Mucho amor y sexo real en "Love" de Gaspar Noé

Love cuenta con Benoît Debie como director de fotografía, quien también ha acompañado a Noé en sus dos cintas anteriores. Aquí vuelve a trabajar sobre un tratamiento de la estética y la composición muy cuidado y preciso usando largos planos en los que la cámara se cierne alrededor del personaje principal, perturbado por los recuerdos; Planos fijos del protagonista mirando a cámara o viéndole de espaldas abundan, que incluye la representación de sus deseos de que en su casa gris albergue de nuevo a Electra. La fotografía y el juego de luces junto a la paleta de colores atrapan y deleita visualmente al espectador para que no queden decepcionados ante una vulgar escena de sexo real y vea una pieza artística que salva al film de caer en lo pornográfico, esto sin restarle mérito al montaje que aprovecha cada toma para narrar la historia en retrospectiva, yendo y viniendo en el tiempo. Por otra parte, es icónico la vestimenta y la coloración; vemos como Morphy y Elektra visten los mismos colores al principio de la relación; en las escenas de sexo, las sábanas y el contraste es de un rojo pasión que evidencia la intensidad entre ambos personajes, muy diferente a la disparidad de colores que tienen a medida que la historia evoluciona y se marcan las diferencias en los dos. Asimismo los planos parecen ser limpios y adornan lo explícito del film, pero vuelve tedioso y aburrido en ocasiones la trama, agregado a las repetitivas posiciones y escenas de sexo real en el largometraje que resultan en ocasiones innecesarias.

Por su parte, al igual que el aspecto visual, la musicalización de la película es un elemento clave que va en sintonía con las acciones que se desarrollan en la trama. La música mantiene el peso de las duraderas escenas de sexo que son grabadas con infinitas tomas. Otro punto que parece restarle peso al argumento, es la falta de desarrollo actoral del elenco, actores debutantes que en ocasiones no salvan el verdadero melodrama y conflicto de la historia junto a un guion, que con carencia de contenido, el film queda más bien en una práctica de su propio estilo erótico que no llega a respaldar el verdadero plano emocional que vende su título. Aun así, el director argentino trabajó en un guion que junto a un excelente montaje exhibe una historia en tres etapas: La confesión tras asimilar su realidad, delimitada con esas letras sobre-impresas blanco sobre rojo, La segunda parte son todos los recuerdos, la explicación objetiva del por qué es necesaria una confesión. Y la tercera parte es la necesidad de todos los personajes por tener un bebé. Allí Murphy está con Omi en la casa, pero quiere que desaparezca, que sea sustituida por Electra. Quiere, en definitiva, la familia que planeó con su ex-novia y que se ha convertido en su penitencia. El guion mantiene una excelente crítica al egoísmo dentro de las relaciones sexuales pero su contenido se agota demasiado rápido y pierde potencia a la hora de hilvanar el drama y termina por diluirse cuando los actores se pierden en los gritos –literalmente– en la búsqueda de la intensidad y el choque emocional que plantea la historia.

El estreno de la película fue en los Cannes en la sección oficial, aunque fue fuera del concurso. Llenó la sala con 2300 espectadores y 200 personas no pudieron entrar.

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Resulta curioso ver al mismo Gaspar Noé haciendo un cameo dentro de la película como el exnovio de Electra con quién tiene luego un encuentro sexual siendo novia de Morphy. Una actuación pequeña pero precisa que vende incluso más carisma que el protagonista de la historia. Por otro lado, contrario a la falta de carisma de Karl Glusman –quien lleva el papel principal–, las que lucen muy bien son las contrapartes femeninas. Aomi Muyock juega a ser la clásica belleza impredecible, aunque nunca termina por explotar en ese sentido. Mientras tanto, Klara Kristin conjuga una irresistible sensualidad mundana.

Al final, Love prometió ser una innovación al género erótico con una trama melodramática que pasa por debajo de la mesa y pierde peso a mitad de metraje pero es respaldada por la impecable fotografía y la ambientación musical volviéndola aun así una obra de arte más por el deleite visual y musical que por el argumento decadente y la reiteradas, o en ocasiones innecesarias, escenas de sexo real.