Hola comunidad! Hoy vengo a reflexionar sobre una situación con la que me he encontrado estos 2 últimos meses y presiento que va a ser la tónica habitual de ahora en adelante.
Desde que comenzó el estado de alarma por la pandemia estuve realizando teletrabajo a tiempo completo durante dos años. A partir de marzo de este año, momento en que las restricciones por el Covid se relajaron, se puso sobre la mesa la idea de volver a la presencialidad (en realidad de un poco antes ya estaban con este tema).
En la empresa donde yo trabajo, en lo que se define y negocia el nuevo modelo de trabajo, porque no vamos a volver a la presencialidad completa como antes, se optó por la asistencia a las oficinas una semana al mes, por lo menos en mi caso.
Durante estos dos años, hemos estado solos en nuestras casas trabajando, y el único contacto con los compañeros de trabajo ha sido, por mail, llamadas de teléfono y las innumerables reuniones en línea (Zoom, Teams...) Todos las hemos sufrido, pero además han llegado para quedarse. No es que antes no las hubiera, pero en un grado bastante más pequeño.
El caso es que yo trabajo en un departamento que está repartido en el territorio. Por lo cual en la oficina a la que acudo solamente hay una mínima parte de mis compañeros de trabajo, del mismo equipo. Pero lo mismo que me pasa a mí le pasa al resto de compañeros de los otros departamentos.
Como nos hemos acostumbrado a trabajar de una manera distinta y hemos normalizado las llamadas y las reuniones en línea en cualquier momento. Traemos a la oficina esa misma forma de trabajar. Y esto crea una serie de situaciones que son contraproducentes.
¿A qué me refiero?
Se vuelve a la presencialidad, para que los equipos coincidan, para recuperar el contacto entre nosotros, esa socialización que hemos perdido, el poder hablar cara a cara, el poder encontrar soluciones de una manera más rápida y unos cuantos beneficios más.
Pero la realidad que encuentras es que en vez de trabajar juntos los que estamos presentes, una gran parte está conectada en videoconferencias con gente de afuera. Porque las personas con las que tienen que trabajar están en otro lugar.
¿Y esto que conlleva?
- No puedes comunicarte con esas personas porque están conectados, a veces durante varias horas.
- Las reuniones coinciden en tiempo. En la misma franja horaria hay varias videoconferencias a la vez.
- Encuentras personas que hablan más alto de lo normal, tanto cuando hablan por teléfono como cuando se conectan a las videoconferencias, supongo que no están seguros de que se les oiga.
- También te encuentras algunos que no se ponen auriculares, que a lo mejor se los han dejado en casa. Por tanto, no solo los escuchas a ellos sino a sus interlocutores.
Hay que tener en cuenta que estamos todos en una gran sala. La famosa oficina abierta. Y hay horas en la mañana que realmente es un caos. Que no puedes concentrarte porque tienes una interrupción continua.
Y yo me pregunto ¿qué sentido tiene la presencialidad cuando las personas con las que tienes que trabajar están en otro lugar?
Esto ya pasaba antes, aunque ahora se haya acusado por cambios de organización, no llegábamos a estos límites. Las oficinas abiertas, ya se sabe desde hace mucho tiempo que son una fuente de distracción y que disminuyen la productividad, pero la nueva forma de trabajo que hemos desarrollado las ha multiplicado.
Yo creo que antes teníamos como un cierto equilibrio. Había momentos que había mucho ruido, conversaciones, gente de visita, reuniones, pero más o menos tirabas para adelante. A lo largo de los años cada uno va encontrando sus mecanismos, yo por ejemplo siempre me he puesto los auriculares y escuchado música que me ayude a concentrarme. Sustituyo múltiples ruidos por uno solo que va directo a mis oídos. Pero esto ya no me vale, me he acostumbrado al silencio de casa y aunque me ponga los auriculares no consigo dejar de escuchar a los demás y tampoco quiero ponerme el volumen muy alto.
Esta situación hace que no puedas aprovechar tus mejores momentos. Que te puedas guiar por los momentos de máxima energía para realizar el trabajo que más esfuerzo te requiere o tus momentos de mínima energía para hacer el trabajo más rutinario y sencillo. Cuando estás en tu mejor momento, hay demasiado ruido. Cuando el ruido desaparece o se minimiza, tú ya no estás para hacer un trabajo de alta concentración, pero has de aprovechar el momento de casi silencio y te obligas a realizarlo. Pero no vas a ser muy efectivo porque la cabeza ya no la tienes para eso, ni tampoco la energía. Y claro te dices, total es una semana al mes. Te resignas y no debería ser así.
No sé si esto poco a poco se irá asentando, y volveremos a los niveles de interrupción anteriores, pero me temo que no. Que esto ha llegado para quedarse y habrá que acostumbrarse. Porque lo que se impone es un modelo mixto, días en casa y días en la oficina. Así que habrá que encontrar ese nuevo equilibrio.
A veces pienso que soy yo, que lo estoy viendo peor de lo que es. Que como ahora tengo con que comparar y en casa tengo el ambiente que quiero, esta diferencia de ambientes haga que lo note mucho más. No digo que no pase o por lo menos algo tenga que ver. Pero en general creo que se ha cambiado la forma de trabajar y que todos hemos de poner de nuestra parte y hablar entre nosotros para tender hacia el mismo sitio, que no es otro que un ambiente de trabajo idóneo para todos. En el que todos nos sintamos a gusto trabajando.
Estoy convencida de que lo lograremos y ya sabemos que los principios cuestan, pero hay que trabajar para ello.
Gracias por leer este post y si te has visto en una situación parecida te invito a que lo compartas en los comentarios.
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Imagen realizada con Canva