How trees are reborn after autumn
It had been Doña Guillermina, María Valentina's mother, who had insisted that the young woman leave her room and socialize again:
"Criatura, look at the pallor you look sick! You must go back to meetings, to parties. Don Charles would have liked you to go back to your life,” said Doña Guillermina, who continued to refer to the deceased with great respect. Maria Valentina tucked her tearful face into the fluffy white pillows, and exclaimed theatrically:
"Oh, mother, I don't know what to do with my life! Charles was such a good man, so polite and intelligent that I doubt very much if I can get a man to compare with him". -She expressed María Valentina with her face full of tears for her husband, the old doctor of the village, whom Mary Valentine had married two years before.
"You are a beautiful girl, still young, my daughter, and although you are a widow, and many men, by superstition, do not like to be where a deceased person has been, we will find a good match for you to marry again". -Doña Guillermina encouraged and María Valentina, who was a young woman without much character, was convinced.
"Mr. Charles was like a father to me",_ confessed Willians, one of the unmarried men of the village, to Dona Guillermina, who was seeking to match her daughter.
"Don Charles was my best friend, almost a brother,” said Don Emilio, one of the local lawyers, who was also a widower.
Under this dilemma, Doña Guillermina informed her daughter:
"You will have to marry anyone, María Valentina! Leave your melindres and choose from among the plebeians. We already know that the best parties in town, those with titles, refuse to ask for your hand, so you will have to settle for the one who first comes to marry you again" -María Valentina, as always, was incapable of contradicting her mother, although for the first time she felt fear for her destiny.
"You must marry immediately, Maria Valentina, before that man repents!" -said Doña Guillermina euphoric and relieved: her daughter would no longer be a widow forever, like most of the widows in town.
On the day of the wedding, Juan sat next to María Valentina, like any other husband. At the time of the banquet, the delicacies were served on each plate. Juan, without manners, more than eating, gobbled the food with a voracity unbecoming of those people. Maria Valentina, blushing and embarrassed, watched her husband licking his fingers, eating with his hands and licking his lips as if he had never eaten:
"God, what a calamity, what a tragedy!" -thought Maria Valentina remembering her former husband- "Charles was so restrained, so inappetent, so well-mannered, so polite. This one, on the other hand, does not know the least table manners".
All images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl
Thank you for reading and commenting. Until a future reading, friends
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De cómo los árboles renacen después de un largo otoño
Aclaraba cuando María Valentina, entristecida y aburrida, se despertó y abrió la ventana, luego de pasar seis meses encerrada en su habitación debido a su temprana viudez. Se acostumbraba que el duelo se viviera por un mes y luego de ese tiempo, la viuda pudiera recibir visita en la casa. Pero María Valentina había preferido pasar seis largos meses encerrada, llorando por su mala suerte y su desgracia.
Había sido Doña Guillermina, la madre de María Valentina, la que había insistido en que la joven saliera de su habitación e hiciera nuevamente vida social:
_Criatura, mira la palidez que tienes. ¡Pareces enferma! Debes volver a las reuniones, a las fiestas. A Don Charles le hubiese gustado que hicieras nuevamente tu vida –anotó Doña Guillermina que seguía refiriéndose al difunto con mucho respeto. María Valentina metió su rostro lleno de lágrimas en las almohadas blancas y mullidas, y exclamó de manera teatral:
_¡Oh, madre, no sé qué hacer con mi vida! Charles era tan buen hombre, tan educado e inteligente que dudo mucho que pueda conseguir un hombre que se compare a él. –expresó María Valentina con el rostro lleno de lágrimas por su esposo, el anciano médico del pueblo, con quien María Valentina se había casado hacía dos años atrás.
_Eres una niña hermosa, joven aún, hija mía, y aunque eres viuda, y muchos hombres, por superstición, no les gusta estar donde ha estado un difunto, ya encontraremos un buen partido con el que te puedas casar nuevamente. –alentó Doña Guillermina y María Valentina, que era una joven sin mucho carácter, quedó convencida.
Pero no fue fácil escoger un nuevo pretendiente para María Valentina, especialmente porque no había pretendientes que escoger. Como había vaticinado Doña Guillermina, los hombres estaban renuentes a pretender a una viuda, y también porque los hombres del pueblo habían conocido a Don Charles, habían sido sus pacientes, y respetaban su memoria:
_Mr. Charles era como un padre para mí –le confesó Willians, uno de los hombres solteros del pueblo, a Doña Guillermina, que buscaba emparejar a su hija.
_Don Charles era mi mejor amigo, casi un hermano –acotó Don Emilio, uno de los abogados de la localidad, que también era viudo.
Bajo esta disyuntiva, Doña Guillermina le informó a su hija:
_¡Deberás casarte con cualquiera, María Valentina! Dejarte de melindres y escoger entre la plebe. Ya sabemos que los mejores partidos del pueblo, aquellos con títulos, se niegan a pedir tu mano, por lo que deberás conformarte con aquel que primero venga a desposarte nuevamente –María Valentina, como siempre, fue incapaz de contrariar a su madre, aunque por primera vez sintió temor por su destino.
Y ese partido llegó. Se llamaba Juan y era un joven campesino dueño de una hacienda de caña de azúcar. Juan supo que María Valentina necesitaba esposo y como él necesitaba esposa, se presentó a la casa de Doña Guillermina y pidió la mano de su hija. Fue tanta la alegría de la madre que no reparó en la vestimenta del hombre, tampoco en su procedencia, e inmediatamente comenzó a hacer los preparativos para el matrimonio:
_¡Debes casarte inmediatamente, María Valentina, antes que ese hombre se arrepienta! –dijo Doña Guillermina eufórica y aliviada: su hija ya no quedaría viuda para siempre, como la mayoría de las viudas del pueblo.
El día de la boda, Juan se sentó al lado de María Valentina, como cualquier esposo. A la hora del banquete, los manjares fueron servidos en cada plato. Juan, sin modales, más que comer, engullía los alimentos con una voracidad impropia de aquella gente. María Valentina, sonrojada y apenada, miraba cómo su esposo se chupaba los dedos, comía con las manos y se relamía los labios como si nunca hubiese comido:
_¡Dios, qué calamidad, qué tragedia! –pensaba María Valentina recordando a su antiguo esposo- Charles era tan comedido, tan inapetente, tan educado. En cambio este desconoce los modales mínimos de una mesa.
Al finalizar la fiesta, los recién casados se fueron a la habitación matrimonial. Como en la mesa, sobre la cama, Juan, lleno de pasión, no supo de modales y devoró ferozmente el cuerpo joven de María Valentina con un hambre de mil años. A la mañana siguiente, mientras Juan engullía el desayuno que su esposa le llevó a la cama, vio cómo María Valentina, sonreída, abría la ventana y dejaba que los primeros rayos de sol alumbraran su rostro. Juan miró a su esposa, bella y joven, y tuvo la impresión de que parecía un árbol que retoñaba después de un largo otoño.
@nancybriti1, very moving story, it is very sure that the physical loss of a loved one is irrecoverable. However, life goes on and we must look ahead.
Yes, especially when we are young, it is easier to get on with life. Greetings
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Thanks for the appreciation, friends. Success
A charming story that places us in the past with the customs of distant times that governed society. Juan seemed an obtuse and grotesque man, but he managed to make up for it on his wedding night. I really liked that capsule of subtle humor at the end. Very good job.
Thanks for sharing your story with us.
Excellent day.
Exactly! I liked doing this exercise because I was able to add that touch of humor, without overdoing it. A nice day to you, friend and thanks for commenting.