Esta es mi participación vez en este encuentro de @talentos invita a escribir sobre " La competencia", con un tema que tiene mucha tela que contar, si escribí contar, porque cada quien corta esa tela en su mejor manera de contar lo que piensa de sobre " La competencia".

Una competencia sana

Desde que comencé a estudiar bachillerato siempre me llevé muy bien con mi amigo Ramón, él vive en Ciudad bolívar y ambos estudiamos en el Tomás de Heres y luego en el Fernando Peñalver, actualmente seguimos y estoy seguro de que siempre seremos amigos más que amigos, panas, pero nuestra amistad nació acompañada de una competencia yo le diría sana constante y sana, para mí nunca fue una rivalidad negativa, sino un impulso que nos motivaba a dar lo mejor de nosotros mismos.

Me acuerdo de que desde el primer año de bachillerato comenzó la competencia y pensar que todo comenzó por una pregunta que hizo la profesora, que mi pana no respondió, yo la respondí a partir de allí en cada año escolar siempre estábamos buscábamos demostrar quién lograba ser el mejor estudiante, esa competencia nos llevó a esforzarnos al máximo: estudiar más, prestar atención en clase y no conformarnos con lo mínimo, lo curioso es que, aunque competíamos, también nos apoyábamos, cuando Ramón no entendía algo, él siempre me preguntaba a mí, y lo mismo pasaba cuando yo tenía dudas, siempre acudía a él para que me explicara, esa dinámica nos convirtió en mejores amigos y sobre todo en compañeros de aprendizaje, pero jajaja siempre estábamos como en competidores en las clases.

Así fue desde el primer año de bachillerato hasta el quinto, cuando nos graduamos, pero al final, siempre tuvimos promedios altos y muy similares, a veces pasaba que en un año él me superaba, y al siguiente yo lo hacía, nunca hubo resentimiento, porque lo que realmente importaba era que ambos crecíamos juntos.

El también es contador público como yo, y aunque no lo crean aún siempre nos hacemos consultas profesionales, pero debo aclarar que yo le hago más preguntas a él, en el ámbito contable, porque el tiene una de ganar, él trabaja en el SENIAT, yo ahora en algunos casos hago contabilidades y auditorias en empresas privadas y recurro a el, sobre todo cuando no entiendo uno de esos artículos locos que se arma el gobierno para desbancar a la empresa privada, pero eso es otro tema, jajaja

Hoy, mirando hacia atrás, entiendo que esa competencia sana, no solo fortaleció nuestra amistad, sino que nos enseñó que competir no significa derrotar al otro, sino descubrir hasta dónde podemos llegar cuando alguien nos inspira a mejorar.

Pero algo muy importante que comprendí mucho después y es que al final cuando me pongo a pensar bien en la competencia que yo pudiera tener con mi amigo, en realidad competía contra mí mismo, ya que de alguna manera buscaba superarlo a él y a otros más, pero también entendí que era a mí a quien tenía que superar día a día.

Image created with Perpexiti from my cell phone

This is my participation in this invites you to write about "The competition"., with a subject that has a lot of fabric to tell, yes I wrote tell, because each one cuts that fabric in his best way to tell what he thinks about “The competition”

---

A Healthy Competition

Since I started high school, I always got along very well with my friend Ramón. He lives in Ciudad Bolívar, and we both studied at Tomás de Heres and later at Fernando Peñalver. Today we are still friends, and I am sure we will always be more than friends—true “panas.” But our friendship was born accompanied by what I would call a healthy and constant competition. For me, it was never a negative rivalry, but rather an impulse that motivated us to give the best of ourselves.

I remember that the competition began in the very first year of high school, and to think it all started with a question the teacher asked. My friend didn’t answer, but I did. From that moment on, every school year we tried to prove who could be the best student. That competition pushed us to give our maximum effort: study harder, pay more attention in class, and never settle for the minimum. The curious thing is that, although we competed, we also supported each other. When Ramón didn’t understand something, he would always ask me, and the same happened when I had doubts—I would go to him for explanations. That dynamic made us not only better friends but also true learning partners. Still, haha, we were always like competitors in class.

This continued from the first year of high school until the fifth, when we graduated. In the end, we always had high and very similar grades. Sometimes he surpassed me one year, and the next year I surpassed him. There was never resentment, because what really mattered was that we both grew together.

He is also a public accountant like me, and believe it or not, we still consult each other professionally. But I must admit that I ask him more questions in the accounting field, because he has the upper hand. He works at SENIAT, while I now do accounting and auditing for private companies. I often turn to him, especially when I don’t understand one of those crazy articles the government creates to undermine private businesses—but that’s another topic, haha.

Today, looking back, I understand that this healthy competition not only strengthened our friendship but also taught us that competing does not mean defeating the other, but discovering how far we can go when someone inspires us to improve.

Something very important that I realized much later is that, in the end, when I think carefully about the competition I had with my friend, I was actually competing against myself. In some way, I sought to surpass him and others, but I also understood that it was myself I had to overcome day by day.