Para empezar, ubiquémonos un poco…
Venezuela. La escasez de agua provocó que un amigo y yo estuviéramos merodeando la zona en mi carro en busca de cualquier lugar que pudiera vendérnosla. Habíamos decidido pararnos en un último centro comercial antes de ir a la casa, y fue ahí cuando antes de estacionarnos nos interceptó una moto con dos policías en ella.
¿Qué estudian ustedes? – Fue lo primero que nos preguntó el oficial al ponerse del lado del piloto.
Medicina e Ingeniería – respondí.
Estacionen el auto más adelante – dijo y señalo el policía hacia un lugar en la calle un poco más alejado de la multitud.
La policía en este país en bien conocida como ente extorsionador de jóvenes estudiantes como nosotros, así que inmediatamente se encendieron nuestras alarmas ante cualquier cosa que pudiera ocurrir.
El policía notó un poco nervioso a mi amigo, el cual simplemente estaba un poco asustado e intentaba esconder su teléfono en su bolsillo. Desde ese entonces, la actitud de los dos oficiales fue completamente hostil hacia nosotros. Aquí, lo que menos existen son los derechos.
Quítense los zapatos, bájense el short y el bóxer, denme sus teléfonos y quédense quietos – dijo uno de los oficiales en busca de supuestas “drogas”, una razón común para quitar dinero a unos cuantos jóvenes desafortunados.
Y así fue, seguimos todas sus órdenes, confiados de que no encontrarían nada en el vehículo y esperando a que nos dejaran ir.
En ese momento, uno de los oficiales pareció haber encontrado una razón para molestarnos un rato. Revisando el teléfono de mi amigo, encontró una conversación en la cual se mencionaba a un tal “Douglas”.
Epa chamo, ¿quién es éste Douglas que mencionan en este grupo de Whatsapp? – le preguntó el oficial a mi amigo mientras sonreía.
Al parecer, según los oficiales, en la zona hay un “narcotraficante” llamado Douglas, y ellos lo querían encontrar de cualquier manera. Esa excusa fue la que usaron para negarse a dejarnos ir y tomar nuestros teléfonos y pertenencias sin la mas mínima intención de devolvérnoslas pronto.
Van a ir al comando con nosotros, y ahí van a buscar todas las maneras de encontrar a ese tal Douglas y nos van a ayudar a capturarlo en su casa – dijo unos de los oficiales.
Nos encontrábamos en una posición difícil, ya que por un lado, estaba la situación de tener que encontrar a un supuesto narcotraficante y acompañar a los policías ( o hampa uniformado, como le decimos aquí), y por el otro, tendríamos que convencer a los policías que nos dejaran ir, lo cual es lo normal obviamente ya que no cometimos ningún delito, pero conociendo el país, eso no iba a pasar.
Disculpe, no hay ni la más mínima posibilidad de que nos lleven a atrapar a un supuesto narcotraficante que ni conocemos, y menos en mi carro. ¿Hay alguna otra manera de resolver esto? – exclamé tranquilamente, ya resignado a tener que soltar algo de dinero para que nos dejaran ir.
500$ es lo que queremos… - Dijo uno de los oficiales.
Ok, explicaré un poco la magnitud de los hechos. 500$ americanos en mi país equivalen más o menos a 300 sueldos mínimos, es decir, 300 meses de trabajo. Una economía un poco… incoherente diré, por simplificar la crisis por la que pasamos. Así que, sí, no había manera de que yo aceptará esa cifra.
Me temo que eso es algo imposible de conseguir oficial, no conozco a nadie que pueda darme esa cantidad de dinero, máximo podría conseguir 20 o 50 dólares – dije suavemente, victimizándome.
El oficial procedió a molestarse bruscamente, mientras levantaba la voz y decía que tendríamos que resolver como conseguir el dinero, sino, nos detendrían. Nos ordenaron montarnos en el auto mientras sostenían sus armas de manera amenazante, indicándonos que tendríamos que acompañarlos al comando. Un oficial se montó en la moto y el otro en el asiento de atrás de mi carro, y nos llevaron hacia el centro de la ciudad, uno de los lugares más peligrosos de la zona.
Después de un rato de manejar lentamente por calles desoladas y sin salida, logré convencer al oficial de que bajara un poco el monto, pero aun así seguía en el rango de lo imposible, 300$.
Desesperados, accedimos a un plan que nos indicó el oficial. Tendríamos que llamar a todos nuestros amigos en altavoz desde nuestros celulares, y tendríamos que decirles que habíamos tenido un accidente de tránsito y que necesitábamos el dinero para pagar las reparaciones del otro carro, un cuento básico y relativamente creíble, pero no del todo. Luego, nos dijo que nos dirigiríamos a el comando y que mientras estuviéramos allá tendríamos que resolver como conseguir el dinero, o si no, le dirían al jefe de la policía que nos encontraron con drogas en el carro, ¿insólito no?
Y así fue como pasamos 5 horas en un comando llamando a nuestros conocidos en altavoz mientras el policía nos escuchaba intentando conseguir el dinero, cuidando que no fuéramos a decir nada que pudiera delatarlos a ellos. Por mi parte logré conseguir 200$ que me traería un amigo, pero aún faltaban 100$ y el oficial estaba molesto con mi amigo por no haber conseguido nada, por lo cual decidió llamar a el padre del mismo.
Cuando finalmente llego mi amigo con el dinero, llegó el papá de el amigo que había estado conmigo a averiguar que es lo que había pasado. Nunca nos dejaron hablar con él, hasta el momento en que por fin nos liberaron (3 horas después).
Al salir del lugar, el papá de mi amigo nos empezó a gritar y a preguntar qué había pasado por nuestras cabezas. Mi amigo y yo sin entender aún que había pasado, le preguntamos que le había dicho el oficial a él. Resulta ser, que el oficial le dijo al padre de mi amigo que nos habían encontrado fumando marihuana en la acera, y que sin no les daba dinero iríamos presos por tráfico de drogas. El padre, asustado en ese momento obviamente, terminó pagando 325 euros para que nos dejaran salir por un supuesto tráfico de drogas, entendiendo después que todo había sido un delito, pero por parte de la policía.
Al fin y al cabo, todo salió relativamente bien. Es decir, pagamos mucho dinero, pero al menos mi amigo y yo seguimos con vida para contarlo, otros no han corrido con la suerte de salvarse de un encuentro con la policía.
Mientras estábamos en el comando, todos los policías del lugar se montaban en mi carro a ver que se podían robar para ellos y utilizaban mi tarjeta de débito para comprar jugos para los que se encontraban en el lugar. Nos mostraban las celdas llenas de asesinos, ladrones y violadores, y nos amenazaban diciendo que si no pagábamos nos íbamos a quedar encerrados por un buen rato, y que probablemente a los reos les gustaría nuestra compañía. Todo este tipo de cosas fue lo que causó un psicoterror inimaginable, y la causa de que hiciéramos lo posible para conseguir todo el dinero que nos pidieron.
En fin, otra historia más de un país en dictadura y con un margen de criminalidad más grande que en ningún otro. Inseguridad, extorsiones y secuestros, solo son parte de nuestro día a día.
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