Sin embargo ese mundo imaginario, se fue cayendo pedazo a pedazo con el pasar del tiempo, de muchas lágrimas, rabias y tiempo (indeseable) a solas y al igual que una película fui observando las escenas en las que yo al igual que él me valí de insultos y menosprecios. Y como nada de eso funcionaba para mantenerlo a mi lado, me decidí a usar estrategias más avanzadas, como la manipulación, recordar los buenos momentos que habíamos vivido, las frases que eran para nosotros representativas. Fue una serie de llamadas, mensajes y apariciones desesperadas, que buscaban ese cariño que en principio él profesaba.
Claro que para mí, era imposible entender, por más que me lo repitieran mis amigos, mis familiares y hasta sus amigos que ya todo había terminado. No con el punto final de todos los finales, porque como buena relación toxica, debe tener sus momentos de climax, el llamado suspenso, donde hoy estamos juntos pero dos horas más tarde él comienza a reflexionar que fue algo que no debió ocurrir.
Y es que lecturas después comprendí que para una relación de codependientes se requieren dos, sí de dos seres que complementan sus carencias y necesidades entre ellos, que como un sticker que viene en los chicles, nos resulta necesario dejar nuestro "tatoo" en la piel del otro. Y aunque para él, igual que para mí, era una relación de tormento, donde ninguno de los dos era capaz de salir completamente, siempre quedaba todo en un tal vez: si tal vez tus celos fueran menos frecuentes, si tal vez tu simpatía con las chicas fuera menos frecuente, si tal vez si tu ex fuera menos frecuente.
Claro que no podíamos entender eso, ya sea por la edad, por las pocas experiencias en nuestro haber o porque sencillamente no era ese tipo de amor y una vez la relación ha entrado en este terreno de amor bélico, es poco probable que salga vivo, pues tenemos un arsenal de insultos, malas caras y reproches, que forman el frente, y si con fortaleza llega atravesar esta etapa, le dejamos caer una bomba estilo: hay otra persona en el campo de batalla.
En mi caso, sherlock Holmes, se convirtió en un detective de poca monta comparado conmigo, puesto que cautelosamente me encargue de verificar cada mensaje, llamadas recibida, realizada, la duración de las mismas, de interrogar al entorno, y por supuesto activar ataques sorpresas. Lo que se convirtió en una ardua labor, me olvide de lo ridícula que resultaba y para peor de mis desdichas, siempre que busque encontré. Pero solo hoy puedo darme cuenta que en ese momento lo único que podía pensar era en continuar buscándolo, dejándome buscar, situándome en un fácil acceso de él hacia mí. Así que Mi mente, mi alma, mi cuerpo y mi corazón súper agotados, ya no daban más, era necesario alejarme, sin embargo no lo hacía…