La esperanza es el fruto de la fe, estas palabras las podemos leer en las primeras líneas al comenzar el capítulo y por esto en ella la vida de todo cristiano se amplía hacia la integridad de todo lo real, así como el título de este apartado lo indica esperanza y amor se pertenecen íntimamente e igual que la fe y la misma esperanza, tener esperanza es tener amor y por medio de la esperanza se ve verdaderamente la esencia del amor.
Hay dos actitudes opuestas a la esperanza que la tradición cristiana conoce y es la desesperación y la temeridad, ambas son formas marginales de la vida humana. Podemos encontrar un rechazo al amor, cuando no se quiere obtener perdón alguno de parte de Dios, cuando el hombre solo quiere un supuesto “orden puro” en contra de la esperanza o una recompensa justa, a este tipo de personas que buscan solo esto el autor le llama “pelagianismo puro” el hombre sin necesidad de Dios.
Amar es:
- Asumir su propio yo únicamente en la fuerza de aceptación de su ser, que viene de otro, del tú.
- Hacer referencia de la persona tal y como ella es, incluso en sus debilidades.
- Negarse a sí mismo, es un abrirse, es un transcender.
- Es “sobrenatural”.
El amor es un amor de Cristo, amarle como cristiano es un participar en la vida de fe y así hacer sentir a los demás (el otro) lo profundo y lo único que puede dar sentido al hombre, el sí del seguimiento de Jesús, con sus dones y sus pruebas.
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