En un confín remoto del universo, donde las estrellas titilaban como diamantes en un cielo de terciopelo, florecía Itxaropena, un pequeño planeta bañado en luz. Sus habitantes, seres de pura esencia lumínica, habían contemplado eones de creación y destrucción, aprendiendo que incluso en la noche más oscura, un nuevo amanecer siempre aguardaba.
Entre estos habitantes luminosos se encontró a Elara, una figura cuya presencia irradiaba tanta fragilidad como fortaleza. Huérfana desde temprana edad, había perdido a sus padres y había visto cómo la guerra arrebataba a sus hermanos en una lucha sin sentido. Su dolor no era solo un eco en su corazón; se manifestaba en cada gesto que realizaba. Cuando hablaba, su voz temblaba ligeramente, como si cada palabra estuviera impregnada de la tristeza acumulada a lo largo de los años. Sus ojos, aunque brillantes como estrellas, llevaban el peso de recuerdos perdidos.
Descendió a Marcón, un mundo sumido en sombras y desesperanza, donde la guerra había sembrado muerte y desolación. Allí, tomó la forma de una anciana, sus ojos, dos estrellas que reflejaban la sabiduría de los tiempos y el dolor de la humanidad. Llevaba consigo una pequeña llama, un faro de esperanza en la más absoluta oscuridad.
Día tras día, Elara recorría aldeas y ciudades, tejiendo historias con su voz suave pero firme. Relatos sobre héroes anónimos que habían desafiado adversidades inimaginables. Sin embargo, sus esfuerzos eran frecuentemente ignorados; muchos la miraban con desdén o incluso la maltrataban por sus intentos de recordarles que siempre hay luz en medio de la oscuridad. A pesar del rechazo constante, ella persistía. Cada vez que contaba una historia, su cuerpo se inclinaba hacia adelante con fervor; sus manos gesticulaban con pasión mientras evocaba imágenes vívidas de valentía y esperanza.
A menudo se detenía frente a grupos indiferentes o burlones; Sin embargo, cuando terminaba una historia particularmente conmovedora, podía notar cambios sutiles en las expresiones faciales de quienes la escuchaban. Algunos comenzaban a fruncir el ceño pensativo; otros mostraron destellos de comprensión en sus miradas vacías. Aunque muchos no lo admitieron abiertamente, Elara sabía que algo dentro de ellos resonaba con sus palabras.
Con cada historia contada bajo el cielo estrellado de Marcón, Elara no solo recordaba a los caídos, sino que también encendía pequeñas luces en los corazones ajenos. Era un faro en medio del caos emocional que rodeaba a su gente.
Justo cuando Elara comenzaba a creer que su misión era en vano, algo extraordinario sucedió. Mientras contaba la historia de un héroe que había logrado domesticar un dragón para proteger a su pueblo, un verdadero dragón emergió de las sombras. Era una criatura colosal, con escamas de obsidiana y ojos que ardían como brasas. Al escuchar la historia, el dragón se sintió profundamente conmovido por el heroísmo del personaje y, en un gesto de gratitud, se arrodilló ante Elara.
Con un rugido que sacudió la tierra, el dragón anunció que se convertiría en el protector de Marcón. A partir de ese momento, la criatura mítica patrullaba los cielos, ahuyentando a cualquier amenaza y convirtiéndose en un símbolo de esperanza para los habitantes del planeta. Elara, sorprendida, pero complacida, se convirtió en la intérprete oficial del dragón, traduciendo sus pensamientos y deseos a los humanos.
La noticia de la alianza entre una anciana y un dragón se propagó rápidamente por todo el universo. Pronto, peregrinos de todas las galaxias llegaron a Marcón para presenciar este fenómeno único. El planeta, que antes era un lugar de oscuridad y desesperanza, se transformó en un centro de turismo galáctico. Los habitantes de Marcón, aprovechando la popularidad del dragón, construyeron hoteles espaciales, parques temáticos y casinos intergalácticos.
Elara, lejos de sentirse abrumada por el éxito, se dedicó a escribir un best-seller sobre su vida y aventuras. El libro se convirtió en un éxito mundial y fue traducido a millones de idiomas. Con las ganancias obtenidas, fundó una universidad intergaláctica donde se enseñaba la historia de Marcón y la importancia de la esperanza.
Y así, la pequeña llama de esperanza que Elara había llevado a Marcón se convirtió en un incendio que iluminó todo el universo. El planeta, que una vez fue sumido en la oscuridad, se convirtió en un faro de optimismo y progreso. Y todo gracias a una anciana, un dragón y una historia bien contada.
Elara and her message
In a remote corner of the universe, where the stars twinkled like diamonds in a velvet sky, bloomed Itxaropena, a small planet bathed in light. Its inhabitants, beings of pure luminous essence, had contemplated eons of creation and destruction, learning that even in the darkest night, a new dawn always awaited.
Among these luminous inhabitants was Elara, a figure whose presence radiated both fragility and strength. Orphaned from an early age, she had lost her parents and had seen her siblings snatched away by war in a senseless struggle. Her pain was not just an echo in her heart; it manifested itself in every gesture she made. When he spoke, his voice trembled slightly, as if every word was imbued with the sadness accumulated over the years. His eyes, though bright as stars, carried the weight of lost memories.
She descended to Marcón, a world mired in shadows and despair, where war had sown death and desolation. There, she took the form of an old woman, her eyes, two stars that reflected the wisdom of the times and the pain of humanity. She carried with her a small flame, a beacon of hope in the utter darkness.
Day after day, Elara traveled through villages and towns, weaving stories with her soft but steady voice. Tales of unsung heroes who had defied unimaginable odds. However, her efforts were often ignored; many looked down on her or even mistreated her for her attempts to remind them that there is always light in the midst of darkness. Despite the constant rejection, she persisted. Whenever she told a story, her body leaned forward with fervor; her hands gestured with passion as she evoked vivid images of courage and hope.
She often paused in front of indifferent or mocking groups; however, when she finished a particularly moving story, she could notice subtle changes in the facial expressions of those listening. Some would begin to frown thoughtfully; others showed glimmers of understanding in their vacant stares. Although many would not openly admit it, Elara knew that something within them resonated with her words.
With each story told under the starry sky of Marcón, Elara not only remembered the fallen, but also lit little lights in the hearts of others. She was a beacon in the midst of the emotional chaos that surrounded her people.
Just when Elara was beginning to believe that her mission was in vain, something extraordinary happened. As she told the story of a hero who had successfully tamed a dragon to protect his people, a real dragon emerged from the shadows. It was a colossal creature, with obsidian scales and eyes that burned like embers. Upon hearing the story, the dragon was deeply moved by the character's heroism and, in a gesture of gratitude, knelt before Elara.
With an earth-shaking roar, the dragon announced that he would become Marcón's protector. From that moment on, the mythical creature patrolled the skies, chasing away any threat and becoming a symbol of hope for the inhabitants of the planet. Elara, surprised but pleased, became the dragon's official interpreter, translating its thoughts and wishes to humans.
News of the alliance between an old woman and a dragon spread quickly throughout the universe. Soon, pilgrims from all galaxies came to Marcón to witness this unique phenomenon. The planet, once a place of darkness and despair, was transformed into a center of galactic tourism. The inhabitants of Marcón, taking advantage of the dragon's popularity, built space hotels, theme parks and intergalactic casinos.
Elara, far from feeling overwhelmed by the success, dedicated herself to writing a best-seller about her life and adventures. The book became a worldwide success and was translated into millions of languages. With the profits, she founded an intergalactic university where Marcón's story and the importance of hope were taught.
And so, the small flame of hope that Elara had brought to Marcón became a fire that lit up the entire universe. The planet, once plunged into darkness, became a beacon of optimism and progress. And all thanks to an old woman, a dragon and a well-told story.
CRÉDITOS
Banner elaborado en PSD con fotos propias y logo de IAFO
Traductor Deepl
Esta es una maravillosa historia que tiene un gran mensaje de esperanza, Elara pudo generar un cambio, cuando no se dio por vencida hasta lograr que su mensaje tocara los corazones de los otros.
Me encanto, esta hermosamente escrita.
Gracias @franvenezuela por compartirla. Felíz noche ✨️
Una especie de canto a la esperanza
@tipu curate 5
Upvoted 👌 (Mana: 25/75) Liquid rewards.
Ese mensaje transmitido por Elara transformo el entorno de todos, no hay que hacerse sordo ante los eventos.