Venecia sin ti
Aunque él suponía que aquel nombre no era el verdadero, para él seguía siendo Sofía:
_¡Puedes llamarme Sofía!, había dicho aquella figura andrógina: demasiada alta para ser mujer, demasiado bella y coqueta para ser hombre.
A Sofía la había visto danzar con su máscara y con una capa de terciopelo que flotaba en el aire y con el vaivén de su cuerpo. Un cuerpo desnudo que se arqueaba, erizaba y cimbraba debajo de la suave tela.
Los de la agencia de viaje le habían recomendado que fuera a uno de los palacios góticos cerca de la plaza central de San Marco donde se realizaría una fiesta en aquellos días carnestolendos. Sin mucho entusiasmo, Juan fue más por falta de planes que por curiosidad.
Al llegar estuvo merodeando el lugar con una copa de champagne en la mano que recargó varias veces. La música y la algarabía, unidos al alcohol, hicieron que Juan se animara y se dejara llevar por el momento. En un instante, Juan vio a Sofía y no pudo despegar sus ojos de ella.
Como pudo se acercó y permaneció a su lado, no solo en aquella fiesta sino también la semana que Juan permaneció en Italia. No hubo promesas, tampoco juramento, simplemente la necesidad de vaciarse, de alimentarse como si tuvieran un hambre de mil años.
Pero la semana culminó y con ella las caricias. Juan regresó a su ciudad sintiendo que en Venecia no solo se quedaba Sofía, también una parte de él. Cada mes, cada día, era la agonía de un deseo inconcluso. Y aunque Juan regresó a aquellos carnavales y buscó a Sofía debajo de todas las máscaras, nunca poseyó un cuerpo como aquel que era demasiado suave para ser masculino, pero demasiado fiero para ser de mujer.
Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!
Feliz y agradecida con vuestro apoyo, amigos
Interesante, no estoy seguro de querer conocer a Sofía, pero el relato me gustó.