Los países más desarrollados gozan de una economía estable y la magia del consumismo les permite darse ciertos lujos, uno de los más comunes es disfrutar de los dispositivos de última generación o incluso portar joyas ostentosas, todo muy bonito, pero la verdad es que no saben el precio que han pagado muchas personas por ello y no hablo de dinero.
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Seguramente estarás leyendo este artículo desde tu teléfono o Tablet y para funcionar requiere de minerales como Coltán e incluso oro para poder funcionar, indirectamente estás contribuyendo a varios fines violentos y no lo sabes.
La República Democrática del Congo es una zona muy violenta y desfavorecida, aún con el 80% de las reservas de Coltán, ese mineral tan fabuloso que puede hacer funcionar dispositivos de última generación.
¿Sabías que por cada kilo de Coltán que se extrae en el Congo deben morir 2 personas?
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No solo la violencia que enmarca la extracción de este mineral lo hace tan problemático, las personas que trabajan en estas minas son prácticamente esclavos, los grupos guerrilleros predominantes en la zona obligan a las personas a trabajar en las minas por 1 euro al día, con jornadas de más de 14 horas.
Toda esta industria funciona a la sombra de cualquier legalidad o supervisión estatal, todos los días hay accidentes laborales en un escenario risible de incumplimiento de normas.
¿Sabes que la media de muertes en una mina de Coltán es de 1 cada día?
La gran pregunta es ¿Cómo hacen las grandes marcas tecnológicas para adquirir este Coltán, si absolutamente toda su explotación se hace de forma ilegal?, ¿cómo justifican su compra e importación, de dónde sacan facturas y documentos legales para su uso?
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Pasa lo mismo con otros minerales como el oro, o piedras preciosas como los diamantes o las esmeraldas, todo esto viaja manchado de sangre a occidente, dejando muertes y pobreza en sus lugares de origen, continentes completos usados simplemente como fuente de recursos para los países más afortunados.
Creo que la mejor forma de ayudar a los países del tercer mundo es dejar de explotarlos y usarlos como fuente de recursos a cualquier costo, darles la importancia mínima que merecen las vidas de los seres humanos, las personas no son objetos ni soldados, todos somos iguales.