In Corao, a small Asturian village located near Covadonga, with cave paintings such as that of Buxu, in Cardes and within sight, in the distance, of that mythological setting that is the Picos de Europa, it was demonstrated, back in the 19th century, when Archaeology was taking its first steps and the Historical-Artistic Heritage was still a treasure to be discovered, that some legends, such as those of the Cuélebre, the dragon or serpent guardian of treasures, had, after all, a basis in reality.
It was discovered by an enigmatic character, of German origin but deeply in love with Asturias and settled in Corao, named Roberto Frassinelli, when, in a small cave near the town and which was called precisely that, Cuelebre's Cave, which he used to frequent, he discovered some unpublished and interesting objects from the rich Asturian past, a detail, among others, more than enough to induce him to continue investigating and to lead him to his feet, above all, to the area of the famous lakes of Covadonga, where he stayed for long periods and where there is still a path that leads to the German's well, a small glacial pond in which he bathed, located between the emblematic lakes Enol and Ercina.
The Cuélebre Cave or the treasure cave still exists and can be seen on one side of the main road, although it is located within a private property, as does the old palace where Frassinelli usually resided, in whose premises it was planned to make a museum with a prominent section on the life and work of the latter - let us remember, among other things, that, although partially modified, the basilica of Covadonga was built according to the plans made by him - which the neighbours adopted and called, affectionately, 'the German of Corao', a town, in addition, where it is also essential to visit the neighbouring church of Santa Eulalia de Abamia, from the 12th century, where the remains of this curious character rest, once moved from the small adjacent cemetery, together with two illustrious figures of the Asturian monarchy: Don Pelayo himself and his wife, Gaudiosa.
En Corao, pueblecito asturiano situado en las inmediaciones de Covadonga, de las pinturas rupestres de cuevas como la del Buxu, en Cardes y a la vista, en la distancia, de ese mitológico escenario que son los Picos de Europa, se demostró, allá por el siglo XIX, cuando la Arqueología daba sus primeros pasos y el Patrimonio Histórico-Artístico todavía era un tesoro a descubrir, que algunas leyendas, como las del Cuélebre, dragón o serpentón guardián de tesoros, tenían, después de todo, una base de realidad.
Se descubrió de la mano de un enigmático personaje, de origen alemán pero profundamente enamorado de Asturias y afincado en Corao, de nombre Roberto Frassinelli, cuando, en una pequeña cueva cercana al pueblo y que se denominaba precisamente así, Cueva del Cuélebre, que solía frecuentar, descubrió algunos inéditos e interesantes objetos del rico pasado astur, detalle, entre otros, más que suficiente como para inducirle a continuar investigando y encaminar a sus pies, sobre todo, a la zona de los famosos lagos de Covadonga, donde permanecía largas temporadas y donde todavía existe una senda que conduce al pozo del alemán, una pequeña lagunilla glacial en la que se bañaba, situada entre los emblemáticos lagos Enol y Ercina.
La Cueva del Cuélebre o del tesoro, todavía existe y se puede ver a un lado de la carretera general, aunque está situada dentro de una propiedad privada, como también existe el viejo palacio donde residía habitualmente Frassinelli, en cuyas dependencias se pensó hacer un museo con una sección destacada sobre la vida y obra de éste -recordemos, entre otras cosas, que, aunque modificada en parte, la basílica de Covadonga se levantó sobre los planos por él realizados- que los vecinos adoptaron y llamaron, cariñosamente, ‘el alemán de Corao’, pueblo, por añadidura, donde resulta, además, imprescindible visitar la vecina iglesia de Santa Eulalia de Abamia, del siglo XII, donde reposan los restos de este curioso personaje, una vez trasladados del pequeño cementerio aledaño, junto con dos ilustres figuras de la monarquía asturiana: el propio Don Pelayo y su esposa, Gaudiosa.
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