En las suaves sombras de la casa, donde los sueños se tejen como telarañas, descansa Thor, el minino de mirada astuta y pasos silenciosos. Durante el día, es el guardián de los cojines y el señor de las siestas prolongadas, pero cuando el sol se despide y la luna asciende al trono del cielo, Thor despliega su verdadera esencia.

Como un susurro en la noche, se desliza por la puerta apenas entreabierta, sus bigotes, antenas de un radar infalible, palpitan al ritmo de la brisa nocturna. Las estrellas son testigos de su cacería, un ballet silencioso entre la hierba, donde cada salto es una nota en la sinfonía de la noche.

Pero al alba, cuando los primeros rayos de sol acarician el mundo, Thor regresa, victorioso y sereno, a su reino de tranquilidad. Se enrosca en su trono de mantas, cerrando los ojos con satisfacción, mientras el mundo despierta, él se sumerge en un merecido descanso.

Y así, cada mañana, cuando los compromisos llaman a tu puerta, encuentras a Thor, el cazador nocturno, en su paz diurna. Es el ciclo eterno de su pequeña vida, un misterio envuelto en ronroneos, un guerrero de la luna que por el día, es simplemente tu dulce gatito.