Gritos de las almas del purgatorio
Un destierro que padece un Alma es el de Dios, para que fue creada, y este duele tanto que su falta, ni el Cielo, ni los Santos todos pueden suplirla; así lo experimentaba David, porque sin Dios, todo es nada, y con Dios, aun el que tiene nada, lo tiene todo, como decía San Francisco: Dios mío, y todos las cosas. Si la separación que hace la muerte entre el alma y el cuerpo aflige tanto, ¿qué no afligirá la separación que hace el Purgatorio entre un Dios un Alma, siendo que esta separación dura años, siglos y en muchos hasta el fin del mundo?
Gritos de las almas de los hijos a sus padre
¡Ah Padres míos de mi corazón, sed padres míos de mi Alma! Oíd que hijo vuestro es el que os llama.
Si al partirme de vuestra vida en este mundo os costé llanto, por las agonías de la enfermedad, y por la separación que hizo la muerte; separación más grande y agonías más que de muerte son las que padezco. Porque padezco las de estar separado de la deseada vista de Dios en la circunstancia de tener ya derecho a ella, de estar vecino a gozarla y de no poder por mí hacer cosas que aprovechen, ni dar pasos que conduzcan. Este es el calvo que más me atraviesa el corazón, y como vuestros pasos y diligencias me han de ser fructuosas, os suplico con lágrimas de sangre que las interpongáis con Dios.
Si estando ahí (oh, amantísimo padre mío y oh madre mía muy amada) vieses que me ahogaba en un río y que luchaba ya con las últimas ansias de la muerte, y os encontrasteis en la orilla con alguna cuerda en la mano, o con alguna correa o escapulario, y yo sacase del pecho la voz para pedirlo, y el brazo del agua para alcanzarle ¿no me lo echarais? Ya os oigo decir que no solo por mi que soy hijo de vuestras entrañas, sino que lo harías por el esclavo más vil y para el más deslamado hereje. Pues he aquí la justicia: Si yo soy vuestro hijo, si estoy luchando en este mar de intolerables penas, si no puedo librarme, si levanto el brazo y el grito para pedir ayuda; si vosotros padre y madre míos podéis y tenéis en tan vuestra mano echarme la Indulgencia o el cordón o Escapulario, ¿cómo me dejáis ahogar, sin querer alargar la mano, ni mover el pie para ganármela? ¿Es a caso esto posible en la ley natural?
¡Oh dolor! En esa vida tantos esfuerzos para verme colocado en algún puesto honorífico de la tierra, y ahora ninguno por verme colocado en el Cielo, y faltándome tan poco para alcanzarlo, y no pudiendo yo hacerme de ello por mismo, y en cambio vosotros pudiendo hacerlo y con tanta facilidad. ¡Oh crueldad! ¡Oh inconsideración!
Pero vamos, despertad a estos gritos que me oís, abrid los ojos para conocer mi razón; abrid la boca para ofrecerme desde luego aquellas Indulgencias: y entre tanto, en prendas de que cumpliréis esta palabra, rezadme aquí luego y ahora mismo la oración de el Padre nuestro y de el Ave María, que quizás no me falta más que eso para salir del Purgatorio y entrar en el Cielo, desde donde os doy palabra de recompensarlo con pedir a Dios os colme de prosperidades temporales y espirituales.
Fuente imagen: Hellmout. Hours of Catherine of Cleves
Gran relato. Muy interesante. Nos leemos.