El día a día está repleto de situaciones diversas que nos obligan a tomar ciertas decisiones, siempre he opinado que, en muchas ocasiones, es necesario sacar los dientes y darse a respetar de alguna otra forma, no me refiero tanto al ámbito de la violencia física, sino más bien, a un aspecto más subjetivo que encierra todo lo que sería saber marcar pautas con respecto a como nos tratan o como nos gustaría ser tratados, todo basándonos en nuestras propias acciones y exigiendo de acuerdo a ellas claro.

A pesar de que yo sea un fiel creyente de la tolerancia, también soy un aficionado a saber reclamar nuestro puesto cuando se necesite, y eso implica poner límites y aclarar situaciones que nos pueden perjudicar. Para mí, ha resultado muy incómodo tener que discutir con ciertas personas por querer plantearles límites, pero es algo necesario que debemos hacer, y para eso, hay que tomar en cuenta siempre la dignidad y el valor propio.

La tolerancia es algo que se puede utilizar de forma comedida, creo que podemos aceptar faltas de otros hasta cierto punto, al final todos somos humanos y estamos propensos a cometer ofensas hacia otros, pero si ya llega un momento en el cual nos damos cuenta de que las fallas están siendo ejecutadas de forma totalmente deliberada, entonces es ahí donde la tolerancia no tiene mucho espacio y debemos poner un alto a la situación. Poner altos a las situaciones no implica manifestar una guerra con la persona que cometió el error, al menos que haya sido un caso muy grave, claro, y, sin embargo, todo debe tener un límite; lo que trato de decir es que, para marcar respeto, solo necesitamos evitar las confrontaciones e interacciones poniendo clara la posición de cada quien sin que ocurran conflictos.

En mi experiencia, he tenido que lidiar con bastantes situaciones de injusticia y equivocaciones por parte de otras personas, lo que me ha llevado a tomar medidas drásticas ante muchos contextos que considere y sigo considerando innecesariamente incómodos. Creo que todos hemos sido, en algún punto de nuestra vida, personas que han tenido fe y cariño por alguien más, por una persona a la cual siempre intentamos ayudar con mucho entusiasmo, a pesar de que no recibamos mucho a cambio, esto es algo que podemos hacer algunas veces, pero siempre va a llegar un momento de quiebre dentro de una relación si no existe la reciprocidad.

Recuerdo que una vez tuve un amigo con el cual solía compartir bastante a menudo, algunos fines de semana nos reuníamos para tomar y compartir un rato, sin embargo, esta persona llegó a mostrarse bastante inflexible a la hora de prestarme un pequeño apoyo, cosa que yo no con él nunca hacía, ya que yo siempre he sido un amigo bastante atento. Esta persona empezó a tener esta actitud de forma muy concurrida, hasta que un día tuvimos una pequeña discusión por un dinero que me debía y un pequeño favor que no me quiso hacer; creo que todo se terminó cuando un día planificamos para vernos y tomar un rato, lo que llevo a que nos dijéramos todo en la cara, él me dijo que yo era un inmaduro, casi que dijo que era mejor que yo, en fin, me harte y decidí que lo mejor era ya no hablarnos.

Creo que las personas no somos de hierro, ni tampoco podemos adaptarnos toda la vida a algo que no queremos. Tendemos a sentirnos cansados cuando tenemos que lidiar demasiadas veces con injusticias sin poder decir nada, la verdad es que es algo bastante triste, pero es algo que también nos enseña a valorarnos y saber dónde reclamar respeto por nuestros límites, haciéndonos así, personas dignas y responsables que saben hasta donde ayudar a las personas sin que nadie salga afectado.