Entre la razón y el deber de un «abogado» causal | Como tú, que lo eres.

Hoy quiero que me acompañen a incursionar, en las corrientes del Derecho. ¿Parece aburrido no? Muchos dirán “¿qué me interesa saber sobre el derecho?”. Lo cierto es que a veces creemos saber lo suficiente y si no, para eso están los abogados “para que nos defiendan” o la típica y cliché frase de mis amistades y familiares cuando durantes los años de carrera respondía a su pregunta: ¿qué estas estudiando? Yo respondía: Derecho, y (de una forma quizá burlona o que creían graciosa) replicaban “ya tengo a quien me saque de la cárcel”.Pero mis razones no se encontraban tan limitadas.

Cuando decidí emprender este camino a los 16 años, me hacia las mismas preguntas. Parecía carecer de ese carácter interesante y creativo, que llamara verdaderamente mi atención. Sentía que me hallaría en un abismo de leyes aburridas, catastróficamente ordenadas para decirme que hacer, y peor aun, convertirme en aquella que les diga a los demás qué hacer (Si, un pensamiento inmaduro pero con una intención noble, el cual según mi criterio de aquellos días radicaba en la “libertad”).

Al entender de qué se trataba todo esto, nació el miedo. Pensar en el compromiso que acarreaba defender a otras personas, involucrarme en problemas ajenos, y más dentro de un sistema que sin discreción alguna, es manifiestamente corrupto y lleno de vicios.

Pero me di cuenta, que no debía temerle a algo que era inherente a mí y a todas las personas que conozco. Quienes aun, sin tener un titulo universitario, son abogados. Todos los somos, y tenemos el deber de serlo.

Edición de Fuente

Para responder a esta pregunta te invito a reflexionar en lo siguiente: acaso ¿no es cierto que el ser humano posee una inexorable necesidad de interacción? ¿que desde los comienzos de la humanidad el Derecho ha sido una constante en la cultura? y es allí, donde tú, “sin ser abogado”, yaces en el mundo jurídico, con una ínfima noción de lo que representa, de su historia y los principios bajo los cuales se rige, encontrándose íntimamente relacionados contigo, sin tenerlo presente. De manera que, en este contexto, no puede ser más sensato el aforismo latín:

«ubi homo ibi societas»
Donde existe el hombre, hay sociedad

El derecho, nace con el hombre y se desarrolla en sociedad, interviniendo de manera intrínseca en la conciencia de los individuos, sirviendo como norte para el establecimiento de los parámetros de cada uno de nuestros intereses y valores, de manera que:

«ubi societas ibi ius»
Donde hay sociedad, hay derecho

Y a partir de la materialización de esta premisa, nos adherimos a lo que se denomina como “Conciencia Social”, la cual es:

Una noción interior individual que reside en la sociedad y se manifiesta a través de elementos morales, espirituales y anímicos, que refuerzan la capacidad de comprensión mutua y la inserción en el contexto social.

Esta simultaneidad de estados de conciencias individuales tiene un origen colectivo, una unidad psíquica y emocional de tipo funcional “del bien que se debe hacer y del mal que debemos evitar”. [1].

La condición social del hombre impone y justifica las normas de conducta que hacen posible la convivencia ordenada y pacifica en una sociedad humana y a su vez, las consecuencias de nuestro comportamiento.

El abogado y profesor Manuel Simón Egaña, señala una apreciación al respecto, que me parece interesante analizar:

«Quien tiene el poder para hacer algo lo adquiere en vista de que otro tiene el deber de hacer algo, y este poder es la posibilidad de exigir a otros el cumplimiento de determinada conducta.» [2].

A juzgar por esta fragmento, hemos de entender el Derecho en base a dos variables: una subjetiva y otra objetiva.

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A diferencia de lo que algunos puedan pensar, nuestra conducta no puede encontrarse supeditada al derecho si ignoramos su significado y menos, si no somos capaces de analizar el alcance del mismo. Por lo cual debemos ocupar su aplicación filosófica.

«(…) el arte de lo que es bueno y de lo que es equitativo»
Así define Ulpiano, el Derecho.

¿Alguna vez has practicado este arte? ¿Has dado paso al frente contra otros, a favor de lo que es bueno y equitativo? Si la respuesta es sí, entonces mi querido amigo, eres un abogado. Abogas y defiendes lo que a raíz de la conciencia social, se tiene como el bien que se debe hacer y el mal que debemos evitar.

Si tu respuesta es no –que lo dudo– te invito a que te unas a esta corriente filosófica del por qué ser abogado, aun en lo cotidiano y trivial; aun si eres empresario, médico, ingeniero, artista o fotógrafo, la vida te premia permitiéndote defender, proteger y ayudar a los demás. Eso es ser un abogado.

Fuente

Culmino este recorrido jurídico, atravesando las barreras de lo que parece dogmático en esta área poco transitada (fuera de aquellos que algún día quisieron litigar en un estrado, tipo las películas americanas) les presento los preceptos que ha establecido Ulpiano, y que lejos de haber caducado en la época Romana, formaron los cimientos del quehacer jurídico contemporáneo y que a mi parecer, es un deber practicarlas en nuestras vidas de «abogados».

«Honeste vivire»
Vivir honestamente

«Alterum non laedere»
No dañar a otro

«Sum cuique tribuire»
Dar a cada quien lo suyo

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Referencias

Bibliográficas

• [1] DICCIONARIO DE LENGUA ESPAÑOLA Y NOMBRES PROPIOS. Editorial Oceano. Extracto de la palabra conciencia
• [2] EGAÑA, Manuel Simón (2000). Notas de Introducción al Derecho (Pag. 15)
• HURTADO, Olivero Agustin. (2001). Lecciones de Derecho Romano, 14a. ed.

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