Detente
Ella empezó a hablar en voz baja, hablaba para sí misma, cosas incoherentes, cosas sin sentido. Su vida resultaba un enigma para muchos pero para su hermano quien ya estaba acostumbrado a verla de esa manera, resultaba una cruel rutina.
Todo comenzó ese día en el que ella se encontraba esperando en su restaurante favorito por su novio quien ya se había retrasado por 30 minutos aproximadamente. Después de haberse demorado lo suficiente como para hacerla preocupar, se presenta ante ella con un ramo de flores en la mano, claveles, sus favoritas. Con una sonrisa lo recibió, y de inmediato lo perdonó. El no pidió disculpas, ni mucho menos se excusó o dio una explicación. Después de pasar la velada junto a ella, le sonrió, tomó su mano y se inclinó para dejarle un beso en los labios.
—Ana, ¿porque no vamos a mi apartamento un rato?
Ella no lo dudó, sabía sus intenciones –o eso creía- pero se sentía preparada.
—Claro, ¿por qué no?
Poco después se encontraban en su habitación, ella se sentía nerviosa porque sabía lo que iba a suceder, creyó haber estado preparada pero su mente le falló en el momento más oportuno y sintió miedo. El la besaba en la cama y tocaba su cuerpo con ansias, comenzó a quitarle la ropa y ella no pudo más.
—Detente —dijo. Sin embargo él no le hizo caso.
Comenzó a asustarse y a ponerse ansiosa, el seguía el curso y ella quería que se detuviera. Intento quitarlo de encima, y le decía una y otra vez que se detuviera pero él nunca se detuvo.
Luego entendió cuál fue su verdadero propósito.
Fue cruelmente violada, pero ella no quería creerlo. Su mente se dañó lentamente, su hermano se enteró de lo sucedido, era su único familiar y se la llevó lejos.
Desde del centro psiquiátrico ella veía por su ventana, diciendo en voz alta una y otra vez ‘’Detente’’. No pensaba en nada, por su mente no pasaba nada cuando ella lo decía, tampoco recordaba lo sucedido, pero sentía la necesidad de decirlo sin parar. Veía por la ventana de su habitación, y la gente pasaba como si nada, viviendo su vida, siguiendo su curso. Su hermano era el único que le quedaba pero ella apenas podía responderle, con acciones o palabras.
Sentía muchas cosas, por ejemplo, sentía que algo iba mal, que no se encontraba en aquel lugar por vacaciones y que no había pasado poco tiempo desde la última vez que sintió la brisa mecer su cabello en el balcón de su casa, con su hermano cocinando la cena, y su vida correr con normalidad. Eran huérfanos, si pero eso nunca había sido una complicación.
Siempre pensaba en eso, en el pasado que no podía recordar y en el presente que no podía asimilar. Se la pasaba la mayor parte del tiempo, de pie frente a su ventana, viendo el día y la noche pasar, no se concentraba en algo específico al ver el exterior, ella solo veía.
—Ana, ven a comer por favor —su hermano la llamó desde la cama, con una mesa plegable sobre ella, con una taza sopera llena de arroz y otro plato con carne picada, también una ensalada la acompañaba. Ella sintió el olor hace segundos atrás, pero no quiso moverse. Le gustaba esperar el llamado de su hermano. Fue hacia él y se sentó a comer—. Hermana, tienes que mejorar, por favor, te necesito —dijo su hermano. Y no era la primera vez, cada día que pasaba, él le decía lo mismo y lloraba y lloraba.
Para Ana el tiempo no importaba mucho, no era que ella supiera que día era o que hora era, no lo sabía, pero tampoco le importaba. Sabía que era de día, sabía que era de noche, por la luz que entraba y se iba de su ventana. Sabía que era temprano porque su hermano le traía el desayuno, sabía que era de tarde, porque su hermano le traía el almuerzo, y así mismo con la cena, sabía que era de noche. No sabía cuánto tiempo llevaba en aquel lugar, pero su hermano nunca dejaba de llorar como el primer día.
Su mente le decía ‘’Detente’’ y ella lo repetía en voz alta. Todos sus movimientos eran mecánicos y básicos.
Un día, su hermano la sacó a pasear, no podía caminar por si sola -algo en ella estaba mal y no era nada físico- por lo que la sacó en silla de ruedas. Se encontraban en un parque cercano al centro psiquiátrico. Estaba bastante desolado. Nadie caminaba por esos lados. Quizás por el tiempo, que se encontraba bastante nublado.
—Espera aquí —dijo su hermano. Se fue un momento al baño público que se encontraba cerca.
Ella miró a todos lados, pero no había nada especial que ver. Comenzó a sentir frio, y el cielo se oscureció, debía ser ya tarde para que eso sucediera, pensó. Entonces vio a un hombre de lejos, cada vez se acercaba más y más hasta llegar a ella, le pareció conocido cuando lo vio acercarse, llevaba un ramo de flores en mano, claveles recordó ella, sus favoritas. Sonrió. Él se puso frente a ella y la miró a los ojos, pero ella aún no lo reconocía, o no quería hacerlo.
—Igual de hermosa que siempre.
—Gracias —respondió.
—¿Quieres ir un rato a mi apartamento?
Entonces ella recordó, la cara de ese hombre apareció en su memoria, como con su sonrisa retorcida hizo daño a su pureza en contra de su voluntad, como hizo daño a su mente después de eso, sus manos, asquerosas y repulsivas, sus flores, que acabaron en el suelo de aquella habitación. Ella sonrió.
—Claro, ¿por qué no?
Se fue con él, nadie se enteró. Su hermano quizás preocupado la buscaría pero no pasaría mucho tiempo cuando ella regresara con él. Con una sonrisa en su rostro le hizo creer que ilusionada estaba, cuando por su mente pasaban los pensamientos que a él lo harían retroceder.
Llegaron a su habitación, igual que aquella vez, comenzó a besarla y ella reía. Era exactamente como aquella vez. Pero esta vez, ella no sentía miedo, sentía ira y sed de venganza. A su lado en la mesita de noche un florero reposaba. Lo tomó mientras él la besaba y con fuerza lo dejo caer sobre su cabeza. Mientras su cuerpo inconsciente reposaba en la cama, ella buscaba todo lo que necesitaba. Ato sus manos y pies, quitó su pantalón y su ropa interior. Quizás era cruel, y algo retorcido, ella no lo pensaba de esa forma. En realidad. No pensaba nada.
Tomo de la cocina un cuchillo, el más grande y filoso.
El comenzó a despertar, y asustado se retorció en la cama intentando liberarse de sus ataduras.
Observó el cuchillo en su mano, y entendió sus intenciones.
—¡Detente! —gritó.
—¿Detente dices? Porque habría de detenerme cuando tú nunca lo hiciste.
Perdió su masculinidad con dolor y sufrimiento, inconsciente y desangrado de nuevo su cuerpo reposó en la cama.
Ella se fue, tomó su auto y condujo hacia el parque, vio a su hermano buscarla y gritar su nombre y sonrió. Él era el único que le quedaba.
En su silla de ruedas, otra vez, fue hacia él. Su hermano al verla de nuevo, la abrazó y lloró.
—¿Porque me haces esto? No te vayas así.
—Lo siento.
—¿Estas bien?
—Perfectamente.
Al regresar al centro su hermano notó con asombro como Ana nunca volvió a repetir esa palabra que decía con tanto sufrimiento. En cambio, ella decía ‘’Sufre’’ a la nada. Pero para el pareciera que se lo dijese a alguien.
‘’Sufre’’ decía a la nada con una sonrisa en la cara.
Definitivamente tienes en mi a un nuevo fan... ya te voté y lo compartí en mi blog... hay un par de cosas que me gustaría compartir/conversar contigo sobre este relato, así que si puedes avísame... eres una gran narradora... por favor mantenme al tanto de las nuevas publicaciones
Me alegro mucho que te haya gustado, cuando quieras podemos conversar, gracias por compartirlo y comentar.
sólo una cosita Luna... la segunda vez, cuando ella va decidida, tu escribes "Pero esta vez, ella no sentía miedo, sentía ira y sed de venganza"... quizá podrías quitarle " sentía ira y sed de venganza", es decir dejar esa frase hasta "Pero esta vez, ella no sentía miedo" para que el lector imagine lo que podía sentir... tratando de dejar mas a la imaginación, manejando los silencios... creo que eso incremetaría la atención... te repito, me encantó la historia y por favor no creas que te critico para molestarte... recibe la sensación de un fuerte abrazo desde esta parte del globo terráqueo
Mucho suspenso hay en esta historia!!!
Jajaja es lo que pretendia. La historia salio de un reto de escritura.