Marcos, por su parte, estaba finalizando sus estudios. Marcos buscaba titularse en ingeniería mecánica. Una carrera que él pensaba le traería prosperidad, y sobre todo, bienestar económico. "Ayer leí en Internet sobre unos venezolanos que están siendo atacados en otros países, sólo por el simple hecho de ir a buscar un futuro mejor". Le comenta Elias a Marcos.
Elias, absorto en sus pensamientos, sólo llega a procesar la última frase que su padre le decía. Por su mente pasaban planes, ideas, metas, sueños que sabía no podría realizar donde se encontraba. Por lo menos no por ahora. "Hay que irse del país. Es la única forma de prosperar" dice Marcos, organizando sus pensamientos y retomando la conversación en el aire, de camino a sus rutinas.
"El país lo debemos levantar nosotros. No importa las circunstancias, debemos aguantar y ser mejores para poder salir de esta crisis. Además, si se van los buenos sólo quedarán los malos". Era evidente que la posición de Elias era la reconstrucción de su hogar, su patria, que había sido robada por una cúpula de cerdos y falsos revolucionarios. Pero Marcos sabía cómo eran las cosas. Sabía que se veía lejos un cambio inmediato, hasta se veía lejos un cambio a largo plazo. El país estaba en coma indefinidamente.
La mínima insinuación de salir del país para Elias le causaba un rotundo enojo y decepción, sumándole la tristeza que conllevaba despedir a personas cercanas. Marcos estaba consciente de eso, por eso sólo una vez hizo mención de un plan que estaba gestando, para cuando se hubiera diplomado como ingeniero mecánico. Él sabía qué debía hacer, aunque le doliera el alma.
Pasó el tiempo. Marcos logro su ingeniería con honores, siendo uno de los primeros de su clase. Tenía futuro prometedor, pero la situación que lo rodeaba no había hecho más que empeorar. Las cosas cada vez costaban más dinero, la delincuencia cada día era peor, el alimento faltaba con más frecuencia. Marcos ya no soportaba la situación por la que estaba pasando.
El día de la entrega del titulo de Marcos, Elias no aguantaba la alegría que le causaba ver a su hijo convertido en un profesional. Sentía que todo lo que había hecho por él estaba dando frutos, lo veía con un futuro por delante y lo animaba a ser líder en un nuevo proceso de cambio, de mejoría. El orgullo que Marcos le producía a Elias era digno de un investigador y un nuevo descubrimiento o de un explorador y su pasaje por nuevas tierras. "Ahora lo que viene es partirse la espalda hijo. A buscar trabajo y ser lo mejor que se pueda" le dijo Elias a Marcos el día de su graduación junto a un enorme abrazo de felicitación.
Un día, tiempo después de la graduación de Marco, Elias se levantó para trabajar, como siempre lo había hecho. Para él todo estaba normal, otro día más de trabajo duro y arduo para poder cumplir con las necesidades básicas como eran comer, vestirse, recrearse y sobrevivir en un país que cada día empeoraba más y le colocaba la soga al cuello a más de uno.
La noche anterior estuvo con Marcos en casa de uno sus amigos, bebiendo alcohol y hablando de la situación del país (asunto común en todos lados). Sea por la borrachera de verdades o por el simple hecho de que le naciera, Elias termino la noche abrazado con su hijo Marcos, diciéndole que lo amaba y que todo lo que hacía era para él y su bienestar. Que todo lo que él se propusiera sería una realidad si le ponía el empeño que lo caracterizaba.
Elias se da cuenta de un sobre que está sobre el comedor, tiene su nombre inscrito.
Si hubiera sabido que sería la última vez que vería a su hijo o quizás en mucho tiempo, Elias lo hubiera abrazado tan fuerte que no lo hubiera soltado. Allí yacía, solo, sentado en la cocina de su casa, asimilando lo que acababa de leer. Las lagrimas no pidieron permiso, sólo fluyeron. El tiempo no fue el mismo, la tristeza distorsiono todo. Lo único que pudo razonar Elias fue que le deseaba todo lo mejor a Marcos, aún sintiendo como su corazón había sido apaleado y no puedo evitar maldecir a los causantes de tal situación que empujo a su hijo a huir de su país.
El cuerpo de Elias seguía ahí, pero por dentro una tristeza lo embargaba. Su familia se había separado.
Gran relato que de ciencia ficción para tiene cero (0)... es la cruel y triste realidad de millones de seres humanos. Un abrazo desde Aragua...
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Se que saldremos de todo esto.
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