—El juzgado manda a llamar al acusado a delegar...
Un chico ingresó por la puerta principal, dirigiendo sus piernas en el camino correcto a la corte con una sonrisa, su cabello brillante y liso perfectamente peinado, una de sus camisas beige y unos pantalones negros no tan ajustados, zapatos elegantes combinados con su atuendo, sus ojos grises visualizando lo que tenía en frente, unos dientes blancos como la leche y su cabeza bien en lo alto, sin bajar la mirada nunca.
—El joven Ricky Morrison de 19 años, es acusado de asesinato con arma blanca a la vecina que vivía al frente de su casa, Andrea Di Gregorio, el día miércoles 23 de agosto del actual año a las 16 horas—expresó el abogado en contra del acusado.
El juez examinó al chico y con una voz precisa y sabia le preguntó —. ¿Juras decir toda la verdad y solamente más que la verdad, para tratar de resolver este caso aún si lo que digas podría usarse en tu contra?
—Lo juro.
—Entonces puede comenzar a dar su argumento del caso.
El chico le sonrió sinceramente y se quedó pensando por un corto tiempo, antes de abrir su boca para iniciar con la gran historia que pensaba contar. Al menos, la verdadera.
—Hace como 6 años conocí a Andrea luego de mudarme aquí, resultado del divorcio de mis padres y mi madre no tenía de otra más que comenzar una nueva vida en otro lugar. Andrea estaba en la calle jugando futbol y yo me tropecé con ella sin querer y desde allí, iniciamos una linda amistad que con los años se fue fortaleciendo sin parar—el chico lo relataba fascinado con lo que fue su vida en ese tiempo. Sin embargo, para el abogado en su contra, esto era una tontería.
—Objeción señoría. Esto me parece perderá del tiempo con lo que de una vez debería ser su argumento de porque la asesinó—manifestó el abogado un tanto molesto al juez.
—Señor Reyes, creo que es conveniente dejarlo hablar viendo que aún no hay prueba válida de que él la asesinó, así que toda información será importante hasta que se demuestre lo contrario.
El abogado bufó molesto y dejó continuar al chico, que sin duda, estaba demasiado tranquilo para ser acusado de un crimen.
—Puede continuar señor Morrison—aceptó el juez.
El chico sonrió y se colocó nostálgico con lo que iba a relatar en ese instante.
—Luego, 3 años después de haberla conocido, pasó un acontecimiento que empeoró mi vida... Mi madre murió de un accidente automovilístico—al chico se le fue la voz—. Me costó mucho aceptarlo y aunque Andrea me brindaba apoyo, estaba cayendo en una depresión lentamente y no podía controlarlo. Con ayuda de algunos psicólogos pude salir de eso, pero es algo que siempre mantendré en mí.
Todos en la corte lo escuchaban y muchos no podrán negar que se enternecieron con su historia.
—Mi padre desde lejos me ayudaba con la manutención y yo había pedido ejercer el derecho de emanciparme con el permiso de él, que aceptó con tal de no tenerme en su vida. Unos meses después, logré tener el derecho, pero aun así, mi padre no dejó de mandarme dinero y lo hace actualmente. La casa quedó a nombre de mí por el testamento que me dejó mi madre y también un poco de dinero que me ayudó a mantener la casa y mis estudios.
— ¿Qué relación tiene eso con el acto ocurrido?—le preguntó el juez, con su mano derecha puesta en su mentón analizando la situación. El chico suspiró, tomándose un corto tiempo antes de responder.
—Cuando obtuve la emancipación no comencé a trabajar de una vez, sino que trataba de continuar mis estudios...Me hice aún más cercano de la familia Di Gregorio. La señora Sarah y el señor Emilio me trataban como si fuera su hijo y así con el tiempo me volví parte de la familia. Ellos me querían y yo también. Sé que nunca podrían reemplazar a mi madre, pero me sentía agradecido de tenerlos conmigo—las palabras del chico eran de honestidad.
—Hasta que lo arruinaste Ricky—la señora Sarah, madre de Andrea, escupió sus palabras en un intento de hacerlo sentir mal, como era costumbre.
— ¡Yo no la maté Sarah!—exclamó algo irritado el chico.
— ¡Si fuiste tú! ¡Yo te vi!—Sarah levantó su voz, provocando disturbios en la sala.
— ¡Orden en la corte!—reclamó el juez con su mazo, algo molesto—. Señor Morrison, continúe.
El chico tragó saliva, un tanto irritado por las palabras de Sarah, alguien en quien había confiado y ahora lo odiaba por algo que no había cometido.
—Todo fue excelente los siguientes años. Había terminado el bachillerato y comencé la universidad en la misma zona, Andrea también estudiando en el mismo sitio. Todo era genial...hasta este año—la voz del chico se iba apagando y su sonrisa quería consumirse en un lamento.
— ¿Qué lo hizo diferente a los demás?—le preguntó el juez interesado en su historia.
—Ser yo mismo.
El juez quedó extrañado, al igual que las demás personas alrededor, pero Sarah solo colocó una cara de asco por sus palabras.
— ¿A qué te refieres con eso?
—Tenía que decirles que era gay.
La sala quedó en silencio, uno pesado, sin embargo, no muchos se sorprendieron. Era algo normal en la actualidad. El juez alzó su ceja y esperó paciente a que él continuara.
—Los reuní un día domingo a principios de febrero, porque esperaba conversar de eso y que tal vez lo tomaran bien. Tenía la ilusión que mi nueva familia me aceptara tal como era...sin embargo, mis sueños no tuvieron la oportunidad de cumplirse porqu...—lo interrumpió Sarah.
— ¿Cómo iba aceptar una aberración en mi casa? —y aunque él estaba acostumbrado a ese tipo de palabras, aquellas igualmente le siguieron doliendo como la primera vez.
—Señora Di Gregorio, le recuerdo que está en un juzgado y eso que está diciendo es violencia verbal. Así que por favor, haga silencio—le comentó el juez. Ella rodeó los ojos molesta y dejó continuar al chico.
—Ellos solo comenzaron a insultarme y criticarme, a excepción de Andrea, que intentó apoyarme, pero era una discusión muy grande y tuve que salir de la casa. Andrea y yo tratamos de mantener la comunicación, hablábamos por teléfono en las noches, nos mandábamos mensajes e incluso cuando sus padres estaban afuera trabajando, salíamos un par de veces para hablar y divertirnos un rato...pero luego de dos meses, ella comenzaba a comportarse extraño.
— ¿Cómo extraño?—le preguntó el juez.
—No contestaba mis llamadas, ni mis mensajes y siempre cuando le pedía para salir me negaba, estaba dejando de ser mi amiga...—desde ese punto, al chico le estaba costando hablar—. Así que un día que tenía libre fui a su casa y por suerte no estaban sus padres, traté de hablar con ella y preguntarle qué pasaba, lo que conseguí fueron insultos y más insultos de parte de ella, decía que era un asco y que no me quería jamás en su vida. Sus padres le habían llenado la cabeza de mierda sobre mí cuando la consideraba como mi hermana—el chico intentó no derramar lágrimas, aunque fue imposible. Aún con las lágrimas encima, siguió con su relato porque esto era importante y no debía ser débil.
—Pasaron tres meses y estaba en mi casa estudiando algo de psicología, cuando por una llamada me enteré que unos de nuestros amigos, Chris, había sufrido un accidente en el gimnasio y se había roto la pierna. Pensé considerablemente en decirle a Andrea, después de todo, Chris para nosotros era importante, así que fui a su casa y aunque las cosas estaban muy mal entre nosotros, decidí ir.
— ¿Cuando fue eso?
—El día de su muerte—seco, no era la palabra correcta para abarcar el sentimiento que buscaba dejarlo sin habla.
—Prosigue.
—Llegué a su casa y entré por la puerta trasera como siempre, pues tenían la costumbre de dejarla abierta. Cuando estuve adentro se sentía muy raro e incómodo.
— ¿Cómo sabías que Andrea estaría allí?—esta vez, preguntó el abogado de Sarah.
—Porque ella estudiaba la misma carrera que yo, por lo cual tenía los mismos horarios—le dijo serio.
—Deje que hable sin interrupciones señor Reyes, después le hace las preguntas que quiera—le habló el juez.
—Caminé por toda la casa buscándola, porque ella siempre se la pasaba en la sala, pero no la vi por ningún lado, así que fui hasta su habitación y cuando abrí la puerta yo...la encontré en el piso llena de sangre y… muerta—el chico intentó seguir, pero su corazón no podía continuar. Lagrimas cayeron por su cara, arruinando su aspecto perfecto que traía al entrar, y es que hablar de ella era tan doloroso como lo fue con su madre.
—Después no sé qué rayos pasó, me dieron un golpe fuerte en la cabeza que me dejó desmayado y cuando desperté su madre me gritaba y me daba golpes por todo mi cuerpo al igual que Emilio porque pensaban que la había matado. También tenía un cuchillo cerca de mí, cosa que no traía al entrar y tenía la ropa llena de sangre...llegó la policía y me metieron a la cárcel cuando yo no había cometido eso—decía algo furioso, porque lo acusaban de algo imperdonable.
— ¿Por qué te sacaron entonces? —cuestionó el juez. El chico rió irónico antes de hablar
—Me acusaban de haberla violado cuando soy gay, aparte de que el cuchillo tenía otras huellas dactilares diferentes a las mías, pero estaban casi invisibles. Pero claro, creo que si no hubieran estado las huellas, yo seguiría tras las rejas. Nadie me hubiera creído.
El juez analizó de nuevo la situación, mientras la corte se mantenía en silencio.
— ¿Tienes testigos?
—Sí, también tengo pruebas.
— ¿Pruebas?—el chico asintió —. Bueno, que pase el testigo.
Unos guardias de seguridad mandaron a llamar al testigo y mientras era llamado, el abogado Reyes puso su mirada molesta ante Ricky, este último lo notó y solo le dijo algo en un bajo volumen para que nadie lo escuchara—. Estás acabado.
La puerta principal fue abierta y entró una chica alta, con ojos color azul y unas proporciones definidas, que sin duda, era una belleza de mujer. Traía con ella una computadora en un estuche. Caminando a paso lento y preciso hasta llegar a la mirada fija del juez y del abogado Reyes. Ricky le tocaba sentarse al lado de su abogado Martín, mientras esperaba el relato de una de sus mejores amigas.
— ¿Y quién es usted?—le preguntó el juez. La chica en tono firme respondió.
—Mi nombre es Nancy Ortiz y soy amiga de Ricky Morrison desde hace unos cuantos años.
— ¿Qué viene a proporcionar a el caso?
Nancy con una sonrisa colocó la computadora a la vista del juez mientras que la encendía—. Soy profesional en las computadoras desde secundaria y actualmente me mantengo trabajando en la policía nacional de inteligencia. Así que Ricky me pidió ayuda y conseguí pruebas de que él es inocente.
— ¿Qué clase de pruebas?—el juez se acercó a la pantalla para ver lo que hacía, pero Nancy enchufó y conectó un cable para que se viera en la pantalla que estaba arriba, así todos en la corte lo verían.
—Pues algunas cosas que darán mucho de qué hablar.
El abogado Reyes y Sarah se encontraban algo pensativos, mientras manejaban algunos papeles en la mesa. Mientras tanto, Ricky y Martín se preparaban para el siguiente acto, que acordaron seguiría hablando Ricky. El chico se levantó y volviendo a la realidad dejó la tristeza atrás, y se mantuvo serio para que diría a continuación.
—Por mi cuenta y con ayuda de Nancy comencé a investigar a la persona que me había golpeado para incriminarme, así que tuve que ir a casa de Andrea. Su padre por suerte, me dejó pasar y se disculpó conmigo porque él se había dado cuenta de que yo no era el homicida y me dejó revisar las cámaras que tenían afuera de la casa. Nancy encontró este primer vídeo.
Se empezó a mostrar un vídeo, donde se veía perfectamente la zona de la calle y que en el transcurso de la cinta, un carro Toyota se estacionó delante de la casa y que de este, se bajó un hombre, pero, en el vídeo no se podía identificar quién era.
—Estoy algo confundido, tenía bastante claro que no había evidencia alguna de quién era el posible asesino aparte del señor Morrison—relató el juez algo confuso—. Por favor, llamen al oficial Carlos Steven.
Unos policías fueron en su búsqueda y después de unos pocos minutos, el hombre se apareció y caminó al frente del juez.
—Dígame señor—le habló con voz ronca.
—Buenas tardes señor Steven, lo he solicitado porque estoy tratando un caso en el que usted y su grupo realizaron los procesos legales e informaron con registro y todo que no había mucha evidencia del caso y que estaba en proceso de investigación. ¿Estoy en lo cierto no?
—Sí, afirmativo señor.
—Bueno, entonces puede decirme, ¿cómo es que un chico de 19 años claro que, con ayuda, pudo conseguir un vídeo realzando la evidencia de que si hay un tipo que asesinó a Andrea Di Gregorio mientras estaba resguardada en su hogar?
El oficial se quedó frio y a Nancy se le ocurrió poner el vídeo de nuevo para que el oficial lo viera.
—Nosotros revisamos las cámaras tanto del área donde sucedió el crimen y todo el sector de la vivienda, pero nunca vimos algo como eso—en sus palabras se pudo notar algo de nervios.
—No solo conseguimos ese video, sino que también cuando Ricky entró a la casa y que casi posteriormente de unos minutos, salió el hombre y entró a la camioneta saliendo del área. Fue fácil hacerlo, aunque, alguien anteriormente quiso borrar los vídeos y solo quedaron estos guardados en el disco duro gracias al guardado de repuesto—habló Nancy, colocando así el siguiente vídeo y dándole validez a sus palabras.
El juez miró al oficial con despectiva acabado el vídeo—. ¿Tienen algo más?
—Pudimos hackear el teléfono de la señora Di Gregorio y encontramos llamadas anteriores hacia el abogado Reyes, por lo cual en ese momento, hablamos con el señor Emilio y nos dijo que ese día iría a su hogar porque iban a charlar de cómo podrían realizar la orden de alejamiento a mi persona, sin embargo, se canceló porque tuvieron un problema en el trabajo.
Entonces, todas las miradas se dirigieron al abogado, porque la verdad, era algo realmente sospechoso.
— ¡Esperen! ¿De quién han sacado el permiso para hackear mi teléfono? —preguntó Sarah molesta.
—El señor Emilio nos dio el permiso de hacerlo—y para los que estaban a favor del acusado, su cara fue algo para dar satisfacción.
—Para seguir con el tema, antes de que me golpearan y quedara desmayado, pude ver en el tobillo del hombre, un tatuaje de un colibrí, lo cual nos da una pista más de quién es el asesino.
—Bueno, ¿Esas son todas sus pruebas?
—Sí señor—contestaron Nancy y el chico.
—Entonces, daré 15 minutos de descanso, en el que determinaremos una decisión final—relató el juez, antes de bajarse de su gran estrado e irse. Y así como él lo hizo, todos en el lugar también.
No es necesario decir que las personas correspondientes al caso estaban nerviosas por la decisión final.
Más que lo demás, el chico Ricky lo estaba. Era de seguro que ahora no se encontraba acusado, ¿pero qué pasaría después? Faltaban pocas pistas para poder identificar el asesino y era peligroso.
¿Acaso lo buscaría? ¿Querría vengarse por encontrar todas esas pruebas?...Él no estaba tan seguro. No sabía qué pasaría con su futuro, viendo las cosas, la única persona que quedaba para él era Andrea, y ya no estaba.
Avisándoles a sus amigos que lo acompañaban el día de hoy, decidió ir al baño y así lavarse la cara un poco para tranquilizar los nervios. Pero mientras iba caminando y a punto de entrar al baño de los hombres, en el baño de mujeres salió Sarah, algo triste y con lágrimas en los ojos.
— ¿Estás bien? —no pudo evitar decirle el chico. Aunque fue tratado muy mal por ella, él no podía dejar de ser amable y comprensivo con cada persona.
Ella se dio cuenta de su presencia y de inmediato se limpió las lágrimas que tenía en la cara, tratando de colocar una cara normal y sincera, la primera después de tanto tiempo.
—Si yo…Creo que debería disculparme contigo—le comentó con la mirada gacha y esto le sorprendió mucho a el chico.
— ¿Qué?
—Por pensar que la habías matado y por haberte criticado y humillado. No fue lo mejor y no espero que me perdones, porque fui una mala persona. Pero, lo siento—su disculpa era sincera, ¿pero por qué ahora? ¿Porque después de haberlo acusado de haber matado a su mejor amiga? De haberlo criticado, humillado y ofendido. ¿De que valía una disculpa si el pecado ya había sido cometido?
—Yo…no…no puedo disculparte. Simplemente no puedo, lo siento—y Sarah estuvo a punto de irse, porque sabía que no había más nada que hacer. Él la detuvo—. Antes de que te vayas… ¿Por qué no me quisiste aceptar como era? ¿Por qué fuiste así conmigo? ¿Acaso te fallé en algo?—esas palabras se las dijo con dolor.
Ella quedó un momento de espaldas hasta darse la vuelta y encararlo. Su mirada era de completa tristeza.
—Solo pido que no te molestes…
—Creo que no estás en posición de pedirme algo—respondió seriamente. Ella suspiró vencida.
—Antes que nada, porque a mi hija le gustabas y segundo…—se detuvo con una mirada en el piso.
— ¿Segundo qué? —no era para nada nuevo escuchar que Andrea tuvo un amor por él, esa fueron unas de sus razones de decir que era gay cuanto antes, pero ¿qué otra cosa podía haber?
—Te envidiaba.
El chico solo se pudo quedar parado, algo extraño y confuso, mientras ella estaba casi a punto de llorar.
¿Cómo podías envidiar a alguien que no tenía familia? ¿A alguien que no tenía a nadie más que a su mejor amiga porque su padre no quería estar con él? ¿A alguien que era discriminado por la sociedad solo por amar diferente? ¿Cómo ella podía envidiar a una persona que se quería morir en ese momento? Solo estaba hundido en un mar de dudas porque ella no merecía tener motivos para envidiarlo. Nadie debería tener motivos.
—No te entiendo—le manifestó confuso.
—Entonces déjame explicarte.
Ricky se quedó callado, escuchándola, aunque por alguna razón, no quería hacerlo.
—Te envidiaba porque fuiste y eres lo que yo nunca pude.
— ¿Qué no pudiste? —esto no le estaba gustando.
—Ser quién era en realidad.
El ambiente quedó en silencio y su impresión fue ganador de premio de oro. Dentro de él, estaba creciendo la furia poco a poco.
— ¿Cómo? —impactado no era la palabra correcta.
—No te confundas, amé y amo a Andrea, fue lo mejor que pudo haberme pasado en la vida. Pero me dolía eternamente que siempre viviera en una mentira tan ridícula como ser una familia perfecta con un esposo perfecto que me ama y que yo “amo”… Nunca fue así. Yo nunca amé a Emilio como se debería amar a alguien—Sarah comenzó a llorar.
— ¿¡Entonces por qué coño te casaste con él!? —le dijo molesto, apretando los puños tratando de no salir de control.
—Porque debía hacerlo, porque la sociedad en ese entonces no era como esto y yo no podía abrirme al mundo tan fácil. Intenté decírselo a mis padres una vez y terminé con una cachetada en mi mejilla y un sermón de que estaba confundida. Me enviaron a un internado católico después.
Ricky tragó saliva, porque nunca en su vida pudo imaginarse algo como esto, porque si lo hubiera escuchado antes se hubiera sentido conmovido y no tan molesto como lo estaba ahora. Porque en estos momentos solo deseaba callarle la boca por haber sido tan doble moral e injusta.
—No te odiaba Ricky y lamento haber hecho esas cosas tan horribles, pero estaba tan frustrada en ese entonces, tan infeliz porque yo no podía ser lo que tú eres en este instante, ser tú mismo. Sé que no lo justifica, pero espero que algún día lo entiendas y puedas…—él la interrumpió.
—Basta—le dijo cansado de escucharla.
— ¿Qué?
—Que pares, que dejes de hablar, porque entiendo tu dolor. Sentí lo mismo que tú cada día antes de abrirme como era y no sabes cuánto sufrí antes de hacerlo, y sé que tú vida no es igual a la mía porque estamos en otra actualidad… ¡Pero eso no justifica haberme agredido o insultado! —la furia lo invadió.
—Yo lo sé pero…
— ¡NO! ¡Tú no entiendes verdaderamente que es sufrir de verdad! Que es ser criticado solo por tu manera de ser, solo por amar diferente, por vestirte a tu gusto pero que a la vista de los demás es tabú. No entiendes que es ser humillado, lastimado y herido, no sabes que es estar roto, sentir que no tienes nada, que estás solo en esto, porque nunca tuviste apoyo en tu vida… ¿¡SABES LA VERDADERA RAZÓN POR LA CUAL MIS PADRES SE SEPARARON!?
Ella se quedó callada.
—Mi padre nos abandonó cuando se enteró que a mí me gustaban los chicos en vez de las chicas. Dejó a mi madre, a una mujer esplendida por mi culpa, ¡por mi maldita culpa!... ¡Ah! pero ¿eso no lo sabías no? —y una de las muchas cosas que él no evitó, fueron las lágrimas que comenzaron a caer.
—Si tan solo hubieras tenido el valor suficiente de hacerlo Sarah, de decir que eras lesbiana, y que esa era la verdadera tú desde un principio… ¡Hubieras evitado la muerte de tu propia hija! ¡Que para el colmo trajiste a la persona que lo asesinó!.. ¡Tú la mataste por ser tan cobarde y no aceptarte cómo eres! —Ricky no paraba de hablar, simplemente estaba frustrado, porque para él, ella era una mentirosa, y no solo para él, sino que para ella misma.
— ¿De qué hablas? —el llanto no la dejaba hablar bien, pero su duda se manifestó claramente.
— ¡EL ABOGADO REYES LA ASESINÓ! —exclamó molesto—. Tengo unas malditas pruebas que lo confirman, el auto, los vídeos, las fotos, todo. ¡SOLO PORQUE TÚ ME QUERÍAS PONER UNA MALDITA ORDEN DE ALEJAMIENTO POR TU PUTA FRUSTRACIÓN, TÚ MALDITA MENTIRA QUE NO DIJISTE A TIEMPO! ¡QUÉ PARA EL COLMO, ME INSULTABAS CUANDO SENTÍAS LA MISMA MIERDA QUE YO SENTÍ! ¿QUÉ CLASE DE PERSONA ERES?
A Sarah se le secó la boca y cayó de rodillas en llanto, sin saber que decir. No podía creerlo, no podía creer nada de lo que decía porque le estaba quemando por dentro. No quería creer que era su culpa.
—Trajiste al mismo asesino a tu casa por no tener las malditas agalladas de aceptarte, de amarte, de luchar por tu amor hacia ti y ser quien en verdad eras... ¿De qué valió esta vida falsa si tienes tanta mierda acumulada? Porque veo que solo eres más que una mentira que tiene ganas de ser revelada, pero que no puede por temor a ser juzgada. Eso es de cobardes—tal vez el chico estaba siendo cruel, pero era más que la verdad y la verdad dolía.
El chico se fue, dejándola ahí y caminando a la corte de nuevo, quedaban dos minutos faltantes. Y en eso comenzó a conversar con su abogado y Nancy, pues ya les habían dado las pruebas faltantes de que el abogado Reyes era el asesino, así que lo arrestarían cuando el juez diera la sentencia. Aún se sentía frustrado, no sabía qué hacer, pero sentía una fuerte acidez en la boca. Se sentía enfermo y aunque sabía que todo lo que le había dicho a esa mujer era verdad, se sentía pésimo por dentro. Terminaron los dos minutos y las personas entraron nuevamente a la corte, solo que con unos policías de más para evitar que el abogado Reyes y los policías corruptos que lo ayudaron, escaparan. El juez entró y todo quedó en absoluto silencio.
—El veredicto final de este caso y apoyado en las pruebas que se vieron anteriormente, se sentencia al abogado Reyes por homicidio, allanamiento y violación a la señorita Andrea Di Gregorio el pasado mes de Agosto. Con una sentencia de 30 años de cárcel. También agregando a los policías que intervinieron en las evidencias y manipularon la información, con sentencia de 10 a 15 años sin potestad de pagar fianza—finalizó el juez.
— ¿¡QUÉ!? —gritó el abogado Reyes, al igual que algunos de los policías corruptos sentenciados—. NO ES POSIBLE, NO HAY PRUEBAS DE QUE YO LA MATÉ.
—En realidad sí, señor Reyes. Gracias a la investigación de la señorita Nancy, pudimos aclarar las dudas y afirmar que era su auto el que estuvo en el vídeo el día de la muerte de la señorita Di Gregorio, aparte de que el señor Morrison vio un tatuaje de un colibrí en la pierna del asesino, cosa que usted tiene—le explicó el abogado de Ricky, Martín.
—YO NO TENGO NINGUN TATUAJE—exclamó furioso.
—Caballeros por favor—dijo Martín. Unos policías lo agarraron y Martín se acercó al tobillo derecho de Reyes y subió el pantalón, comprobando que este si era el asesino.
—Bueno, que más que esa comprobación. Pueden llevarse a estas personas oficiales—habló el juez—. Esta sesión ha terminado. Siguiente caso.
El chico salió lo más rápido que pudo de la corte, sin despedirse ni avisar a nadie y se dirigió a su auto solo para entrar y quedarse en el volante.
— ¡MIERDA! —dio varios golpes fuertes al volante. Se sentía mal y patético. Había ganado el caso, sí, ¿pero de que valía si Andrea seguía muerta?
Cuando la única persona que tenía la culpa de todo era aquella mujer mentirosa. Sabía que tuvo sus razones, que era demasiado difícil abrirse al mundo siendo ella misma, pero a causa de sus actos hubo consecuencias que también a él lo perjudicaron. ¿Cómo podía perdonar a alguien así?...
¿Y debía perdonarla?
Dejó de pensar cuando escuchó un sonido en su teléfono y decidió investigar que era. El mensaje que se encontraba en su celular enviado desde un número privado lo dejó en shock.
“Hey, quería agradecerte. No todo el mundo te libera de la cárcel fácilmente, así que gracias… pero como verás, tengo que asesinarte. Ya sabes, no puedo dejar rastros de mis crímenes. Pero en serio, gracias por culpar al abogado Reyes por mí. Te quiero.”
— ¿Qué mierd…—y antes de completar la frase, su cabeza cayó en el volante a causa de una bala que fue impactada en su cráneo, matándolo en segundos.
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