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Hoy día la teoría más aceptada del origen del universo es el llamado Big-Bang, según el cual a partir de un punto infinitamente pequeño pero con masa infinita, surgió toda la materia y energía presente en el universo tras una increíble explosión.
George Gamow, un científico ruso-americano nacido en 1904 predijo que, de ser así, el Big-Bang debería haber dejado una huella del estallido que, tras todos estos miles de millones de años, debería poder detectarse en forma de microondas.
En 1965 los científicos americanos Arno Penzias y Robert Wilson trabajaban en un nuevo tipo de antena para escuchar el universo y se encontraron con una señal procedente de todas partes del universo que interfería sus investigaciones.
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Después de revisar toda la instalación y llegar incluso a limpiar todas las cagadas de pájaros por si su carácter dieléctrico podía interferir, llegaron a la conclusión de que esta señal tenía que ser la radiación de fondo prevista por Gamow, lo que les valió el premio Nobel en 1978.
Para poder confirmar esta teoría se lanza el satélite COBE (COsmic Backgroun Explorer) que durante 5 años (1989-1993) escudriñó el universo hasta conseguir el primero de estos mapas de radiación cósmica.
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Como la resolución no era muy buena en 2001 se lanza un segundo satelite llamado WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) que nos dejó esta fotografía del universo cuando solo tenia 380.000 años de edad.
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Fue en esta época cuando el universo se enfrió lo suficiente como para que la sopa de partículas fuese formando los primeros átomos, lo que volvió al universo transparente y permitió que la luz pudiese viajar por el espacio hasta nuestros días.
En esta fotografía, los pequeños grumos de colores amarillo y rojo representan zonas más calientes y densas del universo primitivo, de las que finalmente irían surgiendo las galaxias que hoy podemos observar en el firmamento.
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