Bautizado así por mi hermana e inicialmente comprado por mi padre, coquito fue parte importante de nuestra familia. Durante años nos lleno de alegría en cada cosa que hicimos con él. En especial los viajes que llegamos a disfrutar, de hecho conocimos buena parte de Venezuela de su lado. Desde Maturín pasando por San Fernando de Apure y hasta Cúcuta fuimos a dar juntos (eso es casi atravesar Venezuela de este a oeste).
Coquito era digamos talla pequeña y de color blanco con algunas motas negras, por lo que cuando se ensuciaba se le notaba mucho. Cuando me tocó cuidar de él me lo decían seguido, "desde cuándo no le cae agua y jabón?".
Poco a poco fui aprendiendo a darle cuidados hasta que casi me volví un experto, fui el último en cuidar de él, primero fue mi padre luego mi hermana.
Un día en 2014, para ser más precisos un domingo de agosto, estábamos detenidos en la calle cuando dos jóvenes maleantes me lo arrebataron, probablemente de menos de veinte años, armados y con actitud muy violenta, amenazando con cegar mi vida si no lo entregaba.
Lo tuve que entregar, y con un cóctel de emociones que no me permitían entrar en razón y entender, porque lo querrían a la fuerza con lo viejo que estaba, pero finalmente corrí a la estación de policía más cercana. Los funcionarios me trasladaron en una patrulla para revisar el área cercana para reconocerlo y reclamarlo. Pero fue en vano.
Dos días después recibí el llamado de un agente de policía de una estación lejana al lugar de los hechos, indicándome que lo habían recuperado,
De inmediato pedí a un amigo que me trasladará.
Para mí desilusión, ahí estaba coquito, sin su brillo habitual, sin la vida que llevaba dentro, y sin la esperanza de volver a disfrutar de él.
Coquito, te extrañamos pero te recordamos con amor! Gracias por tanto! Siempre ocuparas un espacio en nosotros!
Una lamentable muestra de la crisis que se vive en Venezuela, donde unos pocos, aferrados al poder, promueven la inseguridad, donde los ciudadanos de bien pierden sus bienes, pero también pierden familiares, que resultan víctimas fatales del malandraje o simplemente tienen que emigrar, aunque no quieran, para tener una oportunidad real de progreso, y condiciones mínimas de seguridad.
Es la triste realidad!! Pero contamos y tenemos fe en que eso cambie!