Ayer fue un día especial, de esos que te llenan de orgullo y felicidad. Un amigo residente culminó su examen de promoción a especialista en urología, y con él cerró un capítulo de años de sacrificio, desvelos y esfuerzo, no solo suyo, sino también de su familia.

Porque en Cuba, la familia no es solo familia, es sostén, es refugio y es la que se aguanta todas las crisis nerviosas previas a un examen, las noches en vela repasando, las angustias cuando las cosas no salen bien y, por supuesto, las lágrimas de felicidad cuando finalmente llega el momento de recoger los frutos. Aquí, donde la mayoría crecemos y vivimos con nuestros padres, abuelos y hasta tíos bajo el mismo techo, los logros individuales son siempre logros colectivos.

Nunca me cansaré de decirlo: en este país, obtener una especialidad médica es un mérito gigante. Los últimos años han sido particularmente duros. La escasez de insumos médicos nos ha obligado a aprender cirugía muchas veces con más teoría que práctica. Los apagones han convertido el simple hecho de estudiar en un desafío, buscando la poca luz que haya o improvisando con linternas. La carencia de recursos de todo tipo nos ha hecho depender más que nunca de la vocación, del apoyo entre compañeros y de la voluntad de no rendirse. Por eso, cada médico que logra graduarse en estos tiempos merece el más grande reconocimiento.

Además de la emoción por el éxito de mi amigo, el día tuvo otro regalo: el reencuentro con mis antiguos profesores. En especial, una profesora muy querida que llevaba casi cinco años de misión internacionalista y con quien fue un placer volver a compartir. Esas personas que nos marcan en la formación, que nos enseñan no solo con conocimientos sino con el ejemplo, siempre dejan huellas imborrables.

Y como toda gran meta alcanzada merece una celebración, después de terminar con éxito el ejercicio de tesis y el examen teórico, nos reunimos todos en una actividad que tuvo de todo: risas, cerveza, comida y, como no podía faltar en nuestro gremio, un buen juego de dominó. Porque si hay algo clásico en nuestro colectivo de urólogos, es que, incluso en las celebraciones, terminamos hablando de casos clínicos entre ficha y ficha. Ayer fue un día de orgullo, de reencuentros y de alegría compartida.

English Version

Yesterday was a special day, one of those that fill you with pride and happiness. A resident friend of mine finished his promotion exam to become a specialist in urology, and with it he closed a chapter of years of sacrifice, sleeplessness and effort, not only his own, but also that of his family.

Because in Cuba, family is not only family, it is support, it is refuge and it is the one that endures all the nervous crises prior to an exam, the sleepless nights reviewing, the anguish when things do not go well and, of course, the tears of happiness when the time finally comes to reap the fruits. Here, where most of us grow up and live with our parents, grandparents and even uncles and aunts under the same roof, individual achievements are always collective achievements.

I will never tire of saying it: in this country, obtaining a medical specialty is a giant merit. The last few years have been particularly hard. The shortage of medical supplies has forced us to learn surgery many times with more theory than practice. The blackouts have turned the simple fact of studying into a challenge, searching for the little light there is or improvising with flashlights. The lack of resources of all kinds has made us depend more than ever on vocation, peer support and the will not to give up. For this reason, every doctor who graduates in these times deserves the greatest recognition.

In addition to the excitement for my friend's success, the day had another gift: the reunion with my former professors. In particular, a very dear professor who had been on an international mission for almost five years and with whom it was a pleasure to share again. Those people who mark us in our training, who teach us not only with knowledge but also by example, always leave indelible traces.

And as every great goal achieved deserves a celebration, after successfully completing the thesis exercise and the theoretical exam, we all gathered in an activity that had everything: laughter, beer, food and, as could not be missing in our guild, a good game of dominoes. Because if there is something classic in our group of urologists, it is that, even in celebrations, we end up talking about clinical cases between dominoes. Yesterday was a day of pride, reunions and shared joy.

Source
All the photos are taken and edited on Snapseed by me.
Translated with DeepL.com (free version)

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