En esta ocasión el artista plantea una revisión a nivel formal y conceptual donde las ideas , valores y sentimientos, influenciados por el contexto inmediato, impulsado por los cambios de registros con respecto a sus desarrollos plásticos anteriores.
Estos procesos se se fundamentan tanto en la emoción como en la aplicación del conocimiento, la razón y relaciones que evocan la contradictoria mentalidad romántica.
En estas practicas demuestra las habilidades del recolector coleccionista, pero también las del creador— escultor— capaz de transformar un cumulo de desechos orgánicos en obra de arte.
Construye una anatomía humana , provista en una aparente "musculatura desollada", con un tejido de huesos engranados dentro de un sistema que, aunque internamente puede resultar aleatorio, describe un orden estructural que lo transfigura en una experiencia estética.
En esta suerte de arqueología artística la materia es fundamental para la creación del objeto y en ese proceso adquiere una re-significación que le otorga otros contenidos y símbolos permitiendole una "nueva existencia."
Hueso a hueso el artista concibe una figura colosal "fragmentada e incompleta" a la que faltan un brazo y una pierna, fragmentos que comparten origen y propósito, se encajan y complementan dentro del todo. Esta concepción fragmentaria quiebra el discurso literal y la visión global y totalitaria de las verdades heredadas de la tradición moderna. En el proyecto las partes abundan en varios actores bíblicos, que se va fusionando en el gran personaje del relato, un fenómeno que en su comprensión mas amplia se entiende, una representación del cuerpo social. Los apóstoles son por analogía, una extensión de todos los Pedros, Juanes y Pablos del mundo, victimas de una cultura terrorífica donde el riesgo , la amenaza y el miedo son partes del escenario cotidiano. Al respecto, nuestro autor asume una actitud critica para rechazar la inhumanidad del hombre hacia sus semejantes en un mundo dominado por la sin razón y ademas intenta visibilizar un problema que en el contexto local deja anualmente una estela de muertes, absurdas e inesperadas, producto de una violencia que tiene en el hampa común sin vertiente mas poderosa.
Azuaje no describe los procesos de inducen a este tipo de realidades, pero si sus consecuencias; lo hace con una gran instalación compuesta por registros audiovisuales y un conjunto escultórico de apariencia monstruosa, piezas inquietantes y provocadoras que revelan el lado destructivo de la naturaleza humana y sugieren, sentimientos violentos de gran intensidad dramática: la pieza se erige en un aparato capaz de aplanar todo a su paso; el brazo extraviado parece tantear un camino mas allá del mal; mientras la cabeza nos acusan con sus "miradas", oscuras y profundas, que brotan de las extrañas concavidades oculares.
A parir de estas consideraciones, el artista plantea una relación dialogico entre la realidad y la apariencia, el fragmento y el "todo", el orden y el caos, sin domeñar un aspecto en función del otro porque cada binario actúa como vasos comunicantes para mantener el equilibrio. Y bajo estas coordenadas explora las posibilidades expresivas y representativas de la figura— al margen de la concordancia de forma y contenido— en el terreno de la hibridación, la fragmentación y la simulación, propuestas ancladas en el pensamiento post-moderno. Desde este enfoque, el hecho creativo queda signado por los presupuestos teóricos y las practicas vanguardistas arriesgadas que trascienden el formalismo plástico para ofrecer nuevas estrategias visuales y discursivas.
En este proyecto Azuaje prueba una eficiencia estética y discursiva, impregnada del carácter polisemico y polimorfo del arte contemporáneo, para aproximarse a una poética personal de la muerte.