Y qué paso con Amilcar? / And what about Amilcar?

Luego de su salida de la ciudad, Amilcar y "sus amigos" repartieron el botín y quedaron en que no se volverían a ver, pues no solo no era recomendable que los vieran juntos, sino que no había nada que justificara que se juntaran nuevamente. Por lo menos eso era lo que Amilcar pensaba.

Al tener conocimientos en enfermería (no llegó a graduarse) no le resultó complicado conseguir un empleo como acompañante terapéutico en una casa de cuidados para ancianos que quedaba lejos del centro de su nueva ciudad de residencia. Ahora se hacía llamar David, que era su segundo nombre.

En sus recuerdos, no existía siquiera el remordimiento por lo sucedido. Sentía que Esteban le debía a la familia por el desprecio de haberse ido de casa de "maita" luego de graduarse, cuando todos estaban a la expectativa de que el nuevo ingeniero los iba a a sacar de la miseria.

Y al no haber testigos de lo ocurrido, en las noches podía dormir con total tranquilidad. No se consideraba un asesino, solo que las cosas se salieron de control y tuvo que actuar en consecuencia.

Andrea, la niña sobreviviente, luego de todo el trauma por lo ocurrido dejó de pronunciar palabra, y tuvo que lidiar con el cambio radical de pasar de una vida tranquila, a vivir con varias familias de acogida, pues su abuela no podía encargarse de ella. Para él, ella no era una amenaza.

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Se dejó crecer el cabello y se hizo unos reflejos que lo hacían ver mucho más joven, y en su vestimenta optó por un estilo hippie, con ropas anchas y multicolores.

Un día, mientras iba de vuelta a su morada, una voz familiar lo llamó por su nombre de pila: Amilcar; haciéndolo voltear rápidamente, por lo que no podía disimular que no era con él ese llamado.

Un frío en el espinazo lo paralizó unos segundos, mientras sus ojos se agrandaron a más no poder, al ver de quien se trataba. Ivanna, la hermana menor de Esteban, la prima que se había marchado a España a seguir sus sueños de modelo, estaba de regreso.

Luego de los abrazos respectivos, él la invitó a un café, consternado y pensando cuál era la razón de su regreso, pero tratando de disimular los nervios mientras hablaban y se ponían al día.

Ivanna le comentó del llamado de su madre, quien fuera contactada por la policía luego de los hechos, para que se quedara con la niña, pero al estar ella tan enferma no pudo hacerse cargo.

Mientras, Ivanna estaba en una gira por varios países con un contrato que no podía disolver tan rápidamente, así que una vez cumplido, no dudó en volar a su tierra, para acompañar a su madre y su sobrina, a quien no veía desde hace muchos años.

Amilcar, como pudo se zafó de la incómoda conversación y le dio su número telefónico para cuadrar una cita en la que tuviera más tiempo para compartir, y diciendo esto dio una excusa muy burda para salir rápidamente del local.

Esa fue la primera noche que todo lo sucedido lo dejó en vela. Y aunque se esforzaba por pensar que Ivanna no podía relacionarlo con eso, igual había un temor que lo hacía mantenerse en alerta.

Al día siguiente, con un aspecto terrible, Amilcar llega a su trabajo y mientras se dispone a hacer sus tareas fijas, rompe en llanto. Era algo contenido que brotó en el mismo momento que apareció doña Agustina y le dio la bendición, como todos los días.

Nadie se explicaba el motivo de esa reacción, y ante tanta intranquilidad de su parte, uno de los médicos, le dio un sedante suave, para ayudarlo a recobrar la compostura, sobre todo porque le tocaba la guardia nocturna y no contaban con un reemplazo de emergencia.

Luego de ello, Amilcar no habló sino lo estrictamente necesario. Algo dentro de él se había quebrado inevitablemente.

Pasaron pocas semanas de ello, cuando Ivanna lo contacta para verse. Quedaron en un café cerca de su trabajo al que ambos llegaron puntualmente.

Ivanna venía a anunciarle que pronto volvería a España, puesto que el papeleo de su sobrina había sido procesado muy rápido. Para Amilcar eso resultaba un alivio, aunque no se confiaba del todo.

Le preguntó por el estado de salud de la niña, tratando de disimular su inquietud. Ivanna no dio mayores detalles, solo que estaba bien y que necesitaba terapias para volver a hablar.

Mientras conversaban, ella recibe una llamada de la policía, pidiéndole que vaya a la comisaría. Para Amilcar se volvieron a encender las alarmas, y preguntó al respecto.

Son solo cuestiones administrativas - replicó ella. Me han estado interrogando, para determinar si algo que me hayan comentado les sirve para enlazar todo este caso que sigue abierto. Y diciendo eso se despide y se marcha.

Amilcar queda pensativo, siente que se le cierra el círculo, pero no se va a dejar atrapar. Por lo que le pide a Ivanna cenar al día siguiente, para despedirse formalmente, ya que luego sus turnos cambiaban de horario, a lo que ella acepta. "Siempre es bueno cerrar capítulos", se dijo.

Comerían sushi, en un local que convenientemente estaba cerrado ese día, por lo que para improvisar, le dijo que fueran a su casa, y pidieran pizza, para Ivanna, poder darse ese gusto y salirse de su estricta dieta de modelo, sería un grato recuerdo.

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En el trayecto, saca su teléfono y revisa sus mensajes, manda un par de notas de voz a sus compañeras de apartamento con los datos de su llegada, para que la vayan a buscar al aeropuerto al día siguiente, y lo vuelve a guardar.

Al llegar a la casa de Amilcar, él no lo piensa dos veces y se abalanza sobre ella, en un intento por ahorcarla. Sorprendida trata de gritar, pero no puede. Su simpatía se vuelve furia y trata de revertir la situación, logrando zafarse y colocarse sobre él mientras le aplica una llave.

Pensó que por fin le consiguió aplicación a las odiosas clases de judo que su padre le había obligado a tomar de niña, para que se defendiera de cualquiera. Mientras tanto, las sirenas de la policía se hacían cada vez más fuertes, pues entre los mensajes enviados, mandó su ubicación y un código que entre ella y sus amigas habían acordado para resguardarse de los peligros que se suscitaban en el lado oscuro del mundo del modelaje.

La extraña actitud de él en algunos puntos de sus conversaciones, activaron su estado de alerta, por lo que no dudó en compartirlo con sus amigas, quienes llamaron al 911 para reportar una situación irregular en esa localización.

Amilcar confesó todo sin necesidad de ser presionado. Él y sus amigos fueron juzgados y condenados. Y ya en la cárcel, cada uno recibió la llamada "justicia del penal".