Un rostro apacible

En su cabeza, seguía
visualizando día
tras día cómo debía
escapar de todo aquello.

Nadie está exento y mucho menos de sentir un enorme vacío de tristeza, lo más probable es que después de mil intentos fallidos te rindas, como le había sucedido a Cristian, todo en él había cambiado de hecho su rostro estaba irreconocible, marcado por ojeras y un montón de líneas de expresión que lo hacían ver muy demacrado para su corta edad. Cristian ya no poseía la fuerza para seguir nadando en contra, su mente rechazaba otras posibles opciones y sólo fijó sus ojos en aquella cuerda que él mismo había colgado de la viga aquella tarde, pensó en ella como su última salida y aunque sus lágrimas caían como balas, se mantuvo firme en su decisión y avanzó serenamente hacia ella. De repente, escuchó el eco de unos pasos nerviosos que rebotaban allí, su tranquilo corazón se aceleró de repente y los latidos se confundían ahora con los golpes que su hermana daba a la robusta puerta de roble de la habitación. Sin embargo, nadie pudo detenerlo, minutos después la casa se había envuelto completamente en un insoportable olor a muerte. La mujer buscaba desesperadamente una entrada o algo que le permitiera ver qué pasaba con Cristian hasta que se dio cuenta que la luz entraba a tropiezos por la rendija de la ventana lo que le permitió observar un extraño bulto que se balanceaba. Cuando por fin pudieron derribar la puerta, la escena que vieron era espantosa, pero el rostro de Cristian era apacible.