El parque Rafael Belaunde es un lugar que fácilmente pasaría desapercibido, pero hoy decidí que no podía quedarse fuera del mapa. Llegar hasta aquí fue sencillo, gracias a mi fiel bicicleta, y apenas puse un pie en el lugar, me di cuenta de que estaba ante un espacio que parecía atrapado en el tiempo. El polvo cubre los columpios, los toboganes lucen descoloridos y las grietas en la cancha cuentan historias de años sin mantenimiento. Sin embargo, este descuido solo hace más interesante la tarea de trazarlo.
Con Overpass y una buena dosis de paciencia, comencé a delimitar cada rincón del parque. Mientras avanzaba con la cartografía, iba descubriendo los pequeños detalles: las piedras que delimitan el perímetro, los árboles que aún dan sombra y los pocos bancos que resisten el paso del tiempo. Decidí concentrarme en las áreas clave: los juegos infantiles, la cancha y los alrededores. Usé los hexágonos para dividir el espacio y logré trazar un mapa bastante completo.
El silencio del lugar fue un aliado invaluable. No había distracciones, solo el sonido del viento y el clic de mi cámara mientras registraba cada rincón. Este parque podría ser mucho más que un lugar olvidado; tiene el potencial para convertirse en un punto de encuentro comunitario. La cartografía no es solo un ejercicio técnico, es también un llamado a reimaginar y redescubrir espacios.