Generalmente cuando escuchamos la palabra “autopista”, la asociamos inmediatamente con la vía transitoria de vehículos que se trasportan de un lugar a otro, lugar donde se recorren cantidades de kilómetros por varias horas para llegar a nuestro destino deseado, ese lugar donde nos podemos encontrar con diferentes situaciones que no sabemos cómo enfrentarlas. Éstas puedan ser: inmensas e interminables colas, que bien nos pueden distraer por un momento o bien nos pueden “amargar” nuestro día (todo depende de cómo uno lo decida), accidentes de tránsito, un inevitable palo de agua (llámelo también una fuerte lluvia), una revisión a tu vehículo por parte de funcionarios del estado, y, ¿por qué no?, hasta de vendedores ambulantes que te quieren ofrecer la venta de su producto para que te pares por un momento y les eches una mano.
¡Wow! Son muchas cosas las que pueden suceder, ¿no? Resulta interesante que este lugar en específico sea un punto de unión en nuestras vidas, y por más qué la vida de cada persona es única y transita en su propia manera, la autopista muy caprichosamente se encarga de enlazarnos de alguna manera. Aunque claro, no es solamente la autopista, puede ser cualquier otro lugar, si usted lo desea.
¡Pero, ya va! Usted se preguntará, ¿Y la cima? ¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué habla solo sobre la autopista y su interesante capricho en enlazarnos? Calma, amigo lector, mucha calma. Mire que por ahí reza un dicho que dice: “Del apuro quedó el cansancio”. Así que vamos con calma, ¿está bien? Seguimos entonces. La idea de hablar sobre la autopista y la cima, se hará con la intención de ser una metáfora. Y es que habiendo escrito y pensado lo que personalmente representa una autopista, lo importante de todo esto es ver y apreciar la vida que has tenido, la vida que has vivido hasta estos momentos para lograr llegar a la cima que tanto has deseado.
Si, la vida es un conjunto de sucesos que pueden resultar ser “buenos” o “malos”, algo parecido al Yin y Yang, en donde encontramos que “todo lo bueno está de lo malo, y todo lo malo está dentro de lo bueno”, y que no es necesario llevar un conteo de cuantas cosas “buenas” o “malas” nos han sucedido para luego decir: “no tienes idea de las cosas que tuve que pasar para llegar hasta aquí”. ¡No, no hagamos eso! No permitamos que las demás personas nos vean como fracasados, como pesimistas que solo se lamentan de las cosas que en algún momento quisieron hacer, pero nunca hicieron. A nadie le gusta eso, mis amigos, a nadie. ¿Por qué no? Porque la vida es un regalo que se disfruta, no una competencia.
Muchas personas, a quienes el resto de nosotros llamamos “famosos”, son tan normales y corrientes cómo tú y yo. Y si, seguro les ha tocado trabajar duro para llegar hasta donde están ahora y se regocijan de felicidad al ver que sus decisiones dieron frutos. Tomemos por ejemplo a varios de ellos como Michael Jordan, a quien alguien alguna vez le dijo que era algo pequeño y no tenía futuro en el baloncesto. Años más tarde, Jordan se convertiría en el mejor atleta de la historia y el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Otro caso en particular es The Beatles, quienes al momento de firmar con su primera discografía, les fue rechazado el contrato por ser considerados inadecuados con su sonido desaliñado y ruidoso. Posteriormente, The Beatles fue el grupo musical que más sencillos número uno tuvo en toda la historia de la música. Por último, tenemos al señor Albert Einstein, a quien sus profesores lo veían como un estudiante poco destacado y que no tendría éxitos con sus estudios académicos. Y bueno, ya sabrán ustedes que pasó con el niño Albert. Ese niño se convirtió en el físico y genio más influyente del siglo XX con su mundialmente conocida Teoría de la relatividad.
¿Ven? Cada uno de ellos confió en ellos mismos y tuvo el coraje de pensar en que los comentarios negativos son solo esas palabras de personas que no lograron lo que querían y simplemente quieren verte fallar en cada intento de tu vida. Recuerda, a nadie le gusta los fracasados.
Lo cierto es que, para llegar a la codiciada y anhelada cima, si debemos pasar por una autopista, una autopista que me gusta llamar “la autopista de las emociones vividas”, la cual siempre nos mantendrá ocupados en esas metas, en esos sueños que queremos dejar de soñar para que se conviertan en una realidad, en nuestra realidad. Sí, nos toca recorrer kilómetros, aguantar horas en el tráfico la mayoría de los días, mojarnos en la lluvia, aún cuando no queramos, amargarnos o simplemente distraernos, entonces aceptémoslo, amigos míos (perdónenme el atrevimiento de llamarlos así). La vida es así, es bella, es simple, es única, es transitoria, es caprichosa, es mía, es tuya... Simplemente abracemos y digámosle a la vida que el poder de hacerla “buena” o “mala”, está en nosotros.
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