Fiction: End and beginning (Final e inicio) [EN/ES]

Mario se dirigía a la fiesta de fin de año de Marge. Después de muchas invitaciones por parte de su amiga, esta vez había decidido asistir y salir de la monotonía. Necesitaba respirar un nuevo aire y solo pensar solo en divertirse y dejar lo pendiente para el nuevo año.

No quería desgastarse pensando en el año que estaba por terminar y todo lo que dejó por hacer, más bien dicho los fracasos de aquellos 364 días. En su carrera de escritor lo había perdido todo, su familia, una novia encantadora y un dinero de una herencia que se esfumó por los malos negocios, como aquella vez que una editorial le pidió una fuerte suma de dinero para publicarlo y todo fue una estafa.

Mientras Mario conducía su Volkswagen beetle del 90, de color amarillo pollito, aquellos ojos castaños con algo de miopía debido a los años de escritura, se perdían en las luces amarillentas del camino, que se distorsionaban con la velocidad. Se había convertido en un conductor autómata sumido entre pensamientos que iban y venían como aquellas luces.

Al pasar por un cartel publicitario, vio a Osmar, un viejo contrincante literario, promocionando un nuevo libro, uno que le había robado y lo había hecho como si fuera de su autoría. Recordó aquella tarde del juicio donde el juez daba el fallo.

«El demandado es inocente y las pruebas presentadas por el señor Mario no son concluyentes, por lo tanto la autoría del libro es enteramente del señor Osman Reiz».

«Osman, maldito traidor, eres un asqueroso ladrón sin talento». Mario se levantaba furioso y daba un golpe que noqueaba a ladrón.

Mario fue encerrado por unos días y luego absuelto porque Osman había quitado los cargos. Su mente volvía al presente y mientras pasaba por el cartel reía a carcajadas estruendosas, luego pensó. «Valió la pena ese golpe, fue como un millón de dólares. Jaja».

Seguía conduciendo hacia su destino y el celular empezó a sonar, una melodía pegajosa se mezclaba con el bullicio de las calles festivas. Tomó el celular y escuchó una voz sensual, «Hola, Mario. Ya es tarde, ¿dónde estás?».

«Hola, Marge. No te preocupes. Estoy cerca y puedo ver las luces estrambóticas de tu apartamento. Jaja». Mario matizaba el disgusto de ella con humor.

«Jaja, ok, ok, No faltes. La media noche está cerca». Marge colgaba y un sonido cíclico quedaba en la bocina.

Mario seguía conduciendo y por las calles miraba a la gente feliz, envueltas en el momento placentero de la fiesta, el alcohol y el baile. Pensaba en como aquellas personas se entregaban a lo absurdo y olvidaban su vida de tristezas y problemas. Tal vez la noche era para eso, librarse por un momento del peso de la vida, disfrutar del momento y la diversión.

De la nada apareció un hombre borracho, que se abalanzó sobre el auto y Mario freno rápidamente, su corazón latía como caballo desbocado y los lentes de aumento con marco negro volaron dentro del auto. Las finas manos de él buscaban al tanteo los lentes, rápidamente se los colocó y salió a ver lo que había sucedido con aquel hombre.

«Esta, esta, estoy, bien, bien, no, no, se, preocupe». El borracho se levantaba torpemente.

«Hombre, casi me mata de un susto, pensé que lo había atropellado». Mario ayudaba a parar al ebrio.

«Fue culpa mía, toda mi culpa. Usted, usted, es buen, bien hombre». El ebrio trataba de articular palabras.

«Ok, no se preocupe. Ya todo pasó. ¿Quiere que lo lleve a algún lado?». Mario sostenía al ebrio que se ladeaba.

«Deme un cigarro, ¿si tiene, uno tiene?», preguntaba el borracho.

Mario sacaba una cajetilla de sus suaves cigarros con olor a menta. Y el borracho lo veía parsimonioso como le daba chispa al encendedor de aluminio. La llama alumbraba la noche de ese casi extinto año. Las bocanadas de humo salían alternadamente de una a otra boca.

El borracho luego de contemplar el cielo pintado con muchas estrellas dijo, «Que bonito cielo. Una vez mi padre me dijo. Somos como las estrellas, algunos brillan más que otros, otros son más grandes y bonitos, pero lo que diferencia a unas estrellas de otras es la intensidad en su brillo y eso no lo hacen al azar. Las estrellas brillan más por su esfuerzo y constancia por ser las más bonitas y brillantes». El borracho soltaba una última bocanada del cigarro casi extinto. «Me parece que yo no me esforcé y por eso terminé así, hip, hip». Un hipo alcoholizado terminaba la frase de reflexión.

«Es un pensamiento muy profundo». Mario miraba fijamente al borracho.

«Hip, hip, por eso, señor. Usted debe ser como las estrellas más brillantes, hip. Luche por lo que cree así sea difícil, hip. Y haga que su vida valga la pena, no sea como yo. Hip, hip. No sea como yo, no sea como yo». El borracho se iba alejando, perdiéndose en la oscuridad.

Aquellas palabras fueron una como una verdad que se presentaba ante sus ojos. Una nueva luz la cual le dio una nueva esperanza para seguir adelante, sin importar que o quien. Cuando terminaba la reflexión una sonrisa dibujo su rostro y después de eso sonó el celular. «Hola, Mario, ¿dónde estás? Ya casi termina el año».

«Voy como un rayo». Mario subía rápidamente al auto escarabajo y retomaba su rumbo.

Llegó a la fiesta y saludo cariñosamente a Marge. El ambiente era muy festivo y alegre, la música sonaba fuertemente escandalizando los oídos, en tanto los cuerpos se movían al ritmo de los sonidos melodiosos.

Después de un momento, la gente empezó a contar, «5, 4, 3, 2, 1... ¡Feliz Año Nuevo!». Los abrazos y buenos deseos iban de un lado a otro. Y Mario sintió que era un nuevo comienzo con nuevos propósitos y metas por cumplir, dándole un nuevo sentido a su vida con lo que aquel borracho desprolijo le digo.