Cambios inesperados (Relato corto)

in Literatos3 years ago

image.png

Fuente

Cambios inesperados

Cuando Eugenia se casó, ya era una mujer madura y con experiencia. Se casó porque era lo siguiente que se había propuesto como meta, porque era lo único que le faltaba por alcanzar. Y aunque no era una mujer fea, su carácter tosco, personalidad autosuficiente y mal genio la hacían una mujer poca atractiva. Sin embargo, consiguió en su entorno a Andrés, quien era un joven servicial y apacible, y se casó con él.

000

Desde el comienzo del matrimonio, Eugenia sintió que debido a su diferencia de edad, era ella quien debía decir la última palabra. La falta de carácter de su marido era una de las cosas que más le molestaban, decía ella en tono de autosuficiencia y no dudaba en declarar, de manera tajante y antipática: mi esposo hace lo que yo le diga.

000

En uno de esos días, Eugenia se despertó con el mal genio que la caracterizaba y le informó al esposo de su decisión de ir a visitar a su madre, aunque sabía que Andrés no soportaba a su suegra. Vamos los dos y pasamos el día allá y no quiero ver que pongas mala cara, le había dicho en forma de reclamo y advertencia, como si el esposo fuera un niño. Andrés, sin la intención de problematizar el asunto, solo había asentido, como siempre.

000

En el camino, mientras iban en el carro, Eugenia había apagado la música de la radio con la justificación de un dolor de cabeza e iban en silencio. De repente, Eugenia miró a un lado y miró a una mujer que hacía perros calientes y le ordenó al marido que se bajara y le comprara varios. Andrés se bajó como cansado luego de la orden.

Desde donde estaba, Eugenia miró a su esposo reírse con la vendedora y a ella responderle de buena gana. Eso la puso blanca, helada y le hizo un gesto a su esposo para que regresara al carro. Andrés la ignoró por completo. Se reía y hablaba, ponía cara de pícaro. La vendedora, sonrojada, parecía una chiquilla de colegio. En el auto, Eugenia, lívida e inmóvil, sentía que debajo de sus pies se abría la tierra.

000

Cuando Andrés regresó al carro, encontró a Eugenia muy amorosa. Ella le dijo, con delicadeza, que mejor no fueran a casa de su madre, que ya se sentía mejor de la jaqueca y que cuál canción quería escuchar. El viaje de regreso lo hicieron con música, mientras Eugenia masajeaba el cuello de Andrés quien iba con una mano en el volante y en la otra llevaba un perro caliente, el cual le dejaba en la comisura de la boca restos de mostaza y mayonesa.

HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS