Hace ya algún tiempo, asumí un rol visceral como centro de la vida; inerte, pasivo y exhausto me encontraba sujeto a las cadenas de la eternidad. Desafíe el espacio tiempo, cree los más maravillosos secretos del universo, pero cuando interviene la previsibilidad la esencia de las cosas pierde cierto grado de belleza. No encontraba como darle fin a mi suplicio, postrado sobre las estrellas, como una masa enérgica de partículas, decidí elaborar algo que lo hiciese, decide programarle un odio atroz contra todo lo que yo representaba pero algo ocurrió mal, y éste espectro aniquilaba todo a su alrededor, menos a mí, su único enemigo. De ahí, todo es confuso, mis recuerdos ya no son míos, mis predecesores me lo advirtieron, residir en esta plaza tiene su precio.
Lo único que, vagamente recuerdo fue la primera vez que olvidé algo, era maravilloso, de mi memoria lo primero que se esfumó fue… mi mortalidad.
(El sucesor, Personaje propio).
Buen personaje:
Alguien que programa su propia destrucción. Definitivamente una acción digna de una psicología interesante.
Quizá por ser fragmento hay situaciones que no se terminan de entender ni cobrar completa coherencia.
Como parte, despierta curiosidad.
Te felicito,
D.