Monstruo
(Segunda parte)
«Promételo… Nani.» las lágrimas empañaron su visión, pero siguió a la carrera, mientras los recuerdos le atormentaban «… Justicia.»
Salió a la calle hecha un mar de lágrimas, le dolía el pecho, temblaba de forma descontrolada. Un hombre se acercó para ayudarla, pero lo rechazó de un manotazo y siguió corriendo. Cruzó la calle y a punto estuvo de ser atropellada, pero aquello no le importaba, incluso lo deseaba, morir sería mejor que vivir la soledad que ahora experimentaba… pero lo había prometido, a su hermano, su luz, su Punky.
A la cuarta cuadra sintió que sus piernas no podían correr más, y cayó cuan larga era, golpeándose los codos y despellejándose un poco las rodillas. Aquel lugar estaba desolado y a pesar de que apenas eran las once de la mañana, sombras grises reinaban por doquier, cortesía de las nubes de lluvia en lo alto.
Intentó levantarse, pero el pesar de su conciencia era como plomo, hundiendo su alma en la negrura del remordimiento y la tristeza.
Su desesperación se materializó en una torrencial lluvia repentina, que la empapó a los pocos segundos, pero permaneció ahí, tumbada, perdida entre recuerdos tormentosos.
-Fui un cobarde al huir… no debí dejarte. Dijo su hermano en voz baja, mientras cortaba los cables que le ataban a la cama.
-Punky... yo…
-No hables, Nani... guarda tu fuerza, voy a sacarte de aquí.
El primer cable cedió, y el brazo de Ana se desplomó hacia la cama, demasiado débil para controlarlo. Miguel aflojó el nudo en la muñeca para que la sangre fluyese otra vez, las marcas eran espantosas.
-Punky... la regadera. Dijo Ana débilmente.
Miguel paró en seco y agudizó el oído. En efecto, no se escuchaba el agua de la regadera, y el sonido de una canción desafinada le avisó que Ricardo subía las escaleras, al fondo.
Sin perder tiempo, desistió en la tarea de liberar a Ana.
-Guarda silencio. Le dijo, mientras se escondía tras la puerta.
-¡Pueeeeeerrcaaaaaaaaaaaa! - Gritaba Ricardo mientras caminaba hacia su habitación.
El hombre entró al dormitorio mientras se secaba los cabellos con una toalla grande, y Miguel se le fue encima.
Tomado por sorpresa, intentó voltearse para encarar a su agresor, pero el dolor entre sus costillas le hizo caer al suelo y la toalla le impedía ver al atacante. Miguel aprovechó su ventaja, hecho una furia, cegado por el deseo de venganza, y clavó una vez más la navaja en el cuerpo de su padre, esta vez por el abdomen, lo más profundo que pudo.
Ricardo lanzó un fuerte golpe que desequilibró a Miguel, pero las heridas que le provocó le impedían actuar con coherencia. Lanzaba golpes a diestra y siniestra, como un animal herido. El chico hizo un poco de distancia, el padre gritaba y maldecía.
Miguel intentó apuñalarlo una vez más, pero Ricardo logró golpearle con fuerza y lo mandó hacia la pared, dejándolo sin aliento y en el suelo. El padre se puso en pie, quitándose la toalla de su cabeza. Sangraba horriblemente por el costado derecho y el abdomen, pero la furia le daba fuerzas y por un momento, parecía no sentir dolor alguno.
Sus ojos grises se clavaron en Miguel, como hierro puro sobre el demonio. Aquella mirada paralizó de terror al muchacho, que por un momento creyó desfallecer.
-Maldito mocoso. Dijo Ricardo con voz ronca, desviando la mirada hacia la navaja que yacía a unos cuantos centímetros de él.
Miguel miró el arma blanca, sin saber en qué momento esta se le había caído de la mano. Estiró el brazo, pero su padre lo pisoteó antes de que tocase la navaja y le propinó una patada en la cara. El mundo del muchacho dio vueltas, mientras ahí en el suelo, sangraba por la boca y la nariz. Ricardo apartó el arma de una patada y acto seguido, se volvió hacia el muchacho.
-¡Maldito! ¡mocoso! ¡de! ¡mierda! - decía mientras pateaba al muchacho con saña, a cada exclamación - ¡hijo! ¡de! ¡la! ¡gran! ¡puta!
Miguel escupía sangre, sin poder desahogar el dolor con gritos pues no tenía aire en los pulmones. Ricardo desvió la mirada del muchacho y caminó hacia el closet, sacando de su interior una pistola automática 9mm. Descorrió el seguro y cargó el arma. El chasquido puso en alerta a Miguel, pero no tenía fuerza para moverse… era su fin.
Entonces se escuchó un fuerte golpe, y Ricardo cayó cuan largo era al suelo, al lado de Miguel.
Ana, que había forcejeado durante todo el rato con sus ataduras, logró zafarse y tomó una plancha que estaba en la esquina más cercana, golpeando a su padre en la cabeza… y aquello puso fin a la contienda.
-Punky ¿estas bien? dios… por favor, dios… por favor ¡Punky!
-Tr… tranqui… la. Logró decir Miguel con mucho esfuerzo.
-Gracias al cielo… Punky... yo...
-Hay… que.. salir.. de...
Miguel intentaba ponerse en pie, pero la paliza lo había dejado sumamente débil, y su hermana no estaba en condiciones para ayudarle. Aun así, la urgencia de escapar con Ana era más fuerte que su dolor. Apoyándose en la pared, se elevó encorvado con gran esfuerzo y comenzó a caminar poco a poco.
La sangre manaba de su boca y nariz en hilos irregulares que manchaba su ropa y suelo. Ana, desnuda y adolorida, intentaba servir de muleta. Ambos avanzaron por el pasillo y bajaron las escaleras entre gemidos de dolor y pasos lentos. Alcanzaron la parte baja de la casa y cruzaron la cocina hacia la salida trasera, entonces Miguel reparó en la puerta de la derecha.
-M… mamá…
-No está. Respondió Ana.
-¿Que...? ¿dond…?
-Ella… se va en las mañanas… ella me… me deja para poder…
-Bas...ta - La cortó Miguel cuando comprendió lo que su hermana intentaba explicar -. Vamo… nos... Nani.
Sonó un chasquido, y la puerta principal de la casa se abrió de par en par. Una mujer de cabellos rojizos cruzaba el umbral hacia el interior, vestida con falda y camisa, llevando unas bolsas de compras en sus manos. Clavó la vista en las personas al final del pasillo, y la carga que llevaba en ambos brazos cayó al suelo.
-¿Ana...? ¿qué? Dijo Brenda, mirando de los chicos a la sangre en el suelo y luego de vuelta.
-¡No te acerques! Gritó la chica.
-Ana… ¿quien es...? La mujer avanzó con pasos tímidos.
-¡Aléjate, maldito monstruo! ¡Aléjate!
La chica soltó a su hermano y tomó un pequeño cuadro de la pared, a modo de arma. Brenda detuvo sus pasos, a escasos dos metros y desvió la vista hacia el muchacho que sangraba. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Mi… Miguel? preguntó con timidez.
Se escucharon pasos sumamente pesados en la parte superior. El terror se apoderó de los tres en la planta baja. Las escaleras crujieron de forma precipitada.
-Ana.. ¿qué has hecho? ¡tu padre va a matarnos! Dijo Brenda, pero Ana ya había dado media vuelta y ayudaba a su hermano a llegar a la puerta trasera.
-¡Maldita puerca! Gritó un Ricardo airado como nunca, ciego de rabia y dolor. Un pedazo de carne colgaba desde su cabeza hasta la mejilla, pero aquello no le importaba en lo más mínimo.
-¡Ricardo, por fa…!
Las palabras de Brenda fueron cortadas por el sonido de un disparo, que certero, entró por el pulmón derecho de Brenda y salió al otro lado. La mujer se apoyó en la pared, pero Ricardo la empujó cuando pasó a su lado y cayó al suelo, sangrando.
Levantó el arma una vez más y disparó tres veces. Una de las balas pasó de largo hacia la puerta, las dos últimas impactaron en la espalda de Miguel, a la altura de los riñones.
-¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!! ¡¡¡PUUUUUNNNNKYYYYY!!!
El muchacho cayó al suelo a centímetros de la puerta, mientras un charco de sangre se formaba rápidamente bajo su cuerpo. Ricardo alcanzó a los chicos, escupió a la cara de su hijo y tomó de los cabellos a su hija mientras Miguel, impotente, sentía su vida perderse y a su hermana retorcerse en las manos del monstruo que les dio la vida.
La furia le dio algo de fuerza.
Estiró su brazo derecho y tomó a Ricardo por el pie izquierdo, lo que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo. Lanzó una patada para liberarse, pero las últimas fuerzas de Miguel se aferraban a aquel acto como el caracol a su refugio. El padre estiró el brazo, apuntando a la cara del muchacho, hasta que un sonido de huesos quebrados le hizo cambiar la trayectoria.
Brenda se había deslizado por el suelo, tomando el cuadro que Ana había dejado caer al escuchar a su padre bajar por las escaleras y lo estampó en la espalda de Ricardo, quebrandole algunas costillas. El dolor hizo que el hombre, por instinto, apuntase a su esposa una vez más, y disparó varias veces, asesinándola.
La neblina de la inconsciencia le atrapó como una red, y Ricardo cayó preso del dolor, desmayado. Entonces Ana hizo ademán de tomar el arma.
Miguel intentó gritar, pero sólo se escuchó un débil y ronco “No”. Ana paró en seco, y miró a su hermano.
-Ve… con la policía…
-Miguel… yo…
-Promételo… Nani…
-Pero… ese…
-Nani… llama... a… la… policía… justicia...
El último deseo de su hermano resonó en sus oídos mientras los ojos negros de él se tornaban vidriosos y sus músculos estiraban a la par que su alma abandonaba el mundo, y la dejaba sumida en la soledad más terrible que un humano pueda experimentar.
La ventana, de unos tres metros por dos de alto, estaba pulcra e inmaculada, oscurecida por la sombra de una cortina roja al otro lado. Habían unos pocos congregados ante aquel cristal, en asientos de color gris y respaldo medio, cual sala de espera en un terminal de pasajeros, o el cine, esperando la siguiente función.
«Promételo» recordó con un escalofrío la chica sentada en la tercera y última fila de asientos, del lado derecho, lo más próximo a la salida.
La estancia apenas estaba iluminada, adrede, para mirar con más detalle lo que sucedería en unos minutos, al otro lado del cristal.
-La verdad es que no podía creerlo, al principio… aunque sabía que era un poco raro.
Escuchó susurrar en la fila delantera.
«…justicia» recordó. Sus puños se tensaron.
-Raro, sí… pero no el monstruo que es. Una vergüenza. Respondió un hombre bajo, todo bigotes y barriga, en roncos susurros.
-Sea como sea, lo tiene bien merecido, Cesar, aunque la familia es la familia.
-Esa mierda no es mi familia… y si estoy aquí, es porque deseo…
La cortina se abrió de pronto y ambos personajes cesaron sus cuchicheos. Al otro lado de la sala, tres hombres con uniformes de guardias de prisión estaban de pie, a los lados de una especie de camilla con brazos sobre la cual, un hombre vestido sólo con pantalones naranja, yacía atado de piernas, cintura, manos y cabeza mientras unas mangueras delgadas estaban conectadas desde uno de sus brazos, a una pequeña máquina del lado derecho.
La camilla comenzó a moverse hacia delante de forma lenta y constante, hasta que la persona atada quedó de frente al cristal y en consecuencia, ante la mirada de los espectadores al otro lado.
-Maldito. Susurró el hombre con bigote y barriga.
-Maldito tres veces. Coreó la mujer a su lado.
Hubo suspiros y señales de odio por parte de los espectadores, el ambiente se tornó pesado, pero el hombre en la camilla, condenado a sufrir la pena máxima por asesinato múltiple, parecía sereno.
-Conforme con lo establecido en la ley, el acusado tiene derecho a decir sus últimas palabras. Proceda.
El hombre en la silla paseó la mirada, descubriendo algunos rostros familiares y otros que no había visto en toda su vida. Entonces detuvo su vista en aquella que estaba al final, casi en una esquina, cerca de la puerta de salida… y sonrió, desvió la mirada y encaró a la multitud.
-No me arrepiento de nada.
-Maldito… como pudiste hacer algo así. Dijo con rabia el hombre de bigotes y barba.
-Alguien bueno, alguien trabajador… que satanás reciba tu alma y la confine en el peor rincón de los infiernos. Susurró la mujer a su lado, entre lágrimas.
«Promételo…»
El hombre en la camilla se removió un poco, y volvió a clavar la vista en la chica al final de la última fila. Una lágrima resbaló por su mejilla.
La chica rompió a llorar.
La camilla comenzó a moverse hacia atrás. Los presentes escucharon el llanto de la chica y repararon en ella por primera vez, sorprendidos, como si de un fantasma se tratase.
El hombre de los bigotes se acercó a ella.
-¿Ana? - Preguntó con dulzura -. ¿De verdad eres tu?
La chica lloraba desconsoladamente, y el hombre la abrazó, con cariño y pesar.
-Ay, pequeña… sé lo que debes estar sufriendo, pobre niña. Estuvimos preocupados todo este tiempo por ti, no sabíamos dónde estabas, pero hoy es un día de justicia.
El hombre le hizo una seña a su mujer, que se acercó rápidamente y abrazó a la chica.
-Tranquila, pequeña Ana, estamos aquí para tí. Ese mal nacido no merece ser familia nuestra… horrible. Tu madre era una santa, y tu pobre hermano… ese malnacido de tu padre… no, no merece ser llamado padre ¡es un monstruo! ¡es…!
Ana se levantó de un brinco y empujó a la señora, que sorprendida, retrocedió unos cuantos pasos. Estaba a punto de reventar.
«Nani... promételo...» abandonó la sala a la carrera, mientras Ricardo moría al otro lado del cristal por inyección letal, condenado a causa del asesinato de Brenda Lozada y su hijo, Miguel Villaruel Lozada.
-No es suficiente.. Punky, no es suficiente… no lo soporto - decía Ana mientras corría por los pasillos, en busca de la salida -. ¡Esta justicia, no es suficiente!
Muy buenas tardes, o días, o noches... o madrugadas xD
Muchísimas gracias por leerme. Me siento feliz de, al fin, haber terminado con el odioso de Ricardo xD... aunque bueno, a falta de un final feliz (porque no me gustan, o sea... eso para los cuentos de hadas xD) quise agregar este agridulce desenlace malicioso.
Espero les haya gustado la lectura, que hayan odiado a Ricardo tanto como yo y que no estén de acuerdo con que Miguel haya muerto así... pero esa era mi intención, profundizar un poco en estos resultados agridulces y crear sentimientos en ustedes, queridos lectores.
Prometo que para la próxima, no seré tan ácido jajajajaja. Como siempre, les invito a dejarme sus comentarios, opiniones, criticas, impresiones, y cualquier aporte para mejorar cada día más y traerles mejores historias para que las disfruten.
Me despido feliz por poder compartir un poco de mis locuras con ustedes.
¡Nos leemos, mi gente! ¡se le quiere!
Todo es muy conmovedor!!!
Un poquito xD. Muchas gracias por leer y comentar.
¡Saludos!
Cumplió con mis expectativas de la primera parte de verdad muy buen material sigue haciendo relatos son muy buenos.
¡Made, como te quiero! Me alegra que te gustase el final xD. Muchisimas gracias por leer y seguir esta historia. ¡Lo aprecio un montononon!
Hola, solo venimos a avisar que en este buen post estamos de fiesta porque...
;D
Me atrapaste en el relato desde el inicio y este final fue grandioso.
Me alegra que te haya gustado. Muchisimas gracias por seguir mis historias locas xD. Espero q las próximas también sean de tu agrado. Saludos!
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