En cada etapa de nuestra vida, debemos hacer frente a diversas situaciones, sin embargo, hay una constante en común. Dar el primer paso. Un hecho inevitable, recurrente; y en ocasiones, motivo de temor.
Empezar, lo que vendrá después; lo que vamos, o van a decirnos en el camino; e infinidad de ideas las que nos planteamos y vemos como razones para no avanzar.
Y a veces, sin que nos percatemos, nos bloqueamos.
Sin importar quién nos aliente, sin importar las ganas que tengamos de continuar. El miedo, la ansiedad de lo que pueda suceder, los pensamientos intrusivos y las creencias irracionales, se van apropiando de nuestra mente, de nuestros sentidos, de nuestro ser y nos cubren por completo.
Así se pasan los días, las semanas, los meses y hasta los años.
El monstruo que nos devoró se mantiene igual, o algo lo alimenta con el paso del tiempo. Sea como sea, seguimos dándole el poder de gobernarnos.
No obstante, en algún punto, algo pasa o algo nos pasa.
Y nos damos cuenta de lo que nos hemos estado haciendo. En ese momento llegamos a una encrucijada, tenemos que decidir: si cambiar o si dejar las cosas como están. Retomar el poder de nuestra vida o seguir cediéndolo.
Si decidimos cambiar el rumbo que habíamos llevado hasta el momento, tenemos que hacerle frente a las inseguridades, al ver nuestras metas como imposibles, y reformularlas hasta percibirlas posibles; enfrentarnos a esa parte de nosotros que quiere resultados perfectos, que se estanca en el qué dirán.
Dejar el saboteo, comenzar a dar pequeños pasos, plantearnos metas a corto plazo; celebrar nuestros logros, por pequeños o grandes que sean, puesto esto nos mantendrá motivados y centrados.
Por otra parte, podemos decidir dejar todo como está. Seguir hundiéndonos, perdiéndonos, evitando todo lo que realmente queremos lograr, desaprovechando el tiempo, viviendo sin vivir.
Ahora bien, en el ejercicio de las primeras veces y el avanzar, tenemos grises. Esos momentos donde tenemos pensamientos intrusivos y saboteamos el progreso que llevamos. A veces eso implica retroceder un par de pasos, otras, es volver al inicio. Todo depende, como siempre, del poder que le cedamos; y ahora que estamos más conscientes que antes, del tiempo que tardemos en darle, como quien dice, un parado o un stop.
Es así como llegamos al meollo del asunto: entender que el miedo no puede impedirnos avanzar, no para siempre al menos, pues avanzar es esencial; que el darse cuenta y enfrentarnos a nosotros mismos es una tarea necesaria del día para dar nuestros primeros pasos y que que el cuándo está en nuestras manos.
No es un proceso sencillo, que se dará de un día para otro. Con esto también debemos andarnos paso a paso, a nuestro ritmo.
Por cierto, recordemos que no necesariamente debemos transitar solos este proceso, la terapia puede ser una gran aliada si esta situación nos afecta de forma significativa en intensidad y frecuencia, o simplemente si consideramos que necesitamos pedir ayuda.
Hablar de esto desde el yo, el nosotros, fue un paso para mí, uno que resultó hasta terapéutico; un paso en el proceso de dejar el miedo atrás, de plantearme metas más reales, adaptadas a mí y a lo que quiero lograr.
Gracias por leer.
Y éxitos en sus futuros primeros pasos, los abrazo desde la distancia.
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