El tema de la relevancia en lo que son las producciones intelectuales que normalmente tienen que ver con las disímiles expresiones de la vida universitaria en todos los países del mundo, constituye, para decir lo menos, un asunto curioso, medio enigmático... En no pocas ocasiones, hasta unido a sadismos, masoquismos, misterios, etc., etc.
Desde hace décadas vengo asistiendo animosamente a eventos universitarios en diferentes países. Eventos que abrazan (miopemente, en la mayoría de los casos) la temática de los tipos de investigaciones que se hacen en las casas de estudios, los métodos que trazan tales indagaciones, las formas en las cuales se presentan los resultados, en fin.
Primero que todo, bueno es dejar más o menos en claro que por relevancia, en términos de un tema que se presente y debata a instancias orgánicas de una universidad, entendemos la pertinencia de fondo y de forma que éste ha de poseer (involucrando al autor en cuestión), en cuanto a su factura científica, tecnológica o humanística; ello a tenor de las demandas exógenas (institucionales, nacionales, hemisféricas, en fin) o de las demandas endógenas (subjetivas).
Ah... Pero da la impresión que en general la crónica miopía que a través de los años viene padeciendo nuestra institución universitaria de colocar todos los huevos teleológicos (entiéndase, el deber ser) en la cesta única de la tarea investigativo-científica, coloca -así- todo género de piedras en el camino para los efectos de asumir con riqueza lo que es la relevancia. Entubando el asunto de esta forma (lo cual conforma la aciaga tradición), pues se deja de ver con claridad, frescura y legitimidad tanto la línea de lo tecnológico (con toda su especificidad y fertilidad) como la línea de lo humanístico (con toda su especificidad y fertilidad).
Es común observar cómo los teóricos de la cosa universitaria suelen relacionar linealmente lo relevante con lo investigativo-científico; y en esto último, preponderan el método hipotético-deductivo, a despecho inclusive de los métodos científicos dialéctico-concreto (tan consustanciado con la economía-política, por ejemplo) y abstracto-deductivo (tan consustanciado con la matemática, por ejemplo). Pero es que no solo son los teóricos que escriben y participan en los congresos académicos; también semejante miopía la observamos hasta en leyes, normativas... ¡Es un horror!
Hay que decir que para que una investigación que se proponga lograr la condición de científica debe, por un lado, lograr objetividad, objetivación. Es decir que los conocimientos que se van gestando en el proceso accidentado de lo indagatorio, sean confrontados con la realidad y que en en esta confrontación haya verificación... Conciliación entre lo que se ha logrado en el aludido proceso arbitrario de la investigación y la terca realidad; considerando, claro está, no solo el poder orientador de la hipótesis planteada sino el sentido asimismo orientador de "la teoría calificada del todo" que se ha tenido que tomar en cuenta. Además de la objetivación, se debe lograr validez, honra a una lógica discursiva. Es decir, la exposición (instancia rigurosa) que se hace de la investigación (instancia arbitraria) debe necesariamente que abrazar lógica adecuada, un lenguaje coherente.
Vale la pena ahora plantearse... Si bien son la objetivación y la validez los criterios clásicos en virtud de los cuales se estabilizan las visiones para denotar qué es relevancia en la investigación y la exposición científicas, ¿Cuáles corresponden entonces a los renglones "tecnología" y "humanidades"?
¿Acaso son en tecnología, elementos varios (complejo o simples como el utilitarismo)? ¿Acaso son en humanidades, elementos varios (complejos o desparramados como el "todo vale")?
Reitero... ¡Qué curioso que casi nadie se ocupa de hablar de ello!
¿Qué tal si incursionamos en el asunto aquí mismo en esta plataforma, en artículos e intercambios posteriores?
Agradecido.