A coñazo limpio. El colegio duraba hasta el mediodía, llegábamos a casa a almorzar y pa’ la calle otra vez. No teníamos celular, así que nadie sabía dónde coño estábamos, pero nos pegaban un grito y salíamos corriendo pa’ la casa. Nos cortábamos, nos rompíamos un hueso, perdíamos un diente, pero nunca hubo una demanda por estos accidentes. Nadie tenía la culpa sino uno mismo, “por pendejo” nos decían en lo que llegábamos a la casa sangrando y de paso nos jodian.
Comíamos “cuca negra” (ACEMITA, CATALINA) con frescolita, pan con mantequilla y mortadela, comiamos leche en polvo con azucar, tomábamos la Pepsicola que ahora según y que tiene más azúcar y contribuye al exceso de peso, pero nos manteníamos raquíticos porque siempre estábamos en la calle jugando… Compartíamos una frescolita entre cuatro, tomando todos de la misma botella y nadie le paraba bolas.
No teníamos Playstations, Nintendo 64, X boxes, Juegos de vídeo, 99 canales de televisión en cable, videograbadoras, sonido surround, celulares Android ni computadoras. Lo único que teníamos era monopolio o damas china y de vaina, ahh y un paquete de baraja con las que jugábamos 31, ajiley, carga la burra y los juegos de la Casa Magica.
Como jodiamos con los cigarros explosivos y chicles que pintaban los dientes. Salíamos en bicicleta o caminábamos hasta la casa del amigo y sin pararle bolas a nadie, sencillamente entrábamos sin tocar la puerta y allí estaba tu pana y salíamos a jugar.
¡Ahí, afuera!, ¡En el mundo cruel ¡Sin un guardián! ¿Cómo hacíamos? Jugábamos pelota con chapitas de refrescos y un palo de escoba, o con pelota de tenis y un guante de cartón de jugo. Fusilao, stop y carrucha con rolinera, volabamos papagallo, jugabamos rayo u hollito con las metras, Policia y ladron; y cuando teníamos la oportunidad de estar cerca de una chama jugabamos la botellita. Hacíamos partidas y si en alguno de los equipos que se formaban para jugar un partido no todos llegaban a jugar no pasaba ningún desencanto llevado a trauma. Hacíamos chinas con horquetas, ligas rojas y el cuerito del bluejean.
Algunos estudiantes no eran tan brillantes como otros y cuando perdían un año lo repetían. Nadie iba al Psicólogo o al psicopedagogo, nadie tenía dislexia, ni problemas de atención, ni hiperactividad, ni ninguna mierda de bulling. Simplemente repetía por guevón y pajuooo, y tenía una segunda oportunidad. Teníamos libertad, fracasos, éxitos, responsabilidades y aprendimos a manejarlos a punta e’ coñazos, pero aprendimos.
La gran pregunta es ¿Como hicimos para sobrevivir y sobre todo para ser las grandes personas que somos ahora?. Si lo eres, entonces comparte este mensaje con tus amigos y conocidos de tu misma generación o a gente mas joven para que sepa como éramos antes.…
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