La mañana del 3 de Diciembre será un día que jamás, nadie en el pueblo ahora sin nombre va olvidar. Carol Damn fue una médico que por azares del destino terminó despojada en este pequeño pueblo de Cansas, para los ancianos y niños sobre todo fue un enorme placer, que una ávida profesional en un rama tan importante como la medicina ahora viviese con ellos. Ella era la única medico en todo el pueblo, puso su consultorio que si bien pequeño, cargaba con todas las necesidades básicas y uno que otro elemento para imprevistos.

Aquella parecía la mujer más bondadosa del mundo, su rutina era simple, cada mañana salía a comprar flores al florista del pueblo, pescados al pescador de la redoma y panes para repartir entre los niños y las aves, adoraba alimentar a las aves, siempre se sentaba en un banquito a solas, solo con la repentina compañía de algún niño que curioseaba con preguntas al azar sobre ella. Antes del mediodía siempre estaba devuelta a su consultorio dónde atendía a las personas sin tapujo y muchas veces gratuitamente cuando se trataba de un vagabundo o un desamparado por la vida. Lo único extraño de ella, de ese consultorio para ser exacto es que exactamente a las 6:45 “aproximadamente", cerraba la muerta de par en par y tú podías escuchar como pasaba seguros tras seguros, en un pueblo tan pacífico y solitario como este tal seguridad era inaudita. Pero venía de otros lares, quizás la costumbre era otra.

2 Meses pasaron y el pueblo estaba más que contento con ella. Aquello era como un cuento de hadas, la cantidad de enfermos y heridos se había disminuido significativamente, eran muchos kilómetros hasta el medio más cercano así que anteriormente, algunos preferían no ir. Una noche, debían ser las dos se la mañana aproximadamente, diría yo que todos en el pueblo se levantaron. Esa noche había llovido, fue una fuerte llovizna. Pero el agua no fue el caso, fueron los gritos que se escucharon provenir del consultorio de la doctora Damn.

Del edificio, en la ventana superior en el segundo piso salió volando ensangrentada la doctora, su cuerpo había salido como proyectil rompiendo el ventanal y cayendo despavorida en el suelo lodoso, los hombres salieron a su rescate, yo personalmente me encargue de tomar su pulso y signos vitales, estaba viva. Pero el enigma de qué había ocurrido seguía de pie, gritos empezaron a llenar de pavor hasta a los más valientes, aquellos condenados y moribundos sonidos provenían de dentro del consultorio. La doctora estaba inconsciente como para dar explicaciones. Aquella fue la primera vez que de verdad sentimos que algo andaba mal.

La doctora finalmente despertó, tenía una contusión enorme y su memoria se veía fallando. La habíamos llevado al hospital más cercano, ósea que estábamos increíblemente lejos del pueblo, me pareció extraño el interés del médico con respecto a la señorita Damn, me parece demasiado conocida Dijo mientras la atendía. Eventualmente, nos fueron dejando solos y solo quedé yo para velar por la doctora. La he cagado otra vez, dijo la misma mientras veía por la ventana hacía los árboles. Mi primera impresión fue su seriedad al hablar, y la segunda fue su vocabulario que no se veía en una señorita como ella. Pregunté de que hablaba y empezó a vociferar.

Años trabajando lo mismo y aún no logro avanzar ni siquiera un poco. Llevo más de 2 años estancada en la misma fase
¿Pero de qué habla? Le pregunté.
¡Reanimación!... Discúlpeme joven campesino, pero su pueblo está en peligro, tiene que desalojar el pueblo lo antes posible… valla

En ese mismo momento en Doctor, quien había cogido afijación por la señorita Damn apareció con varios policías, bruscamente y sin dejarme hacer nada se la llevaron a la fuerza. Apenas pude correr hacía el Doctor y preguntarle ¿qué rayos estaban haciendo? ¿por qué se la llevaban? Y recibí una respuesta tan fantástica que se me hacía imposible de creer.

Carol Damn, expulsada de la facultad de medicina por insolencia y ser la principal sospechosa en la desaparición de doce colectivos universitarios, estudiantes, profesores, bedeles. Ejerció en tres ciudades diferentes la profesión de la medicina sin licencia, o una falsa me parece, no tengo detalles y en cada una de las ciudades dónde se le vio desaparecieron personas, en especial ancianos y vagabundos. Gente en poca movilidad como lisiados y heridos de gravedad también. En total, es sospechosa de más de treinta asesinatos…
Los oficiales solo van a interrogarla un poco.

Toda esa información era demasiada como para digerirla tan repentinamente. La falta de detalles rivalizaba directamente con toda la información que se me había dado de golpe, de modo que corriendo, abordé el primer tren que partiese y me dejase lo más cerca posible “Dado a que ninguno pasaba directamente por el pueblo”, Y haciendo caso omiso a las últimas palabras que me confió la Doctora, preocupado, no me detuve hasta llegar al pueblo.

Cuando llegue, era casi de noche, el crepúsculo estaba en su fase final. Aparte, sería egoísta decirlo, pero ojala nunca hubiera ido, quizás entonces mi cordura seguía completamente intacta. El pueblo era un edén del caos, Las pequeñas casas estaban destruidas y algunas consumidas por las llamas, había sangre y restos humanos y animales por doquier, aún no había puesto un píe en el pueblo, apenas me encontraba en la entrada y podía ver como habían sujetos decrépitos, con características dignas de un ghoul devorando caballos que agonizaban en sus últimas, niños siendo devorados vivos, y los gritos, Dios mío, aquellos gritos, los mismos que me persiguen y lo harán toda mi vida, aquellos gritos de dolor y agonía fracturaron mi alma para siempre y no aguanté. Mis piernas flaquearon, pero como pude corrí, hui de aquel lugar y no me importó ayudar a nadie, se me aparecieron algunos de los vagabundos del pueblo, pero decir que eran ellos era borroso, sus ojos estaban lechosos, eran pálidos, yacían ensangrentados y tenían cuchillos y varas de metal y estacas clavadas por doquier, aun así andaban. Como pude aceleré y logré perderlos y no me detuve hasta que no salí por completo de aquella vil trampa.

Lo que ocurrió aquella noche quedará gravado en mi corazón por siempre. Del pueblo no sería capaz de calcular quienes quedaron vivos, seguramente no solo yo. Algún otro quizás pudo escapar, otros quizás salieron o viajaron a los pueblos exteriores. Yo como único acto benéfico a mi cobardía le conté todo a unos policías, policías que me tomaron por loco al principio, que se mofaron en mi cara y amenazaron con arrestarme por molestarlos, pero eventualmente logre convencerlos. Yo no iba a regresar a ese maldito lugar, de modo que ellos fueron solos mientras yo esperé en la estación. Fue una larga espera, bastante larga. Pero finalmente los policías llegaron, se disculparon conmigo por haberse mofado y claro, más aún, dieron el pésame por las bajas. Pero algo me heló la sangre, y es que aunque revisaron la mayoría de las casas y establecimientos, no vieron a ninguno de esos supuestos muertos vivientes, muertos que simplemente, como aparecieron una noche del 3 de Diciembre, desaparecieron.