Días interminables.

in #spanish6 years ago (edited)

Días interminables

Alejandro estaba cansado, lleno de dudas, preguntas que le pesaban en la cabeza y le irritaban los oídos, constantes, presentes permanentemente, sonando de nuevo entre sus pensamientos a cada miserable segundo. Las horas se sucedían sin que él se diese cuenta, sin que él quisiese cambiar algo. Estaba muy agotado. El desolador paisaje a su alrededor no le levantaba el ánimo, y el calor que sentía solo lo empeoraba. Al principio conseguía encontrar un refugio en su manta, que todavía estaba fría por el clima artificial de la nave, pero ahora que llevaba en esas zonas varios días, la manta estaba tan caliente como él. Quizás incluso más que él. Le tenía cariño, se la había dado su compañera de pilotaje, Ulyn, una guerrera ejemplar.

Capaz de sobrevivir en la intemperie, de cazar, rastrear, huir y esconderse… Con experiencia, en fin, de esas personas con las que quieres estar de acabar en una situación así. El regalo le fue otorgado cuando consiguió aprobar la academia de ingeniería, con una de las notas más altas del grado. Aquel hermoso título, ubicado ahora sobre la pared de la oficina del joven Alejandro Waker, le da el poder de trabajar en cualquier área de la base militar. Esta era ya su octava misión, y, acompañado de Ulyn, sabía que no le pasaría nada grave. Lo único que tenían que hacer, era llegar al planeta extraterrestre Sele 4, llegar al Desierto De Loty, y reparar una planta energética dañada. Él se ocuparía de eso, Ulyn solo tenía que protegerle y escoltarle. Era algo de coser y cantar.

El cadáver de la joven ya estaba frío cuando él salió de la nave destruida por el choque. Solo era cuestión de tiempo para que los seres extraños que se escondían de los humanos en las cuevas hallasen los restos, y entonces irían a por él, se dijo. Empezó a correr. La manta le obstaculizaba, le hacía ir más lento. El agua se acababa, y la comida no estaba diseñada para llevarse al exterior de la nave, por lo que pronto se dañaría. Las dudas seguían gritándole desde dentro. Era su octava misión, pero seguía sintiéndose como en la academia: débil. Al girarse, vio como a la nave llegaban un par de seres antropomórficos, quienes, entre otras cosas, alzaron el cuerpo inerte de la chica al cielo, y se rieron.
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