Debo confesarte que no soy de quedarme callado cuando suceden cosas que van contra mis principios, pero el oirlo, el sentir lo que el sentía me hizo entender que de nada serviría mi opinion o mi consejo.
No se trataba de mí, se trataba de el.
Quien soy yo para juzgarlo? quién me asegura que mis maneras de pensar sean las correctas?
Para mi también fue un gran aprendizaje ya que entendí que en ciertas ocasiones solo hay que saber oír y extender los brazos para un abrazo.
Saludos