En la víspera de fin de año, la mesa se convierte en un lienzo de elegancia y refinamiento con un mantel de flores en tonos blanco roto y gris de lino. La suavidad de los colores se entrelaza con la promesa de una velada memorable. En el corazón de la mesa, resplandecen tarros de cristal que sostienen majestuosas velas. Cada vela está adornada con detalles en rojo, destilando un resplandor cálido y festivo que ilumina la celebración.
Los portavelas, meticulosamente colocados, danzan con cascabeles rojos, añadiendo una melodía visual a la escena. El tintineo suave de los cascabeles se suma a la atmósfera de alegría que impregna la reunión. La combinación armoniosa de blanco, gris y rojo crea un ambiente acogedor y lujoso, tejiendo la celebración en cada detalle.
Los platos, cuidadosamente dispuestos, ofrecen una sinfonía de sabores. Desde embutidos que despiertan los sentidos hasta ahumados que deleitan el paladar. El pastel de queso con huevas aporta una nota exquisita, mientras que los langostinos, joyas culinarias del mar, completan la experiencia gastronómica. La mesa, cargada de delicias, es un escenario donde los comensales compartirán risas y brindis, despidiendo el año con gratitud y anticipación hacia lo que está por venir.