El viejo - Relato - [ESP - ENG]

Y tiene sus mañas el hombre, sus lugares predilectos, que nadie limpie y mueva sus cosas, su Virgencita sagrada a la cual pude pasarse ratos Orando, se pone contento cuando escucha ciertas canciones y las tararea, hay ciertas prendas que lo llenan de recuerdos y atesora, cuenta mil veces apasionadamente las mismas historia buscando dentro de su cabeza las palabras que parecen caprichosamente escondérseles, le cuesta mantenerse en pie, porqué de a ratos pierde el equilibrio, le duelen mucho sus articulaciones ya no tiene esa vista de lince que lo tenía orgulloso lucha contra una ceguera galopante, se agota de por demás, perdió totalmente la relación con los horarios los días los años, no tiene ni la menor idea del valor monetario de nada, puso sus pasos en cámara lenta forzadamente, por temor a caerse y trata de no quejarse para no ser una carga más, para nadie.

Pero hoy en especial hace ya un rato largo está mirando el sol como hipnotizado, valla uno a saber a qué distancia, de este punto, perdido en sus pensamientos blancos.

Antes lo esquivaba, diciendo que el brillo de su luz lo enceguecía, y se refugiaba en la sombra, fue el Guri o cachorrito, su nieto quien le disolvió las mañas, las pulgas, con sus espadas de luz una para él y otra para su abuelo.

Nadie sabe el momento exacto en que le nació está pasión irrefrenable, creo que él tampoco se dio cuenta, esa inocencia que conserva tan arraigada permitió que surgiera y creciera ese amor mutuo.

Su eterno compañero de juegos, el adulto más niño que tata Dios le ha obsequiado a ese chiquilín.

Y para él la chispa de vida que lo ayuda a cruzar su tercera o cuarta edad valla uno a saber. Cuando habla de él, no sabemos si recuerda su nombre pero lo apodo el Principito dice que lo enamora escucharlo reír y los hoyuelos que brotan en sus mejillas, su picardía y el asombró con el que trata de descubrir las cosas simples de la vida, se le iluminan los rostros ha ambos apenas se ven y se funden en interminables abrazos que parecen llegar hasta el alma, bailan una danza ancestral la cual ellos solos conocen y en su cara se dibuja una sonrisa, algo que parece haber olvidado hace tiempo de cómo hacerlo.

Nadie puede descifrarlo, pero para el chiquilín... no le duele nada, se revuelcan en el suelo, trota como si el corazón fuera el poseedor de la tan preciada sortija y pidiera otra vuelta, cómo en la arrumbada ya, calesita de alguna plaza pueblerina.

Lo trepa a su espalda y salen a cabalgar y enfrentarse contra los molinos de viento... Tal vez imaginó, solo está ahí al solcito con su mirada aletargada porque lo está esperando como sabiendo valla a saber cómo que hoy es el día… Extrañándolo, necesitando que aparezca su nieto del alma y simplemente lo rescate de su fría soledad, esa que sentimos todos aunque estemos rodeados de gente y lo devuelva mágicamente a la vida, cómo solo él, sabe hacerlo.

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