Una vasta ráfaga de «lo cotidiano» hace presencia en cualquier texto fantástico. «El lector demanda una cierta correspondencia con la realidad», y para ello, este mundo ficticio es construido con la presencia de «lo cotidiano», como ya se ha dicho, o, con «motivación realista», como denomina Tomasevkij; donde la notación táctil, visual, olfativa, auditiva y hasta las referencias científicas se prestan para acreditar lo inverosímil.
Tomando como ejemplo los primeros cuentos de Julio Garmendia, vemos que «el narrador-testigo descarta la posible ilusión óptica». Parece cómodo ante aquello que se muestra, aunque a cada paso le vaya costando y finalmente, muestra una irremediable perplejidad. Perplejidad, el narrador muestra sensaciones. En «Una visita al infierno» la motivación realista se denota en el «franquear la puerta», «persuadir a los que la guardaban», darse a reflexionar en un sillón grande y negro e indignarse en ante el hecho inverosímil:
«¿Cómo medir la magnitud de mi desgracia? ¿A qué cosa compararla? ¡Ah! ¡Tan sólo con la misma rapidez con que, durante mi sueño, había echado andar aquella maldita silla en que me hallaba, y que ahora, a cada segundo que pasaba, parecía ir adquiriendo mayor velocidad! ¡Terrible era ciertamente el trance! ¿Qué hacer? Indignarme contra la silla por su estupenda hipocresía y aparente mansedumbre, fuera pasatiempo o cosa infernal su movimiento, era harto peligroso y difícil ¿Y cómo, por otra parte, sentado en ella en tan pacífica actitud, manifestarle convenientemente mi enojo y mi indignación?»
Así es como «surge una inesperada alteración de la realidad [...], percibida con particular intensidad, en virtud de una exaltación del espíritu que conduce a un modo de 'estado límite'.
Agregando que, como motivación realista, también se plantean cuestiones de orden moral, social, político, etc; se introducen temas que viven una vida propia, también fuera de la literatura: «Una visita al infierno». Inquietudes reales mutan en lo fantástico, sin este último ofrecer al lector más allá que incertidumbre. Declarándose al final de este cuento, a los más sabios historiadores y a los más profundos eruditos, incompetentes ante tal inquietud.
Así es como los críticos en el área han establecido necesario «lo cotidiano» y «lo real» en el texto fantástico. Necesario, porque de otra forma ¿el lector podría tomar como suya la historia?, ¿se podría ubicar en un mundo fantástico sin que éste guarde fidelidad alguna a la vida, y a las sensaciones?
Referencias
Boris Tomasevskij. Tema y trama. Págs. 51. Teoría de la novela. Antología de textos del siglo XX. Enric Sullà, Ed. Crítica. 2001.
Irlemar Chiampi. El realismo maravilloso. Pág 35-70. Monte Ávila Editores. 1983.
Julio Garmendia. La tienda de muñecos y otros cuentos. Biblioteca Ayacucho. 2008.
Buena entrada, estimado. En efecto, los grandes textos del género fantástico logran su efecto de extrañamiento en el lector porque lo sitúan en en un lugar que en primer término se percibe como cotidiano. En estas latitudes lo hemos tenido a Julio Cortázar y a Jorge Luis Bórges como exponentes fundamentales de este género.
Bastante acertado el comentario con respecto a Julio Cortázar y Jorge Luis Borges como exponentes fundamentales del género, sin embargo escogí a Julio Garmendia ya que fue uno de los primeros exponentes del género en latinoamérica; y el escritor mismo describe a su narrador como inverosímil, cosa muy particular en sus primeros cuentos.
Nada había leído de él. Con tu entrada me incentivaste a leerlo. Gracias.
En este enlace está una antología bastante completa de sus cuentos, la recomiendo:
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/tien_mu.pdf
Ese es sólo el Prólogo. Acá está el libro completo:
http://www.biblioteca.org.ar/libros/211575.pdf