Entre tanto caos por la cuarentena, el trabajar con horario restringido me ha permitido tener más tiempo libre del que tenía con anterioridad. Es así como he podido descansar, procrastinar más de lo normal y además, he dejado crecer dentro de mí la voluntad de hacer.
Me explico... (¡Se viene el cuento! O como algunos le dirían, storytime).
Todos en algún momento hemos dicho que nos gustaría aprender a hacer tal cosa y como puede que lo intentemos en un tiempo cercano, puede que tal anhelo se quede en el olvido.
Pues yo siempre he tenido la idea de querer hornear, ya sea cuestiones de panadería, pastelería o repostería. En sí, aprender a hacer cosas ricas que tiendo a comprar.
Por años fue una idea que permaneció en mi cabeza pero sin intentar llevarlo a la acción. Es durante esta pandemia, con el tiempo libre, la falta de internet y demás que, como dije al inicio, crece en mí la voluntad de hacer.
Hablo de voluntad y no de motivación puesto que la motivación es más efímera; mientras que la voluntad implica una decisión consciente de avanzar, de plantearse una meta e ir por ella, ya sea a corto o largo plazo. Es la voluntad -con apoyo de la motivación- la que usamos para crear hábitos y mantener la constancia en los mismos.
Así que me animé e inicié con galletas. Eso sí, sin muchas expectativas –porque después la decepción duele y mira no-. Intenté con una receta y el resultado, bueno, ni maravillosas ni malas. Solo decentes.
Pedí recetas, probé y probé hasta que encontré los puntos en los ingredientes y la temperatura que me funcionan a mí.
Por cierto, mis postres y comidas no tienen la mejor presentación pero de sabores me quedan sabrosos y eso es lo que más me importa.
Adjunto pruebas de mis galletas únicas y fabulosas.
Cuando me sentí satisfecha con mis galletas, quise avanzar: hacer una torta.
Sencillita, bonita, sabrosita.
¿Cómo mejorar, cómoooo? Torta marmoleada porque el chocolate es lo mejor que le paso al mundo.
¿Y cómo me quedó esa según yo? Pues divina.
He hecho varias ya, una para el día del niño incluso y como tenía un poco más de chocolate que las anteriores –y disculpen porque gritaré un poquito pero ajá, no puedo contener el entusiasmo-, SABÍA A PÁNQUE ONCE Y ONCE (si saben de lo que hablo, imagínense lo divina que estaba esa torta y sino, nuestro amigo Google les enseña, al menos, cómo se ven.
Luego de conocer lo básico de dos de mis postres favoritos, las ansias de aprender no paraban así que me fui por una comida que amo: pizzas. Porque, ¿quién no ama las pizzas?
Sin embargo, las pizzas implican más preparación de mi parte. Comprar harina todo uso (se consigue un poco menos por estos lares), conseguir levadura, aclarar absolutamente todas mis dudas relacionadas con la preparación y luego, nada, echarme al agua e intentarlo.
¿Resultado? Uno digno de hacerme sentir orgullosa.
La semana pasada hice mi segundo intento, por el cumpleaños de mi mamá y ajá, en cuanto a sabor no tienen nada que envidiarle a esas pizzas de la calle. En cuanto a imagen/estética, pues sí envidiamos a las otras.
Y otro de los intentos: pan tipo canilla o campesino y pan de hamburguesas.
Los primeros panes se me quemaron un poco (mentira, bastante, pero no quedaron negros, solo tostados y no, no hay pruebas de ese pequeño desastre), porque los cociné con la temperatura muy alta, ya con los segundos aprendí la lección y quedaron suavecitos y deliciosos.
En cuanto a los panes de hamburguesas, chiquititos y hermosos. Parecían esos panes de hamburguesas gourmet que ahora tanto se ven en redes sociales. ¡Y también estaban suaves! Bendecidos y afortunados.
Además, las hicimos con milanesa empanizada y cebolla caramelizada.
Ahora recordando todo lo que he aprendido a hornear durante esta cuarenta me siento entusiasmada, orgullosa y muy contenta por lo que he logrado. Y además, me pregunto, ¿con que sigo? ¿brownies, golfeados, roles de canela, pancitos dulces? ¡No lo sé, ya veremos!
Lo que sí sé es que pienso seguir haciendo lo que ya aprendí porque realmente disfruto del proceso, y lo admito, también disfruto de comerme todo.
Que la voluntad de hacer siempre me acompañe en lo que me proponga y a ustedes también.
Gracias por leerme, por llegar hasta aquí.
Y ustedes cuentenme, ¿qué han aprendido estos meses?
todo se ve delicioso, que bueno aprender hacer panes! a quien no le gusta el pan? y si son hechos por uno mismo, mejores aun. Saludos!
Comprarlo es genial y aprenderlo a hacer tiene su encanto. El pan es vida, jahjagaja. Gracias por leer, saluditos y feliz semana.