Arde el pecho... Nada funciona como debe ser, las circunstancias se extinguen, la brevedad se impone, cómo caracoles en delirio.

Queman los pulmones... Lluvias azotan como duplas en duelo, se incorpora la división hasta caer en la resistencia del alma y el mar se mezcla entre la agonía.

El corazón llora... La confusión desploma todo como el viento de la marea, descubriendo lo imposible, mientras se porta la esperanza en el nuevo día.

El fuego no perdona... Las pieles se deforman, contando los lunares que se fugaron al solsticio omnipotente, recreando la vida del universo en la palma de su mano.

Lágrimas no brotan... Cuentan las gaviotas, diseñadas para invadir la monotonía y abrirle los portales a los ojos con sombras del corazón, incapaces de desafiar a la verdad impetuosa.

El cuerpo se ahoga... Frascos divagan en el tornasol del suplicio, convocando a los Titanes de las costas del mundo resplandeciente, cataratas del sur amante.

Todo se desvanece...
La trayectoria se pierde...
El sentir cobra su sentido...
Cuéntame tu historia con el suspiro de vida de tus labios favoritos.