My first contact with Japan came through the winery in the marabuzal region of my childhood. The employees, who I assume were the owners before 1959, were Japanese. Their last name was Kubotas. Slim, silent, formal, and honest. Today I'm here to tell you about a novel written by a Japanese man, and I don't know in what silent connection in my head I recalled that detail from my childhood. Perhaps because there are certain presences that, although discreet, leave a slow, lasting impression. Like the Kubotas, who never raised their voices but left me with the idea of stoic dignity, Kazuo Ishiguro writes novels that settle quietly in the soul, but whose traces are not erased.
Never Let Me Go (2005) is not a book that shocks with dramatic scenes or strident twists. Its power lies in what it doesn't say, in what its characters keep silent while the reader senses the abyss. Kathy H., the narrator, recounts her life with a lacerating calm: she speaks of Hailsham, the boarding school where she grew up, of her friends Ruth and Tommy, of the small rituals that made them feel human. But behind every word is the shadow of the inevitable: they are clones, created to donate their organs until their destiny is "completed." The extraordinary—and heartbreaking—thing is that Kathy doesn't rebel. Like the Kubotas, who tended the wine cellar without complaint, she accepts. And in that acceptance lies something that questions us: what do we do with our own circumstances, how do we change them?
Ishiguro's characters are not dystopian heroes. Kathy, Ruth, and Tommy don't plot escapes or challenge the system. Instead, they seek proof that their existence has meaning: a drawing, a rumor of love, the hope of a "reprieve." Ruth, with her fragile ambition, clings to the idea that there is a world beyond for them; Tommy, in his outbursts of rage, seems the only one who openly mourns injustice; Kathy, the caregiver, survives by turning memories into a refuge. It's impossible not to think about how we too cling to small lies to keep us going and don't grow, and don't understand that life is short. That there is a mirror in which to look at ourselves and repeat that concept a hundred times.
Kazuo Ishiguro: "I'm not the least bit interested in brave people who fight against adversity and triumph. I'm interested in those who accept their lot, since that's what many people in the world do. They do their best in the face of horrible conditions."
Ishiguro doesn't write in the style of Asimov or Bradbury. Her universe isn't made of dazzling technology, but of silences. She's more like those authors who explore the fissures of the soul: Margaret Atwood, with her Handmaid's Tale, where oppression is experienced in whispers; Ian McEwan, who in Atonement shows how remorse can fester in the everyday; or David Mitchell, whose intertwined stories reveal the fragility of our connections. They all share with Ishiguro that ability to show that the most painful thing is often not the blow, but the slow fall.
There's a memorable scene in Never Let Me Go that I remember fondly: Kathy, now an adult, drives along the roads of England and stops in a vacant lot. She looks at the landscape and thinks of all she's lost. She doesn't cry, she doesn't scream. She just stands there, contemplating the emptiness with a serenity that is, in itself, an act of resistance. That image brings me back to the Kubotas: how many times have they, standing in front of the marabuzal, felt the same? How many times have they looked back without saying anything?
In the end, Ishiguro doesn't talk to us about clones or dystopias. He talks to us about what it means to love, remember, and move forward when there's no way out. And perhaps that's why, without knowing it, the Kubotas prepared me to read it: because there are truths that can only be spoken in a whisper.
✍️ I am the author of this post. It is original and written without the use of AI.
I have published Ashes of the Banquet (2002), Behind the Skin (2004), On This Side of Death (2014), The Natural Order of Things (2015), The Blood of the Marabou (2020), The Sixth Cavalry of Kansas (2024), and Infinite Nothingness (2024).
🇯🇵 RESEÑA: "NUNCA ME ABANDONES" de Kazuo Ishiguro
Mi primer contacto con Japón llegó a través de la bodega que había en el marabuzal de mi infancia. Los empleados, que supongo antes de 1959 fueran los propietarios, eran japoneses. Se apellidaban Kubotas. Delgados, silentes, formales y honestos. Hoy vengo a hablarte de una novela escrita por un japonés y no sé en qué silente conexión de mi cabeza recordé aquel detalle de mi infancia. Quizá porque hay ciertas presencias que, aunque discretas, marcan a fuego lento. Como los Kubotas, que nunca alzaban la voz pero dejaron en mí la idea de una dignidad estoica, Kazuo Ishiguro escribe novelas que se instalan en el alma sin hacer ruido, pero cuyas huellas no se borran.
Nunca me abandones (2005) no es un libro que golpee con escenas dramáticas o giros estridentes. Su poder está en lo que no dice, en lo que sus personajes callan mientras el lector intuye el abismo. Kathy H., la narradora, cuenta su vida con una calma que lacera: habla de Hailsham, el internado donde creció, de sus amigos Ruth y Tommy, de los pequeños rituales que los hacían sentir humanos. Pero detrás de cada palabra está la sombra de lo inevitable: son clones, creados para donar sus órganos hasta "completar" su destino. Lo extraordinario —y lo desgarrador— es que Kathy no se rebela. Como los Kubotas, que atendían la bodega sin quejarse, ella acepta. Y en esa aceptación hay algo que nos interroga: ¿qué hacemos nosotros con nuestras propias circunstancias, como las cambiamos?
Los personajes de Ishiguro no son héroes distópicos. Kathy, Ruth y Tommy no traman escapatorias ni desafían al sistema. Buscan, en cambio, pruebas de que su existencia tiene sentido: un dibujo, un rumor de amor, la esperanza de un "aplazamiento". Ruth, con su ambición frágil, se aferra a la idea de que hay un mundo más allá para ellos; Tommy, en sus arrebatos de rabia, parece el único que llora la injusticia abiertamente; Kathy, la cuidadora, sobrevive convirtiendo los recuerdos en un refugio. Es imposible no pensar en cómo nosotros también nos aferramos a pequeñas mentiras para seguir adelante y no crecemos, y no entendemos que la vida es breve. Que hay un espejo donde mirarnos y repetir cien veces ese concepto.
Kazuo Ishiguro: "No me interesan en lo más mínimo los valientes que luchan contra la adversidad y triunfan. Me interesan aquellos que aceptan su suerte, puesto que eso es lo que hacen muchas personas en el mundo. Dan lo mejor de sí ante condiciones horribles".
Ishiguro no escribe al estilo de Asimov o Bradbury. Su universo no está hecho de tecnología deslumbrante, sino de silencios. Se parece más a esos autores que exploran las grietas del alma: Margaret Atwood, con su Cuento de la criada, donde la opresión se vive en susurros; Ian McEwan, que en Expiación muestra cómo el remordimiento puede pudrirse en lo cotidiano; o David Mitchell, cuyas historias entrelazadas revelan la fragilidad de nuestras conexiones. Todos ellos comparten con Ishiguro esa habilidad para mostrar que lo más doloroso a menudo no es el golpe, sino la lenta caída.
Hay una escena memorable en Nunca me abandones te recuerdo con mucho cariño: Kathy, ya adulta, conduce por los caminos de Inglaterra y se detiene en un descampado. Mira el paisaje y piensa en todo lo perdido. No llora, no grita. Solo está ahí, contemplando el vacío con una serenidad que es, en sí misma, un acto de resistencia. Esa imagen me devuelve a los Kubotas: ¿cuántas veces ellos, frente al marabuzal, habrán sentido lo mismo? ¿Cuántas veces habrán mirado hacia atrás sin decir nada?
Al final, Ishiguro no nos habla de clones ni de distopías. Nos habla de lo que significa amar, recordar y seguir adelante cuando no hay salida. Y tal vez por eso, sin saberlo, los Kubotas me prepararon para leerlo: porque hay verdades que solo se pueden contar en voz baja.
✍️ Soy el autor de esta publicación, la misma es original y está escrita sin uso de IA
He publicado Convite de Cenizas (2002), Tras la piel (2004), En este lado de la muerte (2014), El orden natural de las cosas (2015), La Sangre del Marabú (2020), La Sexta Caballería de Kansas (2024) y La Nada Infinita (2024)
¡Qué paralelismo genial compones entre la sensación de vacío de la protagonista al mirar Inglaterra y tus Kubotas frente al marabuzal de tu infancia!
Amigo, eres grande👏🏻👏🏻👏🏻
Me honra tu comentario, amiga.
A veces las respuestas están en la infancia. Quiero pensar así ✍️🌻
Me encantó cómo escribiste esta reseña, tienes esa maravillosa capacidad para decir de forma sutil y profunda a la vez.
El poder está en lo que no dice, tal como lo manifiestas, en esos mensajes que están implícitos, en esa reflexión que te da vueltas en la mente a partir de una historia. Los humanos vivimos buscando un propósito para dejar huellas e influenciar en los otros.
Ahí vamos dejando trozos de alma en el camino... Sintiendo que la vida tiene el sentido de la quietud y la esperanza 🌱
You explained the information in the book very nicely, Pari. I really liked it.
Las analogías que estableces, la sutileza en las imágenes... solo invitan inevitablemente a algo: ¡hay que devorar esta propuesta!
Frente al marabuzal de tu infancia había un puente hasta Japón y lo has cruzado para descubrir y descubrirnos la manera sutil, mesurada y casi preciosista de una cultura que hasta en las letras se mueve en ese "control". Personalmente, amo la cultura japonesa y creo que está reseña es también un regalo. Así la asumiré y te agradezco.
Qué hermosas cosas dices poeta.
Te reverencio🌱
Qué va, maestro !!!! Las reverencias son para usted 🌻🌻🌻
La verdad es que no he leído el libro, pero la historia que planteas es... uff, demoledora. Lo que más me impacta de lo que dices no es ya el tema de los clones, sino esa aceptación, esa calma con la que viven su destino. Me parece mil veces más terrible y angustiante que una rebelión a lo grande. Me has dejado con unas ganas enormes de leerlo, aunque ya voy preparado para que me deje el corazón en un puño. Suena a uno de esos libros que se te quedan dentro para siempre. Mil gracias por una recomendación tan bien escrita.
¡Muchas gracias por compartir tus impresiones con tanta sinceridad y emoción! Coincido completamente contigo: hay algo profundamente desgarrador en la aceptación tranquila de un destino cruel, incluso más que en una rebelión explosiva. Esa paradoja entre la calma superficial y la tormenta interna que sugiere el libro es, justamente, lo que lo hace tan memorable.
La impotencia que mencionas es uno de esos sentimientos que la literatura logra transmitir con una fuerza única, como si las páginas nos obligaran a enfrentar realidades que, de otro modo, preferiríamos ignorar. Es curioso cómo algunas historias nos dejan sin aliento, no por lo que explican, sino por lo que nos hacen sentir atrapados en ese puño del que hablas.
Ojalá, cuando lo leas, la experiencia te conmueva tanto como esperas (y quizá un poco más, porque los libros que se quedan dentro suelen ser así, capaces de sorprendernos hasta en lo que creíamos anticipar). Si decides aventurarte en sus páginas, me gustaría saber saber qué más te ha gustado.
¡Abrazo literario y gracias nuevamente por tu reflexión tan elocuente!
🤜🤛