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Hace años atrás en la plaza Bolívar en Caracas, los domingos, se ponía una retreta a tocar música de antaño, era espectacular, porque se reunían muchas personas alrededor a escuchar la música, a ver las ardillas en los árboles, a ver las palomas de la plaza y a ponerles migas de pan y a las ardillas le llevaban Maní para verlas de cerca. Los paseantes se sentaban en los bancos laterales, a escuchar las canciones y alguno que otro avispado, sacaba a bailar a cualquier muchacha, que quisiera mover el cuerpo. Se pasaba un rato muy agradable en la plaza, recordando melodías de antaño tocadas por las retreta.
Al compás de la banda marcial de Caracas se podía escuchar música cañonera tal como: "Carmen la que contaba 16 años", "el norte es una quimera", "esta es Caracas", "nuevo circo", "epa Isidoro", "la pelota de Carey" y entre ellas se distinguían las serenatas, los valses, los merengues, los pasos dobles caraqueños y joropos. Es una música rica, que engalana la identidad cultural venezolana y cuando hacía acto de presencia en la plaza Bolívar, muy pocos se resistían a sucumbir ante su ritmo contagioso y su encanto ancestral.
En toda la geografía de Venezuela, en todo sitio, en cualquier pueblo, en cualquier caserío te puedes encontrar una plaza Bolívar, aunque sea con un busto del libertador, porque tenemos la cultura de agradecer a ese héroe de la patria, que haya liderado la emancipación Venezuela del yugo español, es por esto que en esas plazas se hacen actos conmemorativos, se hacen conciertos, se realizan entrega de premios, ofrendas florales, en fin son un espacio para la cultura venezolana, de verdad que recuerdo con mucho cariño esas tardes de música, música bonita y buena que nos traía las bandas marcial a la Plaza donde se reunía casi toda la ciudad a disfrutar una tarde distinta, llena de colorido, porque muchas veces las bandas también eran acompañadas por grupos de danzas y como siempre, donde hay gente que se aglomera están los comerciantes informales, los que venden el algodón de azúcar, las cotufas, los perros calientes, los refrescos, los raspados los helados, las chupetas de colores, en fin toda aquella golosinas que encanta a cualquier muchacho.
Es así como una tarde de música, se llena de un sinfín de momentos mágicos para grandes y chicos; cómo extraño esa Venezuela de antaño, ojalá volviera aunque sea un poquito de esa emoción que vivíamos un domingo de retreta en la plaza.