Amanda era su nombre, gritaba ferozmente alejando a los animales nocturnos de la redoma, búhos y otros psicopompos que revoloteaban despavoridos al escuchar tales gritos de agonía y horror.
Amanda había visto la imagen del diablo retratada en su pared y su bebé aún no nacido pataleaba con fervor e iracunda pasión en su vientre. Ella vivía sola en aquella cabaña y no había un ser quien la acogiese. Durante su juventud participó en múltiples cultos satánicos. Adorando a dioses paganos y criaturas cuyo nombre real se habían perdido en el tiempo, pero ahora estaba arrepentida, no recuerda quien era el padre de aquel bebé. Vagos recuerdos de una orgia hacían acto presencia en su conciencia y aunque su mente deliraba de vez en cuando, estaba al tanto de que llevaba cargando con esa criatura desde hace siete meses. Desde entonces todo había sido agonía, toda comida le repugnaba y los terrores nocturnos se hacían más presentes.
Una noche mientras leía un viejo y polvoriento libro empezó a escuchar voces provenientes de las afueras, aquellas asimilaban conversaciones de personas y eran tan fuertes que de hecho eran descaradas. Su mirada era iracunda, apretó sus puños crujiendo cada hueso de sus dedos y observó por la ventana, “¡Déjame en paz!” Gritó a todo pulmón. En ese momento hubo quietud, las voces callaron, pero lo que fue calma se volvió discordia, risas atormentadoras empezaron a escucharse de todos lados, Amanda veía a la oscuridad y dónde quiera que lanzase la mirada observaba aquellas horrorosas y deleznables caras, seres horribles sacados de su propio infierno personal pidiendo por su alma. Había una voz en especial grave y monstruosa que le hacía temblar con sumo fervor, sus piernas flaqueaba al escuchar esa horrible voz, voz que no sonaba precisamente humana, voz que de hecho salía de su interior, de su vientre para ser exacto. Amanda grito y sollozo, diablos y brujas se hacían presentes por doquier, sus temibles y horrorosas voces pesadillezcas cambiaron de tono, y lo que era ruido se volvieron palabras, “trae a la vida al señor, trae a la vida al señor, trae a la vida al señor”… Se repetía mutuamente, una y otra vez, Amanda no resistía la presión sudaba, lloraba, gritaba y en su defensa, sometida ante la presión tomo un cuchillo de veintidós centímetros y lo clavo en su abdomen, haciendo una parodia del harakiri, movió el cuchillo arriba y abajo hasta llegar a su vagina y se aseguró de aniquilar al ya formado bebé dentro de ella. “No te traeré a este mundo” fueron sus desesperadas y últimas palabras antes de morir por el desangramiento y el dolor.
Su cuerpo exánime no sería encontrado sino seis días después por sus padres, en posición fetal en un charco asqueroso de pus, sangre y restos humanos. La policía no pudo hacer más que declararlo como suicidio voluntario y su madre con el corazón destrozado se culpaba así misma por no haber estado a su lado, “No es tu culpa Denis” Afirmó el padre de Amanda, “¿cómo puedes decir eso? Sabías tan bien como yo el delicado estado mental de Amanda, sabía que sus delirios provocados por su avanzado estado de esquizofrenia era algo con lo que no podía lidiar sola, dejamos sola a mi bebe…” Afirmo Denis entre llantos y lamentos perpetuos.
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Que bonito, ¡me encantó!
Me alegra mucho que te gustase :)
Que historia tan horrible... me encanto..!
es precisamente lo que se quiere, gracias :)