Si uno sigue pensando que el lenguaje es solo un vehículo, un instrumento de algo borroso para algo claroscuro, y no precisa más que eso, pues seguiremos ¡aun en la academia! llevando a cuestas la adicional noción de que tanto la lógica como la matemática tienen un objeto raro, misterioso, indefinible. Pregúntele a un profesor de química o de economía política sobre cuál es el respectivo objeto de sus ciencias de especialidad, y, con toda seguridad tendrán en sus labios la precisa respuesta; ah… pregúntenle ahora a un profesor de matemática o de lógica sobre “el qué” de sus materias… Muy probablemente apelará al titubeo, a las galimatías, a los tartamudeos…

Es que el lenguaje no solo es un puente para comunicar el pensamiento (y la emocionalidad) con la realidad objetiva, sino que es –como bien lo indicó a principios del pasado siglo el agudísimo lingüista ruso Valentín Voloshinov*- su materia prima, su cuerpo constitutivo. Sí, su cuerpo constitutivo incluyendo en ello, sus alumbramientos, sus develaciones, sus contrabandos de sesgo ideológico, sus claridades, sus oscuridades. Ello no solo con respecto a la realidad objetiva sino con respecto a lo que el músico y poeta venezolano Italo Pizzolante** llamó “mundos nuevos en la fantasía”.

Es que las lógicas y las matemáticas viven en los intersticios del psiquismo y de la emocionalidad; también en el tejido interno de la realidad objetiva (entiéndase, fenómenos naturales y relaciones sociales) y en tanto todo ello son vehiculizadas por vía del lenguaje; claro, siendo la ciencia su hábitat transhistóricamente perfecto. Y sin ambages traemos a colación la palabra ciencia toda vez que este puntual conocimiento se funda tanto en la objetivación (entiéndase, verificación) como en la validez (entiéndase, honra a un modelo determinado de organización eidética).

Por cierto… Cuando decimos que la ciencia es el relieve por excelencia de las matemáticas y las lógicas, damos por entendido que en ello está incluido el mundo de lo computacional. A estas alturas del devenir, la categoría epistemológica objetivación (comprobación, acción de verificar) no puede verse como quien toma una fotografía en un momento dado, sino hacer de lo matemático y lo lógico algo parecido a lo que se hace con la goma de mascar… Lo virtual no solo está compenetrado a las acciones simples del uso del ordenador, sino a la capacidad que la tecnología computacional posee hoy por hoy de jugar con el tiempo, con el espacio y, lo que es más complejo, ¡con lo situacional! Es, volviendo con lo de Pizzolante, “mundos nuevos” no solo en la fantasía, sino en lo probable, en lo verosímil.

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