía romper el ente. Pero había un detalle que no tuvieron en cuenta. No parecía querer liberarse.

Intentaron provocarlo pero ninguno de los intentos surgió efecto. Incluso pudieron notar una muestra de cariño al hacer sonidos que consideraron afectuosos de alguna manera. Aún así debían regresar, la noche los perseguía y podrían terminar perdidos en el bosque.

Al intentar regresar Julián y su padre vieron que los bárbaros venían tras ellos. Lo que es peor, posiblemente ya habían ido a la aldea donde se encontraba su madre. Lo más inteligente era regresar donde estaba el gigante e ir atrás de él como una forma de protección.

Fue entonces que el ente gigante, vio las intenciones de esos hombres dotados por la fuerza de sus dioses con malos propósitos y usos y se enfureció de una manera nunca antes vista. Rompió las cadenas e hizo un rugido ensordecedor generando un gran estupor en Julián y Florencio.

La furia de Gorlamth fue totalmente bestial, pues esparcía por todo el bosque las partes de los cuerpos de aquellos bárbaros. Se los comía mientras aún seguían generando alaridos de dolor y quienes los demás sabían con la misma exactitud que ahora les tocaría sufrir lo mismo. Pero mientras más se alimentaba de ellos parecía que más furioso y grande se volvía.

Ellos sabían que el ente no los iba a matar ni a comer, pues lo habían liberado y aún siendo una creación maligna, esa voracidad no iba dedicada a ellos. Pero sí parecía querer terminar lo abominable de las vidas de esos bárbaros que mataron injustificadamente a una sociedad que solo quería vivir en la armonía y felicidad de sus aldeas.

En el regreso definitivo, Julián y sus padres se pudieron reencontrar sanos y salvos. Ella sobrevivió al infierno que aquellos hombres trajeron a este mundo al estar oculta en un agujero debajo de la cabaña, la cual había sido en principio incendiada hasta sus deprimentes cenizas.

Gorlamth continuó buscando a sus presas hasta terminar con ellas por siempre y para siempre. Aquellos bárbaros por su maldad y saña continuaron viviendo sin explicación alguna eternamente en dolor y agonía en las entrañas de un ser espectral que jamás morirá. Sin lugar a dudas, fue su furia vital.