Ángeles de Polaris (continuación) / Angels of Polaris (continued)

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Ángeles de Polaris (continuación)

—No hay manera, el doc asegura que no sabe nada de las chicas, que las mujeres que fueron usadas como conejillos de indias son solo las que rescatamos, menos las que reconoce que murieron por las causas que ya explicó —dijo Alfredo, con una expresión de cansancio y frustración en su rostro.

—Si lo sé, he estado atento a la entrevista —replicó Oliver.

—¿Quién el siguiente en la lista? —preguntó Alfredo.

—La doctora Milena Ecker, es una de las asistentes de Alfaro, tengo entendido que era la administradora del proyecto, no participaba de la investigación, fue asignada por la junta directiva de la Fundación Amanecer, esto cuando aún era dirigida por el mismísimo Fukuhara —dijo Oliver.

—Ok, tomaré un café y me encargaré luego de ella —respondió Alfredo.

—No, mejor tómate un descanso —dijo Oliver. —Tienes mucho tiempo aquí, ve a tu casa, toma un baño y duerme un rato, yo me haré cargo de ella y del otro colaborador, probablemente tengamos que continuar con Alfaro luego.

—No voy a negarme, la verdad estoy exhausto —respondió Alfredo, levantándose pesadamente del sillón de la oficina de Oliver. —Deberías hacer lo mismo, hace varios días que te veo con la misma camisa.

—Ya descansaré cuando acabemos con esto —continuó Oliver. —Pero te aseguro que me habré cambiado de camisa para cuando estés de regreso.


Lejos de las indiscretas miradas de los habituales del aquel antro, Vincent hurgó en su bolsillo y extrajo tres diminutos viales de policarbonato transparente, de no más de un centímetro de largo y unos pocos milímetros de diámetro, en su interior unas escasas gotas de líquido ambarino llenaban casi todo su volumen.

—¿Es auténtica? —preguntó el joven, que con ojos expectantes observaba los movimientos de Vincent, mientras extendía su mano con las tres pequeñas ampolletas.

—Por supuesto que lo es, no la encontrarás en ningún otro lugar con este grado de pureza —respondió Vincent, cerrando nuevamente y metiéndola rápidamente en su bolsillo. —Yo mismo me encargué de sintetizarla, pero si tienes dudas, hay más personas interesadas que esperan de mi visita.

—No aguarda —dijo el joven, nervioso. —Solo puedo comprarte una por el momento, luego conseguiré dinero para más.

—Como quieras, la oferta es por tiempo limitado —respondió Vincent. —No puedo asegurarte que la próxima vez que me llames aún tenga disponible y estas son las últimas que verás en mucho tiempo, al menos mientras logramos reponer la producción —hurgo nuevamente en su bolsillo y extrajo esta vez un solo vial que extendió al joven, quien lo tomó apresuradamente con ojos desorbitados, casi delirantes. —Serán trescientos mil créditos y no te volveré a aceptar fichas del Palacio del Emperador en Cerbero, es muy riesgoso ir allá a cambiarlas y no es fácil conseguir que alguien más lo haga por mí.

El joven saco de su bolsillo una tarjeta electrónica con el sello de una conocida cadena de tiendas que se encontraba en varios de los principales mundos.

—Sirve esto —dijo el joven, extendiéndola a Vincent. —La puedes cambiar usando la interfaz de la tienda y es totalmente anónima. O si prefieres puedes comprar algo que necesites.

—Muy gracioso de tu parte, pero sí, la puedo usar, al menos es mejor que tener que ir hasta Cerbero a cambiar una ficha en un maldito casino —respondió Vincent, tomando la tarjeta.

Vincent se puso de pie y salió del pequeño reservado, regresando nuevamente al bullicio del bar, donde varias decenas de ebrios y adictos ocupaban sus sucias mesas, parloteando ininteligibles conversaciones, mientras jugaban a las cartas o comían de tazones con grasientas botanas. Atravesó el salón, sorteando las mesas y salió a la calle donde un pequeño y destartalado transportador de mercancía lo esperaba.

Subió al puesto del piloto y encendió el motor que entre vibraciones y un ligero ronroneo hizo que el pesado vehículo se elevara del suelo de forma no muy pareja.

—¿Los compró? —preguntó una voz que surgió de la parte posterior de la cabina, a la vez que el rostro pálido y regordete del jefe de seguridad del laboratorio de la estación espacial GB439, se asomó de entre las sombras.

—Solo compró una, pero no se preocupe … —dijo Vincent, antiguo empleado de transporte del laboratorio. —Estoy seguro de que antes de que terminé el día las habremos vendido todas y podremos irnos de este cuchitril.

El transportador tomó velocidad y se internó en las pestilentes calles de Tártaro, un lugar alejado de la mirada del Parlamento, donde todo tipo de malvivientes, eran libres de actuar sin la intervención de cualquier tipo de institución encargada de hacer cumplir las leyes.

Texto de @amart29, Barcelona, Venezuela, agosto de 2023

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Angels of Polaris (continued)

-There is no way, the doc assures us that he knows nothing about the girls, that the women who were used as guinea pigs are only the ones we rescued, except for the ones he recognizes that died for the reasons he already explained," said Alfredo, with an expression of tiredness and frustration on his face.

-Yes, I know, I have been attentive to the interview," replied Oliver.

-Who's next on the list? -asked Alfredo.

-Dr. Milena Ecker, is one of Alfaro's assistants, I understand she was the project administrator, she was not involved in the research, she was assigned by the board of directors of the Fundación Amanecer, this when it was still directed by Fukuhara himself," said Oliver.

-Okay, I'll have a coffee and I'll take care of her later," answered Alfredo.

-No, you'd better take a break," said Oliver. -You have a lot of time here, go home, take a bath and sleep for a while, I will take care of her and the other collaborator, we will probably have to continue with Alfaro later.

-I'm not going to refuse, the truth is I'm exhausted," answered Alfredo, getting up heavily from the armchair in Oliver's office. -You should do the same, I've seen you wearing the same shirt for several days now.

-I'll rest when we're done with this," Oliver continued. -But I assure you, I'll have changed my shirt by the time you're back.


Away from the prying eyes of the regulars in that joint, Vincent dug into his pocket and pulled out three tiny clear polycarbonate vials, no more than a centimeter long and a few millimeters in diameter, inside them a few sparse drops of amber liquid filled almost their entire volume.

-Is it authentic? -asked the young man, who watched Vincent's movements with expectant eyes as he held out his hand with the three small vials.

-Of course it is, you won't find it anywhere else with this degree of purity," answered Vincent, closing it again and quickly putting it in his pocket. -I took it upon myself to synthesize it, but if you have any doubts, there are more interested people waiting for my visit.

-No, wait," said the young man nervously. -I can only buy one for the moment, then I'll get money for more.

-As you wish, the offer is for a limited time," replied Vincent. -I can't assure you that the next time you call me I'll still have some available and these are the last ones you'll see for a long time, at least while we manage to replenish the production," he rummaged again in his pocket and extracted this time a single vial that he extended to the young man, who took it hurriedly with wild, almost delirious eyes. -It will be three hundred thousand credits and I will not accept tokens from the Emperor's Palace in Cerberus, it is very risky to go there to exchange them and it is not easy to get someone else to do it for me.

The young man took out of his pocket an electronic card with the seal of a well-known chain store that was located in several of the main worlds.

-Serve this," said the young man, extending it to Vincent. -You can exchange it using the store's interface and it's totally anonymous. Or if you prefer you can buy something you need.

-Very funny of you, but yes, I can use it, at least it's better than having to go all the way to Cerberus to exchange a chip in a damn casino," Vincent replied, taking the card.

Vincent stood up and walked out of the small booth, returning again to the bustle of the bar, where several dozen drunks and addicts occupied their dirty tables, jabbering unintelligible conversations, while playing cards or eating from bowls of greasy snacks. He walked through the hall, circumventing the tables and out into the street where a small, rickety goods carrier awaited him.

He climbed into the driver's seat and started the engine which, between vibrations and a slight purr, made the heavy vehicle lift off the ground none too evenly.

-Did you buy them? -asked a voice from the back of the cockpit, while the pale and chubby face of the head of security of the GB439 space station laboratory appeared out of the shadows.

-He only bought one, but don't worry," said Vincent, the lab's former transportation employee. -I'm sure by the end of the day we'll have sold them all and we'll be out of this dump.

The transporter picked up speed and entered the pestilent streets of Tartarus, a place far from the gaze of the Parliament, where all kinds of evildoers were free to act without the intervention of any kind of law enforcement institution.

Text of @amart29, Barcelona, Venezuela, August 2023


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